
A ver, ¿quién dice que un buen filme no puede ser una película elegante? Aquí está la cinta francesa
En esa suma tenemos una banda sonora que es bocado de dioses: la música se adhiere de manera oportuna con las imágenes. Para redondear tanta bondad artística en este filme, con su tratamiento particular sobre el tema de las almas gemelas, las actuaciones son imponentes, sobre todo la de Josiane Balasko, como una conserje que ve pasar su vida entre el trabajo, la literatura y lo que pudo haber sido y no fue.
A ella la acompaña una adolescente excelente actriz, Garance Le Guillermic, quien asume –digamos– el peso intelectual del filme, en el papel de una jovencita de suma inteligencia, quien busca descifrar la realidad desde una situación que no disfruta: la de ser niña bien en un hogar millonario y burgués (por esto mismo, agotado) y quien le ha puesto fecha a su muerte: se suicidará al cumplir los 12 años.
Si la niña cumplirá o no su objetivo es cuerpo y alma de la trama de este buen filme. Ella se prepara de manera meticulosa, mientras graba en video los acontecimientos que la rodean.
Nunca tenemos certeza de nada. En tanto, la conserje se verá implicada en una relación de amor naciente con un nuevo inquilino del costoso edificio: un hombre japonés delicado y desprendido, situación que también envolverá a la niña de manera sutil.
Esta historia vio primero la luz literaria, con la exitosa novela escrita por la profesora de filosofía Muriel Barbery. Ahora resplandece de manera propia en pantalla grande; aunque, en ciertas secuencias, en su esfuerzo por serle fiel al libro, el filme semeja o parece un ejercicio didáctico de cierta propuesta filosófica.
Así, por ejemplo, se siente recargado cuando el ejercicio de pensamiento proviene de la niña como personaje. Es su pecado venial.
¿Será prejuicio de uno? Pero no es fácil oír a una niña que dice, al describir a la conserje, lo siguiente: “La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”. Tampoco lo es cuando uno la oye comparar el psicoanálisis con la religión, cuando discute sobre que ambos se nutren del sufrimiento humano (lo cual no deja de ser cierto).