Es una emoción que comienza en la punta de los pies, recorre todo el cuerpo hasta que uno siente que le va a explotar el corazón.
Una euforia de esa magnitud es la que siente un retahilero cuando, en medio del vibrar de las marimbas, la música se detiene y le llega el turno de echarse un corrido de versos para retar a un oponente, o bien para cautivar a quien tenga frente a él.
La retahíla, que hoy 25 de julio alegrará las fiestas de la Anexión del Partido de Nicoya (más conocidas como Anexión de Guanacaste) en todo el país, es una tradición heredada de los españoles, la cual fue adoptada en Venezuela, Colombia y Costa Rica, comentó Dionisio Cabal, cantautor, e investigador de la cultura popular costarricense.
Según Cabal, en nuestro país hay dos tipos de retahílas: las meseteñas, caracterizadas por ser improvisadas, y las guanacastecas, que eran memorizadas por quien las interpretaba.
“Una característica que las hace únicas es ese decantamiento de los guanacastecos por dejar los protocolos de lado y llamar las cosas por su nombre; ellos no se guardan nada”, aseguró el especialista.
Vera Vargas, representante de la Dirección de Cultura de Guanacaste, comentó que las retahílas en su provincia eran históricamente cosa de hombres. Con esto no solo aludió a quien las declamaba, sino a sus contenidos machistas y de doble sentido que caracterizan a los retahileros de “la vieja guardia”.
Esta tradición cambió con la incursión de mujeres en ese campo. A la primera de ellas, Amelita Gutiérrez, de Cañas, Guanacaste, le tocó hacer caso omiso a los que, de verso en verso, la mandaban a atender al marido o a limpiar la casa.
Con ingenio, esta guanacasteca se plantó en escena. Hoy, los más destacados retahileros de la zona reconocen que ella es una autoridad; incluso, urgen la necesidad de que ella compile su trabajo en un disco o un libro.
Sumado al aporte de las mujeres, las nuevas generaciones han usado la retahíla como un medio de denuncia de los problemas de la sociedad o, simplemente, como un medio de reivindicación de sus tradiciones y cultura.
Lo cierto del caso es que la retahíla no está en peligro, está más viva que nunca. Por eso, hoy en nuestras páginas rendimos tributo a cuatro de sus más reconocidos exponentes: Pellejo de Lora, Balo Gómez, Marielos Jiménez y Amelita Gutiérrez.
Conozca sus historias en este especial de Viva.
Pellejo de Lora, el famoso de Liberia
A la par del puente en barrio Victoria, ahí está la casa de Pellejo de Lora. Toda Liberia lo sabe porque toda Liberia lo quiere.
Su casa es imperdible: es un pequeño museo forrado con rótulos de colores que llevan escritos refranes, bombas y extractos de retahílas que ha escrito él mismo o que ha heredado de otros guanacastecos.
Afuera de su casa hay también un par de poyos que puso ahí para disfrutar la tarde. Cuando Pellejo se sienta en ellos, nueve de cada diez personas que pasa lo saluda gritándole “Pellejito”, “Pelle” o simplemente lanzando un “güipipía al aire”.Él a todos les responde y a todos les suelta la carcajada.
Pellejo, cuyo nombre real es Rafael Ángel Zúñiga, es un importante difusor de la tradición oral guanacasteca.
Él cuenta las leyendas del pueblo que pocos recuerdan; suelta bombas en los bailes y sorprende a todos con ocurrentes retahílas.
Si se le pudiera catalogar de alguna forma, habría que decir que él es un retahilero de la vieja guardia. Aprendió de coplas y versos entre los sabaneros cuando aún era chico; por eso, no es de extrañar que algunas de ellas sean un poco pícaras y que más de una feminista levante la ceja cuando se deja decir sus versos.
“Ser retahilero es alegría del alma, lo que hago no es para ofender a nadie”, dijo en uno de sus pocos momentos de seriedad.
Pero a como molesta a algunas con sus cuentos, también se ha ganado el corazón de la comunidad contando sus leyendas en escuelas, colegios y en los kínderes, a los que va con sus caites, su cacho y la vaqueta para que todos conozcan cómo se vestían los campesinos de antes.
Por eso es que a Pellejo todos lo quieren, porque él les recuerda al Guanacaste de antes, al de las casonas, al de los sabaneros, al que dejó de ser hace rato.
Ese Guanacaste que ya no está fue el que lo motivó a llenar su casa de antigüedades, por el que tiene siempre el portón abierto, para que todos, sin distinción, recuerden con él.
Pellejo de Lora dice que hace y seguirá haciendo todo eso porque no quiere que las tradiciones se pierdan. “Ya los jóvenes no se interesan en las retahílas. La gente se interesa más en la tecnología que en aprender una copla”, concluyó.
Marielos lucha contra el olvido
“Soy bagaceña neta, nata y ñata”, así se presenta Marielos Jiménez, una folclorista que rehúsa que su pueblo olvide sus raíces.
Por eso, además de incursionar en el campo de las retahílas y la tradición oral, esta mujer ha llenado las paredes de su casa con las historias que ella misma escribe sobre personajes de la comunidad.
Hay un mural para los que ya se han ido y otro para los que han hecho aportes importantes a la cultura del pueblo. Con un marcador ha escrito sobre las paredes azules los versos que ella ha creado y las bombas que también ha aprendido.
“Yo no soy una folclorista de nombre, soy una persona que pone las cosas en práctica”, aseguró.
Sus raíces de narradora oral las obtuvo de su abuelo, que le contaba historias y cuentos del pasado.
“Lo de las retahílas es una cosa más nueva en mi vida porque antes solo los hombres las decían. Un día me dije: ‘¿cómo es eso que las mujeres no dicen retahílas? ¿Cómo es eso de que si yo voy a una fiesta y un hombre me echa una retahíla, me tengo que quedar callada? ¡No puede ser mi hijita... no puede ser!’.Así fue como yo salí retahilera”, dijo.
Su vida, desde entonces, cambió.
“Yo no improviso retahílas. Las que yo digo son de ese tipo que las digo hoy y calzan perfectamente, lo mismo que si las digo en cinco años; siempre habrá una ocasión para decirlas”, explicó con propiedad.
Hoy, esto de andar echando bombas y diciendo retahílas ocupa un lugar muy importante en su corazón.“Cuando me echo una retahíla siento una cosa que me sube por las patas, que me llega al corazón y tiene que salir de mí, porque si no me atoro”, cuenta emocionada hasta las lágrimas.
Esta bagaceña coincide con sus coterráneos cuando dice que las retahílas no están en peligro, porque hay gran interés en la juventud.
Para ella, más allá de pensar que están en riesgo, lo importante es que en las comunidades se gesten espacios de encuentro para que los muchachos y los niños puedan aprender a construir los versos, a decirlos con toda autoridad, pero, sobre todo, a hacerlos suyos con el corazón.
En el corazón de la bajura está Balo
Más conocido por su etapa como músico del grupo Los de La Bajura, el talento de Eduardo Balo Gómez como creador de retahílas también da de qué hablar en Guanacaste .
“Mis primeras bombas y retahílas las escribí allá por 1999; en ese entonces, ya habíamos interpretado muchas de las que se conocían en Guanacaste, entonces, a falta de bombas y retahílas comencé a hacerlas yo mismo, desde entonces creo que he escrito unas 40 por año”, aseguró.
Para él todas las retahílas, que produce tienen que tener una razón de ser; no se trata simplemente de disparar un montón de palabras que rimen en segundos.
“Yo quería hacer una retahíla un poco más diferente a lo que se estaba haciendo entonces, algo más jocoso, algo más para pensar, e incluso para llorar. Mi dea era que las retahílas tuvieran un mensaje. Mis favoritas son las que hacen reír; me gusta llegarle a la gente por el lado amable, que disfruten”, aseguró Gómez, quien dijo que todo retahilero tiene que tener picardía y gracia, pues no es lo mismo leer un texto de forma corrida, que hacerlo con el sabor y la actitud con la que solo sabe hacerlo un guanacasteco.
A diferencia de otros colegas, Balo nunca improvisa retahílas; él las escribe con paciencia en su estudio, ubicado en el corazón de Santa Cruz.
Balo, que asegura que nunca se ha sentado a contar cuántas retahílas ha escrito a lo largo de su vida, ni siquiera a aprendérselas de memoria.
Agrega que en el país hay un gran interés de parte de las generaciones jóvenes por perpetuar la tradición.
“Con Los de la Bajura por todo lado nos encontramos chiquitos y gente joven que se sabe las retahílas que hemos hecho y que está interesada en hacer sus propias creaciones.En ese sentido ha ayudado mucho la tecnología porque cada vez más gente tiene acceso a videos, canciones y más información”, destacó.
Además, alabó el hecho de que las retahílas ya no son sinónimo de comentarios machistas y punzantes a las mujeres, sino medios incluso de manifestarse en contra de los problemas cotidianos.
Amelita pone a los hombres en jaque
¿Quién dice que las mujeres no pueden decir retahílas? Quien se atreva tendrá que enfrentarse en un duelo verbal con la cañera Amelita Gutiérrez.
A sus 60 años, esta asistente de laboratorio pone en su lugar a todo aquel macho que se quiera pasar de listo con ella.
Lo más curioso, y lo que hace que sus aportes sean alabados por personas de todos los cantones guanacastecos, es que doña Amelita no prepara sus retahílas con anticipación; ella se las inventa sobre el escenario y con cientos de almas viéndola.
“Es algo espontáneo. Yo escucho lo que me dicen, veo las personas que están a mi alrededor, y ahí voy creando los versos”, comentó.
Según dijo esta artista, ella siempre disfruta decir una retahíla, pero más las goza cuando las acompaña del Punto guanacasteco o bien cuando un caballero se atreve a “torearla”. En ese instante las palabras y los versos fluyen como el agua.
En cuestión de segundos Amelita, que tiene una voz bajita, no solo ha logrado responderle a quien la reta, sino ponerlo de una vez por todas en su lugar.
No lo hace de forma grosera, ese no es su estilo, las retahílas de esta simpática señora pueden ser escuchadas por cualquier persona, de cualquier edad y nadie se ofenderá.Para ella lo importante es que con sus versos su público la pase bien y que quien la escuche disfrute tanto o más como ella lo hace.
Amelita Gutiérrez también trabaja para la Caja Costarricense del Seguro Social y se pensionará a finales de este año.Con gran ilusión quiere que este retiro sea el inicio de un bonito proyecto artístico, uno en el que pueda ayudar a los jóvenes y a los niños a involucrarse en ese mágico mundo, en el que parece que ella hace de la vida una retahíla.
Además, espera que llegue el momento en el que se pueda dedicar a compilar algunos de tantos versos que escribe; esto ya vendrá.