Tres hombres recorren un escenario atravesado por elásticos. Emerge así una especie de laberinto en el que ellos accionan de forma misteriosa. Nada nos dicen por ahora. Solo son cuerpos a la espera de convertirse en personajes. De pronto, una pista sonora de voces en reversa nos sugiere la mecánica de los aparatos reproductores de sonido e imagen. Entramos, sin mayor protocolo, al mundo de las ficciones audiovisuales.
Play se estructura sobre la base de tres historias independientes en las que el público elige un lugar. Los intérpretes, a su vez, improvisan las circunstancias dadas de los personajes que lo habitan o frecuentan. Cada historia se divide en el planteamiento, desarrollo y desenlace de un conflicto. El modelo remite al paradigma de la dramaturgia audiovisual de corte aristotélico, sistematizado por Syd Field, entre otros.
Esto es lo único preestablecido en Play . Lo demás va surgiendo de la entrenada creatividad de Andrey Ramírez, Javier Monge y Rolando Salas. Diez años de tablas en común y mil batallas escénicas permiten el avance y giro de los acontecimientos a partir de estímulos dosificados con la técnica de la improvisación teatral. Bajo esta dinámica, los cuerpos del inicio se transforman en todo tipo de caracteres realistas o fantásticos.
Las situaciones tienden a ser jocosas pero también es claro el uso de códigos del drama y el melodrama. Los personajes se organizan en duplas que llevan el peso de la acción, mientras que un tercero permanece atento por si fuera necesario dinamizar el conflicto. Como apoyo, el elenco recibe, desde la cabina, un aviso musical para marcar el fin de cada parte.
En el escenario, los elásticos no solo delimitan el desempeño de los actores. Además, son metáfora de los nudos de la trama, entendida en su doble acepción de estructura narrativa y de conjunto de hilos enlazados. Al modificar el amarre de los elásticos, el equipo de improvisadores ilustra las maniobras que ejecuta con los hilos de sus historias. De esa manera, la metáfora se vuelve guiño inteligente.
A pesar de su claridad de conceptos, la propuesta tendió, en exceso, a la resolución verbal de las situaciones. El trabajo corporal de los intérpretes se enfatizó durante las cortinas musicales, cuando era importante sostenerlo en todo momento. Esta carencia aletargó algunos pasajes en los que el material narrativo pareció trabarse en diálogos repetitivos.
Al llegar a los tres desenlaces, los actores fueron soltando los elásticos de sus anclajes. El nudo (conflicto) se deshizo y las voces en reversa sonaron, de nuevo, para cerrar el montaje y, de paso, un ciclo de diez años.
Sin embargo, me quedó la sensación de que Play estuvo lejos de alcanzar el alto nivel interpretativo, la frescura y la sorpresa de los recordados Impromptu inédito de Marcio Evelio ( 2008) o Vidas (2011).
Improviso un poco y juego a especular si este coqueteo del grupo con la dramaturgia audiovisual es un anuncio –en clave– de novedosos retos y plataformas de exposición para el decenio que comienza. A fin de cuentas, solemos cerrar ciclos cuando sentimos la necesidad de iniciar otro.
Ficha artística
Dirección: Javier Monge.
Elenco: Andrey Ramírez, Javier Monge, Rolando Salas.
Escenografía Mariela Richmond.
Iluminación: Rafa Ávalos.
Vestuario: Michelle Canales.
Video: Esteban Moscoso.
Fotografía: Adrián Arias.
Espacio: Teatro Giratablas.
Fecha: 29 de mayo de 2016.