
Al mexicano Guillermo del Toro le gustan los cuentos de hadas, las historias góticas y las parábolas cristianas. Sus películas viven en el límite entre lo posible y lo increíble.
En su primera cinta con nominaciones a los Óscar, El laberinto del fauno (2006), lo posible era la Guerra Civil española. Lo increíble era un laberinto con suficiente magia como para transportar a una heredera única desde la opresión del régimen franquista hasta un fantástico reino subterráneo.
Por otro lado, lo increíble es más sencillo de explicar: una historia de amor entre una mujer sorda y una criatura que vive en el agua.
“Una noción muy católica es la fuerza de la humildad que se revela como una figura similar a la de Dios, al final. También lo usan en los cuentos de hadas. En esos cuentos, de hecho, hay toda una clase de historias sobre peces mágicos. No es un secreto, el pez es un símbolo cristiano”, explicó Del Toro en entrevista con una estación de radio de NPR.
Con su simbolismo, su tratamiento estético y las actuaciones de sus elenco, La forma del agua se apropió de 13 nominaciones a los futuros Óscar.
De ganar en la categoría de mejor director, Del Toro se convertiría en el tercer cineasta mexicano en obtener el galardón en la historia (el récord sería aún más importante porque los premios anteriores para Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu se entregaron en esta última década).
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Además de esos reconocimientos, la cinta apareció en más de 40 listas de las mejores películas del 2017, en diferentes publicaciones internacionales.
Ahora, la película puede disfrutarse en distintas salas del país (se estrenó el jueves).
Este sábado, a la 1 p. m., el Club Magaly del Cine Magaly ofrecerá una función especial con cineforo para discutirla (el precio de la entrada en el sitio cinemagaly.com es de ¢2.950)
Década peligrosa

El romance de La forma del agua nace en un laboratorio militar de la guerra fría.
La actriz británica Sally Hawkins –nominada como mejor actriz en los Óscar– es Elisa Esposito, una mujer muda que vive en un apartamento sobre un cine de antaño y que tiene una vida, en apariencia, anodina.
Tiene la rutina doméstica de despertar, tomar un baño de tina, masturbarse, alistar huevos duros para la merienda y, antes de salir, arrancarle una hoja más al calendario.
En su trabajo en el laboratorio, poncha la tarjeta de ingreso y agarra el palo piso en silencio.
Sus únicos dos amigos son aquellos que logran traducir su lenguaje de señas: un vecino gay y una compañera de trabajo negra (interpretados respectivamente por Richard Jenkins y Octavia Spencer, ambos fueron nominados como mejores actores de reparto).
“He estado en la realidad de los años sesenta en tres ocasiones y amo que Guillermo del Toro pintó un mundo muy diferente para que nosotros existamos”, describió Spencer en una entrevista para el Los Angeles Times (la actriz es conocida por las películas de época Historias cruzadas del 2011 y Figuras ocultas del 2016).

“Todos nuestros personajes tienen sus vidas, no estamos solo para servir a la trama sino que tenemos nuestros propios mundos con los que estamos lidiando. Elisa y la criatura son los que nos unen”, dijo Jenkins en la misma entrevista.
Las relaciones de Elisa no son arbitrarias.
Las personas que la pueden comprender, las que leen sus manos mientras hablan, también son rarezas para la sociedad. Su vecino Giles es un homosexual en una época en que su orientación es ilegal; su amiga Zelda es una mujer negra en una era en la que su raza era públicamente segregada y agredida.
“Leer el guion fue muy emotivo para mí”, aseguró Hawkins a la revista Deadline.
“Decía mucho sobre vida y mortalidad, sobre lo pequeños y vulnerables que somos. Me habló sobre opresión y supresión, sobre las grandes y oscuras fuerzas de nuestro mundo. Aún así, del otro lado existe una historia increíble sobre una fuerza gentil y poderosa. Es el amor que, como el agua, puede cortar hasta una piedra. Guillermo habla hermosa, profunda y inequívocamente sobre eso en su obra”, dijo la actriz.
Amor transparente

El corazón de la película de Guillermo del Toro es un ensayo sobre el amor.
En una de las escenas más íntimas, Elisa mira de reojo hacia su amigo Giles durante la consumación de un abrazo. La película conecta a todos los personajes en una misma sensación.
“Somos animales: recibimos el sonido, recibimos la energía de los otros”, dijo Hawkins a la revista Rolling Stone. “El amor va más allá de las palabras, gestos, los sentimientos que alguien te da o que recibes de otros. Cualquier palabra fracasa en expresar la verdadera naturaleza del amor y por eso es que la historia de Guillermo del Toro es tan brillante”, añadió.
Como ocurrió con El laberinto del fauno, la fantasía que usa Del Toro sirve para transmitir sentimientos familiares pero exacerbados por las circunstancias increíbles (como también lo hacen los cuentos de hadas y las historias bíblicas).

“La película es sobre conectar con el otro. La idea de la empatía, de que nos necesitamos los unos a los otros para sobrevivir”, explicó el director mexicano a NPR.
Del Toro ha repetido en varias ocasiones que considera que el amor es “una fuerza de la que estamos asustados de hablar ahora”.
Al cineasta mexicano le preocupa crear una historia fantástica para adultos que tenga la misma magia que los cuentos que se crearon para los niños.
“Por eso es que el título original del guion que escribí era Un cuento de hadas para tiempos problemáticos (A Fairy Tale for Troubled Times, en inglés) porque creo que es una película que es increíblemente pertinente y casi como un antídoto para el cinismo y desconexión que experimentamos día con día”, dijo Del Toro a NPR.
Monstruo de 1954, héroe del 2018

Si el monstruo de La forma del agua parece familiar, lo es. Guillermo del Toro inspiró a su criatura acuática en un símbolo del cine clásico de terror: Creature from the Black Lagoon (1954).
En el 2002, el cineasta estuvo involucrado en una reinterpretación de la cinta para para el estudio Universal (dueño de los derechos). Sin embargo, nunca ocurrió.
El director de 53 años le dijo a Variety que vio la película cuando tenía seis. En la cinta que él interpretó, el monstruo acuático y el personaje de la actriz Julie Adams estaban destinados a terminar juntos.
“Decidí que algún día lo iba a corregir”, dijo Del Toro.
Con un presupuesto de $19,3 millones, la película invirtió sus efectos especiales en crear un traje adecuado para el actor Doug Jones (quien es un viejo colaborador del director y ya se ha transformado de forma fantástica en otras películas suyas como El laberinto del fauno y Crimson Peak).
El diseño del traje fue responsabilidad del artista Mike Hill, a quien le dieron instrucciones de crear un protagonista masculino y no un monstruo como el de Creature from the Black Lagoon.


“Lo que le interesaba a Guillermo era darle al hombre pez un alma, una personalidad, un corazón, por así decirlo”, explicó Hill a la revista Vanity Fair.
El equipo de efectos especiales también puso atención especial en crear la fantasiosas escenas submarinas. Solamente que no fueron grabadas en un tanque de agua.
“No podíamos costear un tanque de agua enorme. Llenamos el escenario con humo, grabamos en cámara lenta, usamos un ventilador para crear el movimiento de la tela y el pelo. Colgamos muebles y un piano con cables. Añadimos el agua y los peces de forma digital”, explicó Del Toro a Variety.
Con una película de época, el director se preocupó por conectar a su público con la estética regia de las producciones del viejo Hollywood.
“Quería que fuera una cinta clásica, como de Douglas Sirk. Necesitábamos movimientos de ese tipo de cine. Es una película que está enamorada con el cine”, aseguró el cineasta a Variety.
