
La cotidianidad de un manicomio se verá alterada por un mentiroso, quien finge locura para escapar a un crimen, pero que no contaba con que en su refugio encontraría el amor en una interna. Ellos protagonizan la comedia Los locos de Valencia, que se presenta en el Teatro Óscar Fessler.
La obra, original del dramaturgo español Lope de Vega, se estrenó el viernes 16 de abril. Los locos de Valencia es el primer montaje de la temporada Escalante Teatral 2010, que organizan el Centro Cultural de España y el Taller Nacional de Teatro (TNT).
Este loco montaje está a cargo del grupo Generaciones, conformado por egresados del TNT.
Para tratar de poner un poco de cordura entre tanto demente buscaron al director Andrés Montero, quien se asoció al escenógrafo Gabrio Zapelli para crear una propuesta postmodernista.
El colectivo de perturbados mentales es interpretado por los actores Sharon Cavallini, Marilyn Córdoba, Roy Corrales, Heiner Fernández, Andy Gamboa, Priscilla Gutiérrez, Marcela Jarquín, Tobías Ovares, Alejandro Rivera y Estíbaliz Solís.
El origen de la demencial aventura comienza en un lugar de la antigua España, cuando Floriano (Andy Gamboa) se bate en duelo con un desconocido y lo mata. El triunfador corre con tan mala suerte que su víctima resultó ser un influyente noble y político.
Valerio (Alejandro Rivera), adinerado amigo de Floriano, le propone una idea descabellada: que simule estar loco, así podrá internarse en un manicomio y cuando dejen de buscarlo el propio Valerio irá a sacarlo del lugar.
La idea convence al joven asesino, pero el destino le tenía destinada una sorpresa mayor: encontrar el amor en Erifila (Marcela Jarquín), una de las internas.
Como el amor nunca parece llevar a sus víctimas por un camino sencillo, Floriano descubrirá que su gran amigo y cómplice se enamora de la misma mujer, lo cual ocasiona una lucha.
Toda la historia se desarrolla en un lugar que parece irreal: un hospital de locos dirigido por Sor Consuelo (Marilyn Córdoba), quien hace y deshace con los internos como si fueran los peones de un ajedrez.
La escenografía es una plataforma inclinada y sobre esta se desarrolla la acción. Como si se tratara de un juego, los locos salen del “suelo”; es decir, de trampas escondidas en todo el escenario.
Lo realmente importante, afirmó el director, es que el juego escénico de los actores motive al espectador a reflexionar acerca de si para estar enamorado se tiene que estar un poco loco.
“(El amor) es una locura en la que todos de alguna manera quieren participar. Lo bonito de la puesta es ver como dos personas que huyen se refugian en un manicomio y se enamoran”, aseguró Montero.
Uno de los mayores retos del director fue tomar al Teatro Óscar Fessler, al que considera un cajón, y transformarlo en una atmósfera onírica, que sorprenda al público.
Además del abordaje temas como el amor y la locura, hay fisga contra la iglesia Católica.