
Vuelven los perros y los gatos, pero esta vez no se pelean entre ellos; al contrario, en actitud propia de un frente amplio político, han dejado a un lado sus pleitos y contradicciones para enfrentarse a un enemigo común: la poderosa gata Kitty Galore. Esto lo vemos en película familiar con el largo título de
Ya el cine ha pasado aquella etapa en que una noble y hermosa perra, Lassie, era la heroína preferida de todos, quien emulaba con Rin Tin Tin en las simpatías de los espectadores. Hoy, en las películas de acción con animales que hablan, porque hablan gracias a las posibilidades digitales del trucaje, en casi todas, los héroes son machos. En esta cinta que comentamos ahora, la antagonista es una hembra, y mala de verdad, es “la bandida”.
Se trata de Kitty Galore, una gata que cayó en un químico y quedó sin pelaje, como oveja esquilada, solo que para siempre. Nada tiene que ver Kitty con la hermosa Gatúbela que se enfrenta a Batman: la señorita Galore es una gata horrible y, para tal efecto, en la película se usa un “animatronic”.
A la felina Kitty, se le enfrentan un perro venido a menos con la policía y que, de paso, encontrará su propia reivindicación, se llama Diggs y es nuestro héroe por casi hora y media. A él lo acompaña un buen amigo, otro perro, una palomita (como el elemento gracioso que siempre se ha de incluir, sobre todo para los diálogos) y una gata buena llamada Catherine.
Por supuesto que el pleito va porque Kitty quiere dominar el mundo entero con su organización Miau, mediante un plan satelital. Por eso, debe darse la alianza entre perros y gatos, quienes –de manera fiel– buscan salvar a su amos, los humanos. Uno, como adulto, se aburre al rato de estar viendo los planos con bocotas zoológicas que se mueven, como quien come con la boca abierta. La verdad, esta vez, el efecto no está tan bien logrado.
Esta secuela nos llega como nueve años después de la primera cinta y pienso que lo hace con un solo propósito: el de aprovechar la tercera dimensión (3D), tan de moda y tan inútil, que nada aporta en el relato de las películas ni en la fuerza visual de los acontecimientos, y menos en la secuela de marras.
Por supuesto que hay una moraleja válida: si se unen los perros y los gatos, ¿por qué no lo hacemos los humanos por encima de las intolerancias?
El filme enseña a respetar al otro y a combatir el mal, esto está bien, pero creo que lo expone con mucha frialdad. Eso: a la película le falta calor. Ni siquiera tiene el calor que nos puede dar una mascota. Hay referencias a otras películas, pensadas para los adultos cinéfilos. Igual se abre la posibilidad de una nueva entrega con esta unión entre gatos y perros. Hasta la música la sugiere (muy al estilo de las películas con el agente 007).