Esta obra se llama El último Pinocho y nace dentro del marco que respalda toda mi propuesta estética: un discurso que considera que la producción artística debe estar orientada por su impacto y recepción en relación con su entorno social, económico, histórico y cultural.
Busco crear un mensaje que promueva la conciencia de los espectadores acerca del aprovechamiento de los desechos, de manera que se expongan las posibilidades y beneficios de un pensamiento artístico y un pensamiento medioambiental. El objetivo es extender una visión del arte como fuerza cultural para enfrentar problemas actuales.
Esta creación fue concebida para ser colocada en la sala introductoria del Museo Calderón Guardia y es una de las 20 piezas que conforman una muestra de mi trabajo llamado En el umbral del desecho, intervenciones útiles , que se encuentra en exhibición en esta institución.
Con sus grandes dimensiones, 5,60 m x 1,75 m x 2,90 m, pensé en sorprender al espectador, conduciéndolo a un inesperado encuentro artístico, al darles un valor poético a materiales que tirados en la basura están desprovistos de ese valor.
Esta pieza la realicé en los últimos meses del 2015 y fue pensada especialmente para los niños, ya que la historia de este personaje es hasta la fecha, uno de los cuentos clásicos más emblemáticos. Su narrativa tiene la importante misión de provocar una reflexión en los pequeños sobre el valor de la honestidad. Es un cuento muy completo, en el cual también están presentes otros valores como la obediencia, la responsabilidad, el compromiso, la amistad y el amor.
Con esta obra, quiero, además de concientizar sobre prácticas creativas de reciclaje, hacer meditar al público en general, que, ante los nuevos patrones de juego que están imponiendo las nuevas tecnologías, no olviden el poder de la enseñanza de este clásico y otras historias.
Las ideas de mis obras parten de un primer elemento que encuentro y al cual inmediatamente le veo un potencial, ya sea porque estéticamente posee características interesantes o me refiere a algún personaje u objeto.
La génesis de esta obra surge al encontrarme, en un depósito de desperdicio industrial, el tanque que conforma su cabeza. Inmediatamente, se me pareció a la imagen de alguna de las múltiples interpretaciones de Pinocho que probablemente estaban archivadas en mi imaginación.
Para su elaboración parto, entonces, con el tanque-cabeza como elemento protagónico de peso y le anclo la construcción del resto de la obra. Para lograr mi cometido, realizo este trabajo con un pensamiento racional: todas las piezas del conjunto fueron seleccionadas específicamente y se utilizaron una a una, conformando una composición con ellas, de manera que no se interrumpiera la fluidez óptima de la atención del espectador.
El trabajo se ejecutó por medio de técnicas de ensamblaje muy sencillas, como cortar, soldar y atornillar. El mayor reto fue cortar la cabeza en cuatro partes desiguales, para poder introducirla por la puerta del Museo y volver a unirla una vez adentro.
Lo más importante de El último Pinocho y de todas mis propuestas es que hago uso de los desechos, interviniéndolos muy poco. Lo que pretendo es más bien aprovecharme de sus valores materiales y estructurales, así como de su pasado industrial.
Los detalles tales como rayones, colores, marcas, cicatrices, y golpes, son precisamente los elementos que crean un conjunto de sugerencias aptas para mi planteamiento artístico.
El último Pinocho busca transmitir un mensaje cargado de fortaleza por medio de la conjunción entre la forma, el material y la escala, para convertirla en una propuesta coherente con mi pensamiento, en el que el reciclaje y la reutilización de materiales son los valores centrales y el desperdicio industrial es el protagonista.