Hace cuatro años, Camila Fernández cuando supo que quería ser bailarina. La costarricense ha sido estudiante de la Escuela de Ballet Clásico Ruso desde sus cuatro años y, durante las últimas tres producciones de El Cascanueces, ha llevado sobre sus hombros, piernas y brazos, el rol del Hada de Azúcar.
Esta semana partirá hacia Bulgaria para trabajar con una de las más longevas instituciones de artes clásicas de ese país, el Ruse State Ballet –el teatro de la ciudad de Ruse tiene también una ópera y una filarmónica–.
"Decidí que quería ser bailarina el primer año que bailé como Sugar Plum en El Cascanueces", dijo Fernández en entrevista. "Me di cuenta lo que es, de verdad, bailar algo muy difícil y tener el peso de la producción encima. Es un trabajo mucho más serio de lo que uno cree. Eso me hizo darlo todo. Es el papel más difícil que he bailado en mi vida", añadió.
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Fernández se incorporará al cuerpo de baile del ballet de Ruse a partir del 15 de marzo. La primera producción que bailará será El lago de los cisnes, en abril próximo.
"Simplemente es estar en un escenario, asumiendo un reto. A mí también me encanta lo que hace un cuerpo de baile", asegura. "El cuerpo de baile me fascina porque es literalmente uno bailando y respirando con un montón de amigas".
La bailarina tica cuenta que realizó varias audiciones para compañías de Europa. Ahora que fue aceptada en una de ellas se siente orgullosa de poder aplicar para un trabajo como bailarina, después de que empezó a practicar la disciplina artística como si fuera un pasatiempo.
"Lo que más me emociona es que, finalmente, me puedo dedicar 100% a esto y que lo estoy haciendo como mi trabajo", dijo. "Lo que yo necesitaba era un lugar para empezar y desde ahí puedo seguir creciendo. Me emociona mudarme a Europa del Este que es donde nació el ballet. Es un lugar tan clásico y con tanta tradición".
La Escuela de Ballet Clásico Ruso también tiene otra de sus estudiantes en una compañía internacional. Margarita Peralta trabaja, desde el 2011 con el Ballet del Teatro Colón (Argentina).
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Una vida de pasión
La directora de la Escuela de Ballet Clásico Ruso, Patricia Carreras, aseguró que Fernández siempre fue una estudiante y una bailarina apasionada.
Carreras dirigió a Fernández desde pequeña en El Cascanueces y los maestros de la Escuela María Monakhova y Anatoli Danilytchev (ambos exbailarines de la Compañía Bolshoi de Moscú) la formaron en la disciplina.
Fernández describe al ballet como su "segunda familia" y a todos sus formadores de la escuela como si fueran sus papás.
"Me han enseñado que no me puedo conformar con nada y que no puedo comparar con nadie, que yo me rijo por mí", aseguró Fernández.
Carreras recuerda haber discutido sobre la pasión y decisión de la bailarina cuando ella todavía era una niña, entre los 11 y 12 años.
"Ella estaba esperando a salir a escena, con el telón abierto, y se me acercó, me apretó el brazo y me dijo: '¡Qué emoción, para esto trabajo todo el año!'. Yo supe que Camila iba a ser bailarina, pasara lo que pasara", explicó Carreras.
Fernández también se involucró en un proyecto de extensión social con el programa de ballet de la Fundación Casa de los Niños en el cantón de Tirrases, en Curridabat.
Junto a otras bailarinas ha trabajado durante los últimos cuatro años formando a niñas de la comunidad en ballet. A la fecha, son 20 niñas las que forman parte del programa.
"Yo no siento que esté dejando nada (en Costa Rica). Me las estoy llevando conmigo. Es un sacrificio que no solo hago por mí sino por mi familia, mis alumnas y mi país. Lo hago por elevar el pueblo al arte. Quiero enseñarles a las chicas que también pueden ser bailarinas y que hay que luchar por los sueños", aseguró Fernández.