Desde tiempos lejanos, diversas brujas han hecho de los bosques su refugio o, como se dice, su lugar de condiciones apropiadas para vivir tranquilamente con sus aquelarres y demás realidades.
El cine confirma dicha rutina y nos llega ahora el filme tailandés La bruja del bosque (2017), dirigido por Rich Ragsdale, quien se ha tomado el asunto con más efectismo de la cuenta, apoyándose en sustos excesivos, tan presentes en el cine de terror actual.
Son golpes de efecto: algo sorpresivo que salta como imagen en la pantalla y con bulla musical que la corea. Esta vez, lo bueno es el paseo que nos da la cámara por algunos sitios de Tailandia para impregnarle a la película un toque exótico que –por momentos– le funciona bien.
Esta vez no tenemos exactamente una casa embrujada en medio de una región boscosa, sino que estamos ante un grisáceo cementerio selvático donde se levantan altares para honra de los muertos. Se trata de un uso tailandés que el filme trae a este cine de terror, lo que le da un toque original y más sugestivo.
La costumbre es que los espíritus vivan ahí en paz. Sin embargo, con la trama de La bruja del bosque sucede que unos molestos forasteros ingleses llegan a fastidiar el descanso de un espíritu vengativo, quien es una japonesa vista como bruja, y así se inicia la cadena de asuntos que pasan por el horror tradicional.
Para combatir a dicha bruja es necesario una especie de exorcismo. Ante eso, los personajes transitan por los bajos fondos tailandeses, mientras la película muestra los grados de degradación que ahí persisten entre drogas, sexo y atavismos incivilizados.
Esta es la parte menos mala del filme, o sea, la exhibición de lo grotesco. Lo demás cae por su propio peso, con una pareja que se quiere, hace el amor y está por comprometerse. No obstante, por andar en tales cementerios, ella, guapa moza, cae en las garras de la bruja del bosque, hechicera salida de su altar para pena constante de la muchacha y, en menor grado, de nosotros los espectadores.
Por culpa de esa situación, nos toca ver imágenes machaconas y cansinas con espectros a bordo. Siempre más de lo mismo, porque el filme comienza a girar sobre su propio eje de manera cada vez menos creativa. Es una lástima que suceda eso.
Así, se pierde el suspenso e igual se pierde el horror, mientras el filme se llena de soluciones fáciles para situaciones difíciles (es su contradicción narrativa). Igual, los personajes se desdibujan más pronto de lo previsible y el guion termina siendo excusa para usar la cámara y no más.
Los vericuetos que traía la película se tornan incluso tontos y el trazado de situaciones se desgrana de mala forma, al punto que el papel de la actriz principal, la conocida Scout Taylor-Compton, no pasa de exclamar gemidos y de bailar contorsiones, supuestamente poseída.
Para retomar al cineasta brasileño Glauber Rocha, La bruja del bosque es de esos filmes donde el esquematismo genera un “sub-arte” de imitación. De nuevo he de decir, como líneas atrás, ¡lástima!
LA BRUJA DEL BOSQUE
Título original: Ghost House
Tailandia, 2017
Género: Terror
Director: Rich Ragsdale
Elenco: Scout Taylor-Compton, James Landry
Duración: 99
Cines: San Pedro, Studio, CCM
Calificación: DOS estrellas ( * * ) de cinco posibles