Dentro de ese mundo fílmico de superhéroes que ya embota la imaginación, la anterior aventura en cine, El Hombre Hormiga (2015), me resultó refrescante y nunca olvidaré el papel de las hormigas en dicho filme, como si se tratase de la coreografía de un musical.
Lo que sucede es que la gran industria del cine pierde la fantasía muy pronto y, así, aunque tengamos el mismo director, Peyton Reed, y el mismo equipo actoral, uno siente que la segunda película de la saga hormiguera pierde su magia, aunque a don Hormiga le hayan dado una compañera tan linda como la señorita Avispa.
En el orden de los himenópteros, esta segunda aventura llega con el simplísimo título de El Hombre Hormiga y La Avispa (2018), así de escueto, para avisarnos de que por la misma tónica va la trama del filme, aunque se adentre en espacios cuánticos. Lo cuántico domina en el argumento: es su idea conductora, que intenta amarrar en uno todos los rasgos distintos del relato, pero sin lograrlo.
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Por eso, además de ser una trama simple, es fingidamente compleja. También es un relato disperso por su afán de abarcar mucho, aunque apriete poco. He aquí la primera ruptura de la película con ella misma, esto es, con la lógica de su historia: las incoherencias aparecen poco a poco.
La trama comienza con el personaje de Scott Lang encarcelado en su casa por unirse al Capitán América en otra película. Este juego intertextual entre películas distintas funciona para los seguidores de las películas de superhéroes que, por lo general, es un público bastante acrítico. Como al filme le da por repetirse a sí mismo en demasía, esta intertextualidad igualmente llega a fastidiar.
Pese al encierro de Scott Lang (El Hombre Hormiga), hasta él llegan Hank Pym, el científico, y su bella hija Hope, quien ahora también es superhéroe con características semejantes al formícido señor Hormiga. Por supuesto que el filme tendrá romance entre él y ella, pero sin picardía alguna: ni como Scott y Hope y menos como héroes himenópteros. Es parte de la mentada simpleza del filme.
Por allí aparece un invento científico que permite reducir todo de tamaño y, así, ir al mundo cuántico. ¿A qué?
Distintos grupos lo quieren y las peleas entre cada uno de ellos se repiten a lo largo del filme como el canto de un gallo madrugador. La acción camina por quien tenga el tal invento, guardado en un laboratorio también reducido de tamaño. Aquello es como dar vueltas en un tiovivo, sin curvas ni cuestas, al mismo ritmo siempre y con repetido humor.
Sucede lo mismo con las actuaciones: estas semejan sencillas repeticiones de planos. Lo único que sobresale es el uso de los efectos visuales, tanto y tantos que aquello es puro envoltorio: galopante sucesión de efectos gratuitos, muchos de ellos fuera de contexto. Como los insectos que ahí aparecen, El Hombre Hormiga y La Avispa es filme masticador y lamedor, pero –esta vez– sin aguijón.
Así, estamos ante una película que se achica demasiado, como sus personajes, y que más bien resulta de corte infantil. Comporta el justo toque de tener a una mujer (La Avispa), quien es más lista e intrépida que el señor Hormiga, aunque la pongan de segunda en el título del filme: ¡puro hormiguismo patriarcal!
Calificación
Título original: Ant-Man and the Wasp.
País: Estados Unidos, 2018.
Género: Acción.
Dirección: Peyton Reed.
Elenco: Paul Rudd, Evangeline Lilly, Michael Douglas.
Duración: 118 minutos.
Cines: CCM, Cinépolis, Nova, Cinemark, Studio, Citi.
Calificación: Dos estrellas de cinco posibles.