Partió un referente –quizá el más polémico– de la cultura costarricense, aquel cuyos comentarios críticos todos leían para estar a favor, en contra o, simplemente, permanecer informados. Aquel hombre culto y provocador que desataba furibundas reacciones, que elogiaba, ponderaba y destrozaba, si era necesario, aspectos de los montajes teatrales y las presentaciones musicales; todo, con una pluma afilada y prodigiosa, fuertes argumentaciones y un humor y fisga que no pocas veces rayaba en la irreverencia.
A los 75 años, Andrés Sáenz Lara falleció a causa de una fibrosis pulmonar, que se le diagnosticó hace un año y medio.
De forma discreta, el prestigioso crítico se alejó de los teatros y veladas culturales en los últimos meses para ocuparse de su salud. Murió el jueves por la noche en su casa en Tibás, acompañado por sus dos hijos: Laurencia y Andrés.
Al alajuelense de nacimiento, con aires de caballero inglés y un inseparable sombrero panamá, se le recuerda como actor, director teatral, traductor, profesor universitario y, sobre todo, como disciplinado crítico con una labor ininterrumpida de 35 años en el medio cultural costarricense, que se concentró, en especial, en el acontecer teatral y musical de Costa Rica.
Su travesía por la crítica de arte comenzó a finales de la década de 1970. En 1978, se convierte en crítico de teatro de Contrapunto , órgano adscrito al Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart), que dirigía Eugenia Sancho.
Entró, dos años después, a La Nación a sustituir temporalmente al crítico Rafael Ángel Herra.
A partir de entonces, es historia conocida: se queda como el crítico titular en teatro; además, desde 1985, se encarga también de los comentarios críticos de música académica y ópera. Así fue por 33 años, cuando su enfermedad lo obligó este año a dejar de encargarse de estos temas que tanto lo apasionaban.
¿Cómo llegó este actor y director formado en prestigiosas escuelas londinenses a dedicarse al ingrato oficio de la crítica? Cayó allí por accidente, según le confesó a María Lourdes Cortés en una entrevista que se publicó en la Revista Dominical , el 18 de junio del 2000.
“Estaba a punto de contraer matrimonio y (se sonríe) había logrado hacer convalidar mis títulos del extranjero con la equivalencia de una licenciatura en Teatro, cuando gané un concurso de antecedentes para una plaza de apreciación de teatro en el Sede Regional de la UCR en Guanacaste. Esto me daba una estabilidad laboral frente a mis nuevos compromisos como pater familias . No obstante, me obligaba a estar cuatro días en Guanacaste, por lo que no podía participar en montajes ni ensayos. De modo que vi en la crítica una manera de mantener contacto con el movimiento teatral del país, que a fines de los años 70 era muy fructífero. Además, la crítica de entonces no reflejaba verdaderamente lo que estaba ocurriendo en el país, en ese sentido”, contó en ese momento.
Su aporte. Tras su concienzudo y consistente ejercicio, Andrés cosechó los más variados epítetos de sus amigos, seguidores y enemigos. Los calificativos innegables y que repiten sus lectores son valiente, irreverente, disciplinado, profesional, riguroso y desmitificador.
También, nadie niega que su labor tuvo tanto impacto que, desde antes de morir, se le considera un referente en los temas de artes escénicas y música; es más, la periodista Lorna Chacón lo llamó “un faro independiente”, quien siempre emitió un criterio, una voz disonante, en una sociedad dada a evitar la confrontación.
“Su gran contribución fue una distancia crítica con humor y un gran rigor intelectual... Esta es una sociedad de los elogios mutuos, que es sumamente endogámica, donde todos nos conocemos y nos tapamos los defectos; y Andrés, con esa elegancia en la vida y la escritura, trató de mirar los fenómenos culturales (teatro y música) con esa distancia crítica, en la que convivía el humor, que a veces se convertía en una mirada un poco satírica, pero con un gran rigor y precisión que era reconocida a los mejores actores y directores”, comentó el escritor y profesor Carlos Cortés.
Eddie Mora, director de la Orquesta Sinfónica Municipal de Heredia, músico y compositor, destacó que Sáenz no solo formó opinión, sino que se convirtió en el narrador de los acontecimientos culturales en teatro y música. Además, aseguró que fue muy sana y enriquecedora la discusión que generaba con sus comentarios.
Iván Rodríguez, viceministro de Cultura y músico, lamentó lo que pierde el medio artístico. “Es una lamentable pérdida que se sentirá mucho; no solo en su familia, sino también para el medio artístico y periodístico de nuestro país. Andrés fue un crítico que muchas, muchas, muchísimas veces causó polémica, y pienso que eso es requerido en este ambiente. La confrontación de ideas y de propuestas mantiene a nuestro sector atento y movilizado. Andrés no fue complaciente y eso es mejor para el arte que el aplauso sin fundamento”, detalló Rodríguez.
Debido al ojo aguzado de Sáenz, muchas instituciones y entes privados deben tener más cuidado con su producción. “Andrés Sáenz se constituyó en una persona que obliga a las instituciones a hacer un control de calidad”, asegura Gonzalo Castellón, tenor y abogado.
Además, Sáenz pareció no temerle a nadie, ya que, según Castellón, se encargó de acabar con las “vacas sagradas” y poner en perspectiva su aporte. Y es que muchas figuras muy conocidas de nuestra cultura fueron alcanzadas con sus dardos insistentemente.
El pianista Jacques Sagot no pudo ser más claro: “No hay profesión en el mundo tan difícil como la de crítico. Ingrata, generadora de anticuerpos, rara vez apreciada, pero los hechos son claros: la música es mejor hoy en Costa Rica que hace 30 años. Don Andrés tiene un papel innegable en este proceso. Su crítica tuvo un rol modelador sobre el criterio y la sensibilidad musical del país”.
Tras una vida plena, dar qué hablar desde las tablas y desde el periódico, dos hijos (Laurencia y Andrés) y cientos de críticas, Sáenz nos dejó con el convencimiento de que el crítico se debe al público y que este es un oficio para valientes y entendidos. ¡Descanse en paz, irreverente crítico!