Hace 30 años que John Carpenter nos dio una película claustrofóbica y permeada de ansiedad, con el título de
La versión de hoy es lo que algunos llaman “precuela”, esto es, filme que se exhibe después de otro, pero cuyos acontecimientos se dan antes. De hecho, el final del que ahora comento empata singularmente bien con el comienzo del anterior largometraje de John Carpenter.
Sin embargo, al ver el suceder de la trama, con secuencias o vicisitudes semejantes, más me parece estar ante un refrito o –al menos– ante una “precuela” cargada de guiños en favor de Carpenter. El filme inicia con imponentes panorámicas de una geografía avasalladora: la Antártida, donde se da una misión científica noruega mantenida en secreto.
Así sabemos del descubrimiento de cierta presencia alienígena, o sea, de “algo” (una cosa) dentro del hielo. La avaricia se hace presente, porque los descubridores de tal hallazgo solo piensan en enriquecerse con ello. Con lo que no cuentan tales científicos y su personal es que “la cosa” tiene vida.
La criatura se escapa y, peor, tiene la habilidad para cambiar de forma a voluntad, mejor que un camaleón. Así, puede convertirse en copia perfecta de cualquier ser humano. En otras palabras: cualquiera de los humanos ahí presente puede no ser humano, sino una imagen hecha a imagen y semejanza por “la cosa”.
La paranoia se extiende como chisme pueblerino entre los científicos, quienes van siendo clonados y muertos de uno en uno. ¿Cuál es el final de dicha tragedia? Esto es fácil de adivinarse por quienes hayan visto la versión de John Carpenter.
El problema de esta “precuela” es su falta de intensidad anímica. Es un retrato poco emotivo de los acontecimientos. El filme no logra ir adentro de sus personajes, no sacude las emociones o miedos de sus personajes y pierde la angustia claustrofóbica con la que debió habernos impactado. No pasa de ser una aventura con bichos feos o “cosas” desagradables.
Los efectos especiales son buenos, pero no logran darle intensidad: a esta película le falta esa “otra cosa” llamada el alma de un filme. Las malas actuaciones agudizan la superficialidad del relato, narrado a empellones y a punta y de sonidos fuertes de la banda sonora, estrépitos para “asustar” (nada más).
Resulta interesante la presencia, esta vez, de mujeres en la estación científica y ver cómo la intuición y la inteligencia femeninas se van imponiendo dentro de la lógica interna del argumento. De hecho, con la presencia del personaje encarnado por la actriz Mary Elizabeth Winstead tenemos las mejores secuencias. ¡Apenas para evitar el desastre total de la película!
Sin el suspenso encarnado, tampoco la emoción se encarna en el público y menos en uno como crítico prolijo y hasta latoso. No me atrevo a recomendarles esta cinta. Es mejor revisitar la oferta de John Carpenter, sin duda.