Mientras el artista Richard Hamilton revelaba el collage ¿Pero qué es lo que hace a los hogares de hoy día tan diferentes, tan atractivos?, el presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, había sido derrocado por un golpe militar. En el año 1956, cuando se edificaba la cultura pop, Guatemala pasaba por una de sus sacudidas más dramáticas.
Moisés Barrios es un artista de la publicidad que vivió los golpes de aquellos acontecimientos en Centroamérica. Ahora, a sus 68 años de edad reside en Ciudad de Guatemala, a 16 km del centro.
Dice él que su hogar es un sitio caótico: “Guatemala es difícil para el arte contemporáneo; es un ambiente conservador. En materia económica, el poder en Guatemala está concentrado en pocas manos, y los llamados coleccionistas artísticos son muy pocos”, describe con la certeza que le ha dado una carrera de 28 años en el arte.
Para mayor incomodidad, el artista centra su trabajo en las cicatrices de las guerras que marcaron la segunda mitad del siglo XX en la región. “Era un periodo donde las cosas pudieron haber cambiado, pero no lo hicieron; todo se frustró. Las consecuencias de lo que se vive ahora están en ese pasado”, dice. Barrios sostiene que la crónica roja que protagoniza Guatemala tiene un origen: la intervención extranjera que defendió con metralla las ambiciones de las compañías bananeras.
Los comentarios de Moisés Barrios son de pintura amarilla, como cáscaras de banano que llenan Bananópolis, en la Galería Equilátero. Según el artista, ese fruto es la mejor manera de retratar al poder en Centroamérica.
Patrón amarillo. La exposición reúne fragmentos de trabajos previos de Barrios, como la serie Contaminaciones. Uno de ellos está basado en obras del inglés Richard Hamilton. Mediante la pintura, Barrios transformó los recortes de revista norteamericana que Hamilton incluyó en el año 1954.
Allí se ve el modo de vida que los norteamericanos plantearon en Inglaterra después de la II Guerra Mundial: los electrodomésticos, la felicidad de la ama de casa, los músculos torneados...
Los hábitos de consumo extendieron la cultura de los Estados Unidos y, por tanto, su influencia política y económica: Hamilton y Barrios coinciden y conversan en los lienzos, cada uno desde su tierra y su época.
Barrios señala que la violencia en Centroamérica continuó a pesar de los tratados de paz; para él estamos en un nuevo ciclo designado por el crimen organizado. “Hay nuevos poderes que sustituyeron el choque ideológico de las guerrillas. Los intereses de ahora son muy oscuros”, opina.
El artista considera que las compañías bananeras no son un protagonista en este nuevo ciclo, pero describen claramente el proceso que se dio en Centroamérica desde mediados del siglo XIX. La fruta es un patrón; las bananeras sirvieron de modelo para todas las corporaciones que vinieron después al istmo. “Allí es donde veo la vigencia de la bananera”, dice Barrios.
Pintura persuasiva. La muestra también incluye pinturas al óleo de gran formato, donde Barrios dedicó los trazos a la marca de ropa Banana Republic.
Más de una veintena de años en el área de la publicidad hace que Barrios esté muy familiarizado con el poder de persuasión que tienen las imágenes impresas, y que su estilo siga las líneas del canon publicitario de los Estados Unidos, una gigantesca influencia cultural.
Según él, los artistas no pueden escapar de esa influencia, pero pueden intentarlo. “Al artista le queda la ironía. Su trabajo no es reivindicar o corregir; no se va a zafar de ese poder inmenso”, comenta.
Sin embargo, Barrios señala que las personas deben tomar conciencia de esa realidad y compartir sus observaciones: “La historia es ineludible. Aunque no te guste, pertenecés a ella”. Para él, la historia de influencias y rebeliones en Centroamérica le permiten ser un artista pop.
Poder pop. Bananópolis es el título del libro donde Moisés Barrios reúne la parte más reciente de su trabajo. Las piezas partieron de recortes de revistas. Luego, el artista vertió una veladura de acrílico amarillo sobre la imagen y espesó la pintura; el tapiz de bananos invade la publicidad, la moda, el cine, la fotografía...
“Bananópolis oculta parcialmente las páginas que alguna vez formaron parte de Artforum, revista mensual que dicta el quién es quién del arte contemporáneo... Se muestra a un Andy Warhol invadido de cáscara de banano; se recuerda una exposición de Max Ernst, inaugurada bajo el sugerente título de Sueño y revolución y otra a cargo de John Baldessari, con quien Moisés comparte el gusto por la anulación identitaria y la apropiación de materiales de diversa procedencia”, apunta el cineasta Jurgen Ureña en el prólogo del libro.
Bananópolis es un país sin fronteras. “Cuando uno trabaja, no hay que razonar; las manos se encargan de quitar y poner. Si el resultado te gusta, lo trabajás más”, describe Barrios.
“Uno siempre tiene un monólogo que guía a través de la historia. Eso te hace sentir como un ciudadano consciente que debe decir cosas, que ha pensado mediante su arte”, dice Barrios y añade que Bananópolis no está dirigido a un público; nadie lo está pidiendo.
El estilo del libro es una idea que el pintor ha seguido desde 1996. Aún así, destaca que la etapa actual se enfoca en una cultura mucho más global, en lugar de hacer comentarios exclusivos de la cultura americana. La pintura cubre piezas de Europa y de China; el consumo moderno no distingue ideologías.
En Bananas (1971), filme de Woody Allen, el nuevo dictador de San Marcos ordena que todos deberán hablar sueco; en el libro de Moisés Barrios, la cultura siempre nos vende bananos. En algunas ocasiones, el poder es un exceso absurdo.