“ Ante la negativa de su madre [...], levantó la mano para abofetearla, pero no había levantado completamente aún su mano, cuando de la nada salió una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la mano de la hija ingrata, entonces se escuchó una voz estruendosa que dijo: «Te maldigo mala mujer, por ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde hoy y para el resto de los siglos los hombres a ti se acercarán, pero por tu espantoso rostro de ti correrán»” La Cegua ( Cuentos Populares , Alba Learning).
Antes que las palabras, las manos revelan las intenciones primigenias de las personas: fue por alzar la mano –y no la voz– que la otra mano castigó a la ingrata joven.
Con las manos se ama, se saluda, se ofrece, se pide, se ruega, se educa, se aplaude, se reza, se señala, se ordena, se insulta, se amenaza, se castiga y se mata.
Dirigidas por el cerebro, las manos son las principales herramientas que se usan para conquistar, liberar y arruinar al mundo. Son instrumento de los ilusionistas, los pintores, los músicos, los escritores, los boxeadores y, de alguna u otra forma, de todos los humanos.
Desde la perspectiva evolutiva, las manos preceden a los brazos ya que se derivan de las aletas de los peces del Cámbrico, hace unos 530 millones de años.
A diferencia de esas aletas, las manos tienen cinco dedos. Eso se debe a que, tanto los humanos como todos los animales con cuatro extremidades (tetrápodos), proceden de un anfibio ancestral con una “mano” de cinco dedos, semejante a un tetrápodo llamado Pederpes o “pie de Pedro”, el cual existió hace unos 360 millones de años.
No todos los tetrápodos tuvieron siempre cinco dedos, sino que los hubo hasta de nueve; de haber prevalecido estos últimos como los ancestros, los mandamientos serían 18 en lugar del decálogo que prevalece.
Diferentes animales
A través del tiempo, muchos tetrápodos han experimentado modificaciones en sus “manos”, convirtiéndolas en extremidades especializadas. Por ejemplo, los caballos y las vacas desarrollaron solo uno o dos de los cinco dedos, respectivamente; transformando las “manos” en pezuñas.
Otros, como las ballenas y las focas, han fusionado sus cinco dedos en una aleta. Por el contrario, los murciélagos han expandido las membranas interdigitales, trocando las “manos” en alas.
Las serpientes han perdido la capacidad de producir extremidades, aunque conservan los mismos genes Hox, incluyendo las proteínas Bmp, Sox9, responsables de generar los cinco dedos característicos de las manos.
Los pandas y algunas ranas parecieran tener seis dedos, pero, en realidad, son cinco pues el sexto dedo es falso, ya que corresponde a una modificación de un hueso de la muñeca.
Uno de cada 1.000 nacimientos humanos puede derivar en polidactilia (con más de cincos dedos), defecto del desarrollo. Por lo general, el dedo extra se amputa; aunque algunas veces prevalece con funciones relativamente normales.
La mano humana, a diferencia de la del chimpancé, del gorila y del orangután se distingue por su gran flexibilidad dorsal y la capacidad que tiene su poderoso dedo pulgar para oponerse contra cada uno de los otros dedos.
El pulgar puede tocar con gran precisión y fuerza las yemas de cada dedo y recorrerlos hasta su origen en la palma de la mano.
Todo eso lo hace gracias a unos 27 huesos y un poco más de 30 músculos que trabajan juntos para para lograr movimientos coordinados y realizar tareas complejas como encajar un hilo a través del ojo de una aguja, zurcir, tocar flauta o lanzar con potencia un objeto, todas faenas imposibles para las manos de los chimpancés y gorilas que deben usar las manos para desplazarse.
Instrumento
La mano humana surgió como consecuencia del bipedalismo de los homíninos –categoría dentro de los homínidos–, un grupo de antropoides que caminaron erguidos. Los pies de estos se adaptaron para la marcha –perdiendo así todo el poder prensil de los pies de los monos– y sus brazos y manos se independizaron de la locomoción.
Con los brazos libres, los homíninos pudieron manipular, pero sobre todo adaptar sus manos a la estereognosia; es decir, a la facultad que permite reconocer, por medio de la palpación, las cualidades de un objeto sin el auxilio de otros sentidos.
Con las manos libres de los rigores de la marcha, los homíninos fueron capaces de pelar frutos, usar palos, cargar, sostener, lanzar, pegar, rascar y espulgar; esta última una actividad social importante.
Todo apunta a que la selección natural actuó para “convertir” las manos en instrumentos de trabajo. Es probable que la fuerza selectiva que diferenció las manos estuviera relacionada con la capacidad para trabajar, por lo que son el fruto del trabajo.
“No soy lo que soy, soy lo que hago con mis manos” decía la artista francesa Louise Bourgeois (1911-2010).
Su papel protagónico
Una propiedad que distingue a las manos es su capacidad para trasmitir ideas complejas. Esto es evidente en el lenguaje de signos que usan los sordos para comunicarse.
Es probable que esa cualidad emergiera con los primeros monos antropoides antes de que las manos se liberaran por completo en los homíninos. Así, los chimpancés y gorilas son capaces de comunicarse mediante señas, tanto en libertad como en cautiverio.
El caso mejor documentado es el de Washoe, hembra de chimpancé que logró conversar durante años con sus “maestros”, mediante señas.
Mucho antes de que el cerebro alcanzara su capacidad actual de cerca de 1400 centímetros cúbicos, la mano humana ya estaba presente en los primeros ancestros homíninos.
Así, Ardipithecus ramidus y Australopitecus afarensis –con cerebros menores a un tercio del humano– tenían una mano bien desarrollada hace 4,4 y 3,9 millones de años, respectivamente.
Aunque estos homíninos tenían manos casi humanas, nunca fabricaron herramientas. Esto supone que carecían de la destreza de sus descendientes del género Homo , tales como H. habilis , H. erectus , y H. neanderthalensis , los que fabricaron utensilios de piedra, concha y madera.
Estos humanos ancestrales debieron lograr la coordinación necesaria entre las manos y el cerebro para diseñar y manipular herramientas con destreza, algo que no lograron sus ancestros.
Tal pareciera que la destreza de la mano ha funcionado como un mecanismo de selección natural para la diferenciación y especialización del cerebro humano y viceversa. Lo anterior permitió a los humanos modernos diferenciarse de otros homíninos.
Los instrumentos de música encontrados en la cueva Geisenklösterle, en Alemania, o las pinturas rupestres de Altamira, en España, demuestran que el pináculo de la destreza de las manos se logró hace unos 40.000 años.
Las manos son tan importantes para los humanos que los homunculi cerebrales sobre la corteza motora y sensorial que representan las diferentes partes del cuerpo, simbolizan la mano como un miembro gigantesco, más grande que cualquier otro órgano.
Desde tiempos ancestrales, las manos se han elevado como símbolos de humanidad o inhumanidad. Ya sea la mano de Adán que se extiende para tocar la de Dios en los frescos de la Capilla Sixtina, o “la mano invisible” de los economistas incautos que saludan a manos llenas de aquellos que los patrocinan y aplauden; ellas siempre son protagonistas. Por eso, Pilatos se lavó las manos y no los pies...