El 9 de abril de 1948, Colombia se partió en dos. Unos disparos letales contra el político liberal Jorge Eliécer Gaitán encendieron la mecha del Bogotazo, diez días de motines que acabaron con la paz del país vecino.

Así, el siglo viraba una vez más en Colombia, hacia conflictos y ensangrentados desencuentros cuyas huellas aún empiezan a entenderse. La forma de las ruinas , la última novela de Juan Gabriel Vásquez, intenta comprender esa sombra.
Con El ruido de las cosas al caer , Vásquez ganó el premio IMPAC 2014 superando a El viajero del siglo , de Andrés Neuman, entre otras grandes obras internacionales. Con aquella novela, que cimentó su posición internacional como el más aclamado escritor colombiano de la actualidad, Vásquez había explorado la muerte, la memoria, el silencio.
La forma de las ruinas vuelve a ese terreno con un pulso tenso, una mirada agudísima y una capacidad de trastornar la historia oficial; es novela, ficción sobre teorías de conspiración, pero toma nombres, hechos y temores de la más estricta realidad: la del autor mismo, implicado, aunque no quisiera, en el drama patrio.
El asesinato impune de Gaitán, así como las muertes de John F. Kennedy (1963) y Rafael Uribe (otro político colombiano asesinado, en 1914), se leen a través de teorías de conspiración, temores personales y la eterna ansiedad de entender las raíces de la violencia que acosa a tantos países latinoamericanos.
En esta entrevista con Viva , Vásquez detalló los orígenes y las dudas del proceso de escritura de la novela, la cual considera su mejor hasta ahora.
¿Cómo surgió este interés por las figuras de Jorge Eliécer Gaitán y Rafael Uribe?
En realidad, es un interés muy viejo. Yo crecí de alguna manera con las leyendas, las historias y las versiones encontradas que han rodeado a estos crímenes, y que han marcado la vida colombiana tanto como el crimen de Kennedy la de un estadounidense. Todos los países tienen su armario lleno de esqueletos, un hecho violento en su pasado que no está bien explicado, sobre el cual nos han dicho mentiras. Estos dos crímenes son eso para un colombiano. En el caso del crimen de Gaitán, que partió en dos la vida colombiana, inauguró una época de ocho años de violencia que acabaron con 300.000 muertos, más o menos. Un tío abuelo mío era un político conservador importante que tuvo participación indirecta en lo que siguió, en los esfuerzos que hizo el gobierno conservador por mantener el control (durante el Bogotazo).
”Este es el origen remoto, pero se volvió inevitable escribir sobre esto, explorar estos hechos en una novela. Hace 11 años, un día del año 2005, conocí a un hombre que tenía en su propiedad, en su casa, una vértebra de Gaitán con un orificio y una bala, y una parte del cráneo de Uribe con el hueso roto por las hachuelas de sus asesinos. Tuve estas cosas en mis manos.
” Para cualquiera que sea vulnerable a los fantasmas de la historia, es un momento muy potente. Coincidió con el nacimiento de mis hijas, y eso se convirtió para mí en una pregunta importante: ¿a qué país están llegando estas niñas (un país con esta violencia en su historia)? Después de tener esos huesos en mis manos, llegaba a tener a mis hijas recién nacidas, y me preguntaba cómo van a heredar ellas las consecuencias de esos crímenes, cómo la violencia pasada puede afectar las vidas de un colombiano de hoy”.
¿Cuáles eran los “agujeros” o mentiras que detectaba en las historias de esos crímenes?
Sobre Gaitán hemos conocido toda clase de versiones: que lo mataron los conservadores, los liberales, la CIA, los comunistas... Sobre eso, hay mil leyendas y muy poca claridad. Todo el mudo sabe quién le disparó (Juan Roa Sierra), pero nada más. Hemos crecido con la conciencia de que era una conspiracion que se ha silencado exitosamente. En el caso de Uribe, la sociedad ha aceptado más tranquilamente la versión oficial: dos carpinteros lo interceptaron, lo culparon de su desempleo y los problemas económicos, y lo asesinaron a golpes.
”Descubri a una figura que ha caído en el olvido, un joven abogado llamado Marco Tulio Anzola, que después del asesinato de Uribe decidió llevar a cabo su propia investigación privada para contradecir la tesis oficial. Encontró, según él, a los “verdaderos” culpables. Publicó ese hallazgo y sus revelaciones fueron una revolución; era absolutamente espeluznante. En medio de la novela, en que el narrador “Juan Gabriel Vásquez” busca las consecuencias de estos asesinatos hay otra, una novela policial sobre la investigación de Anzola”.

¿Por qué encontró que esta forma de narrar, mezclando lo autobiográfico, lo histórico y lo especulativo, era la forma más enriquecedora o reveladora de acercarse a este tema?
Yo creo, primero que todo, por las circunstancias en que nació, esa experiencia de tener en mis manos los huesos de muertos que han marcado la historia de mi país. Como la novela nació con vivencias tan directas y potentes, inventar un narrador ficticio, como he hecho en otras novelas, hubiera sido esconderme detrás de una máscara. Era un desperdicio de la potencia de esos hechos y era, de alguna manera que no puedo explicar muy bien, faltar el respeto a la potencia de la realidad, a su impacto en mi biografía, mi vida real.
”Se convirtió en una especie de vindicación, defensa o alegato en favor de un cierto tipo de novela que me gusta mucho, la novela que es un círculo de muchas pistas, en la que hay autobiografía, novela histórica, policial, páginas con registro de ensayo, que explora. Novelas que hacen más de una cosa siempre me han gustado y, al fin y al cabo, así nació el género, como Don Quijote de la Mancha”.
Es un material que parece abrumador. Claro, ya ha afrontado temas similares en novelasprevias, pero, ¿cómo abordar esa densidad histórica y psicológica? ¿Cómo afronta, como escritor, un proyecto así?
Para mí siempre ha sido muy importante tratar de enfrentarme a proyectos que inicialmente me parezcan imposibles, demasiado grandes para mí. En eso va un poco la idea que tengo del compromiso del novelista, que ya no es la misma idea de hace 40 o 50 años de lo que debía ser el compromiso polítco del novelista. Creo en una cierta novela comprometida, pero en el sentido de comprometerse con temas grades, con temas importantes, al nivel de los grandes movimientos sociales. Lo que me ha interesado es utilizar la novela como una manera de explorar esos monstruos de la historia y de la vida social que nos marcan a todos. Yo nunca he sentido que escojo mis temas: se me van imponiendo como obsesiones. Todos mis libros han tenido esa obsesión: enfrentarme a una gran ballena blanca, una gran bestia que hay que tratar de meter en una novela.
¿Cómo se siente como autor al comparar con novelas previas?
Creo, sin que quiera decir que tenga razón, porque el autor es pésimo juez de su obra, que es lo mejor que he escrito, con distancia. Es mi novela más arriesgada y el riesgo me importa mucho, tratar de ir a nuevos lugares. Es la novela más ambiciosa no solo por cantidad de cosas que intento, sino por su tema mismo. Acaba siendo una gran exploración de la violencia como parte del temperamento de mi país. ¿De dónde sale esa capacidad de la violencia para reinventarse, perpetuarse...? Esta novela es mi intento más honesto y ambicioso por explorar esa realidad.
