Londres. Lucian Freud, fallecido el miércoles en Londres a los 88 años y hasta entonces el pintor británico vivo más cotizado, pasará a la historia como uno de los grandes genios de la pintura realista y figurativa.
Sus obras, que tanto pueden ser íntimas y afectuosas como en algunos casos perturbadoras, aunque siempre francas, se caracterizan por la penetración psicológica que hace el artista de sus modelos, a los que disecciona con los trazos de su pincel.
Los cuadros de Freud muestran a sus personajes, en general retratados bajo una luz potente, con todo lujo de detalles y un realismo extremo, revelando un riguroso examen de la relación entre el artista y sus modelos.
“Sus primeros cuadros redefinieron el arte británico y sus últimos trabajos pueden compararse con el de los grandes pintores figurativos de cualquier época”, manifestó el director de las galerías Tate, Nicholas Serota.
Freud decía que su pintura era autobiográfica, que pintaba “a la gente que le interesaba y que le importaba”.
Era un admirador de Francis Bacon, de quien pintó un conocido retrato, y entre sus modelos se contaban tanto gente corriente como famosos, incluidas la reina Isabel II, a la que capturó muy poco favorecida, y la modelo Kate Moss, cuyo retrato de cuerpo entero –tampoco especialmente favorecedor– se subastó en el 2005 por unos 4 millones de libras.
Nieto del psicoanalista Sigmund Freud, Lucian nació en Berlín en 1922 y emigró con su familia al Reino Unido en 1933, cuando tenía 10 años, escapando del incipiente nazismo. Se convirtió en ciudadano británico en 1939.
Freud formó parte del grupo de artistas figurativos conocido como “la Escuela de Londres”, del que él mismo y Francis Bacon era las figuras principales.
Aunque como pintor se inició en el surrealismo, fue evolucionando hacia una pintura figurativa y realista, siendo algunas de sus obras más destacadas Supervisora de ganancias durmiendo y el autorretrato Reflejo.
Aunque sus obras se exponen en galerías de todo el mundo, la mayoría están en colecciones privadas.