
He aquí una película que camina a dos aguas con el tema de la inmigración en Estados Unidos. Por un lado, intenta ser crítica frente al trato que reciben los inmigrantes y, por otro, se equilibra al sostener –con su trama– que también es posible ser bien recibido en dicho país.
Por ahí navega el filme
Con una actuación pausada, pero llena de simbolismo humanista, de parte de Harrison Ford, vemos cómo en un país erigido como emblema de la libertad, en contrasentido, los inmigrantes (sobre todo latinos) son más perseguidos que el tráfico de drogas. No solo eso, también muestra las contradicciones internas en el mundo de los propios inmigrantes (asiáticos) y la intolerancia para con otros (árabes).
Igual, vemos las artimañas de quienes se valen de triquiñuelas para alcanzar ciudadanías (el caso del joven judío) y de la corrupción de funcionarios para concederlas (chantaje sexual con la joven australiana).
El cierre argumental, como es de suponerlo, pasea la cámara por la vigilada y amurallada frontera entre Estados Unidos y México, mientras hay quienes sí logran alcanzar la famosa tarjeta verde.
Como ven, no se trata de un largometraje inocente con respecto al tema, aunque –por momentos– resulta superficial y evade lo más lacerante de este. Sucede cuando el filme busca ser más comedido o balanceado. Entonces, las distintas historias narradas carecen de intensidad.
Se trata de un filme llamado coral. Son distintos episodios que no tienen relación entre sí, pero que –poco a poco– se muestran como diferentes rostros de una misma realidad, por lo que las imágenes saltan de una situación a otra, aunque no siempre con la misma limpieza narrativa. La música se convierte en buen elemento unificador de situaciones, pero se pudo mejorar el traslado de una fase a otra en la sala de montaje.
Es evidente que el realizador Wayne Kramer es buen director de actores y maneja bien los hilos histriónicos de esta telaraña narrativa; aunque no puede evitar –como guionista– la manía de caer en diálogos discursivos, o sea, en especie de sermones a favor del sentido humano que debe dársele al tema de la inmigración: el derecho natural por encima del derecho positivo.
Esa es una actitud generosa de la película, la aplaudimos, pero le hace mella al relato propiamente dicho. Es posible que por ser un filme coral, este no logra profundizar en las historias formadoras del tejido de la película: quien mucho abarca, poco aprieta. Amén de eso, por momentos abusa de los desnudos femeninos, en especie de realismo erótico redundante.
En lo justo, debemos recomendar este filme. Puede ser obvio para algunos, pero necesario para aquellas percepciones ingenuas sobre una cuestión dura, sobre todo para quienes la sufren. Buen filme, sin ser extraordinario.