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En tantos años de escribir sobre cine, nunca he logrado descifrar los criterios usados en Costa Rica para la publicidad de las películas. Solo sé que traen un presupuesto para ello desde fuera del país. Cómo desglosan eso, no lo entiendo. Tampoco descifro las razones para que un filme se exhiba o no en esta o aquella otra sala de cine.
Ese introito lo hago a propósito del estreno casi clandestino de la buena e interesante película titulada Cloud Atlas: La red invisible , dirigida por un equipo igualmente atractivo de cineastas. Primero, la presencia del alemán Tom Tykwer, autor de filmes como Corre, Lola, corre (1998) o El perfume (2006), según la conocida novela escrita por Patrick Suskind.
Junto con Tykwer están Andy Wachowski y Lana Wachowski (antes de su cambio de sexo, firmaba como Larry Wachowski), autores de la popular trilogía Mátrix (1999, 2002 y 2003). Con solo eso, era de ponerle atención a Cloud Atlas . También está su prestigioso elenco, con nombres como Tom Hanks, Halle Berry, Hugo Weaving, Jim Sturgess y Hugh Grant, entre otros.
Cada uno de los histriones debe cumplir muy diferentes papeles y encarpetarse cada cual tras los más distintos y bien logrados maquillajes. La dirección de actores resulta bastante buena ante esa constante diferenciación de personajes.
Lo de tantos personajes se debe al carácter de rompecabezas ( puzzle-movies ) que tiene la historia narrada en la película. ¿Qué digo? Debo hablar en plural: las distintas historias, que vienen desde arcaicos pasados, pasan por sugerentes presentes y se lanzan a futuros casi insospechados.
Con detalles que unen dichos relatos de un tiempo a otro (una simple marca en el cuerpo, por ejemplo), dichas historias no son narradas linealmente: se intercalan con aparente arbitrariedad, lo que exige del público una enorme atención, o sea, en términos populares: pegarse a la pantalla.
Para algunos, eso puede ser cansado. Para otros, una exquisita experiencia. Para los cinéfilos, un ejercicio de constante creación cinematográfica (narrativa). Para los estudiantes de cine, una lección de la que se puede aprender mucho. Para el crítico, una oportunidad para insistir en la importancia del montaje (“edición”) en el cine. En este caso, es responsabilidad bien cumplida por Alexander Berner.
Entre ese espiral babilónica de acontecimientos a lo largo de años que son siglos, esta muestra del cine fantástico, con importantes elementos transgresores a manera de crítica social, nos habla acerca de la interconexión que le da armonía al mundo.
Su moraleja es importante: nuestros actos influyen en los demás con sentido amplio, no solo en quienes están más cerca o más lejos de nosotros, sino también en quienes nos sucederán en el futuro. En este sentido, la historia humana es un presente constante e histórico.
Lo visual está asegurado, especie de provocación para los sentidos de los espectadores con su continuidad o no de los acontecimientos, más las imágenes en delirio que materializan el juego de ideas o conceptos. No es un filme extraordinario, pero sí digno de ser recomendado.
