Después de una seguidilla de estrenos interesantes en el cine, incluso de cinco estrellas, el fin de semana pasado volvimos a lo usual y, ¡no hay de otra!, las pantallas retornan al cine de fácil digestión con que Hollywood nos atosiga cada año. Seguimos distantes del buen cine de otras cinematografías y, ante ello, solo queda resignarnos.
Tuvimos dos estrenos rutinarios. Por un lado, un filme soso de terror, de sustillos, con Hilary Swank. Esa cinta se titula
Aunque no se debe comparar cine con literatura, porque son dos sintaxis diferentes, he de confesar que esta cinta de Disney me atraía por basarse en novela de un escritor al que le debo buenos ratos literarios en mi adolescencia: el estadounidense Edgar Rice Burroughs (1875-1950), autor de la serie de novelas con Tarzán, aquel ahora olvidado rey de la selva.
Edgar Rice Burroughs no solo escribió las reconocidas novelas tarzánicas, también “invadió” la ciencia-ficción, el Oeste y el relato histórico. Dentro de su literatura del género fantástico, están sus dos famosas series, una titulada
La primera novela de la saga
Por supuesto que la cofradía Disney ha convertido esa novela en un pretexto y lo que nos ofrece, a cambio, es un relato grandilocuente propio de la fantaciencia. Es un arte visual bien logrado, de admirar, pero que no pasa de ser una distracción tecnológica (simple y eficaz, si quieren).
La presencia de un buen director como Andrew Stanton no logra darle un sello personal o particular a este filme ampuloso, afectado y señorial, que en el propio Hollywood denominan
El filme combina el cine de vaqueros (
Al final, lo que me queda de este largometraje es lo que algunos designan como
Como se dice popularmente, este filme es hierba majada que, aún así, entretiene desde la supuesta candidez de su argumento, pero –sobre todo– lo hace con su espectáculo en pantalla, donde Hollywood solo compite consigo mismo.