Con los ojos cerrados –en los momentos más emotivos–, una sonrisa satisfecha y dejando el cuerpo libre para seguir la música, Lisseth Boza, de 33 años, disfrutó de la despedida del Verano Sinfónico, temporada especial que unió en el escenario a la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN, gran anfitriona y organizadora), al grupo costarricense Malpaís y a los cantantes líricos José Arturo Chacón y Keren Padilla.
En el caso de esta joven josefina, la tercera sí fue la vencida. Quiso asistir a la presentación del jueves en Heredia, pero la tuvieron que cancelar debido a las malas condiciones climáticas; quiso ir el domingo en el anfiteatro de Ciudad Colón, pero se enfermó. Cuando le dijeron que la Sinfónica y sus invitados reprogramaron el concierto para este martes 23 de febrero, no lo dudó y corrió para no faltar. Era su última oportunidad y vaya que le sacó el jugo.
En Plaza Bratsi, Heredia, este martes por la noche, la espectadora se unió a un gentío que aplaudió a granel los extractos de dos óperas, dos temas de la película Star Wars (La guerra de las galaxias) y las queridas y coreadas canciones de Malpaís.
Fue una hora y cincuenta minutos de buena música, un cuidado espectáculo y un agradecido público, que vitoreó como rockstars tanto a los músicos de Malpaís –nada extraño, recordando el fenómeno que siempre han provocado– como a los integrantes de la OSN.
Los llenazos de este Verano Sinfónico prueban que la fórmula exitosa es Malpaís + Sinfónica + conciertos gratuitos al aire libre. En total, asistieron 28.500 personas, según información del Centro Nacional de la Música.
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Parte por parte.
Puntualmente, a las 7 p. m., Alejandro Gutiérrez, director invitado en esta ocasión, y la Sinfónica Nacional comenzaron la presentación con la Obertura de Caballería ligera, de Franz von Suppé.
Después ejecutaron extractos de ópera Carmen, de Georges Bizet. La mezzosoprano Karen Padilla interpretó un aria de la conocida habanera; después, el barítono José Arturo Chacón cantó como Escamillo (Toreador). Ambos cantantes luego interpretaron un dúo de la ópera Don Giovanni, de Wolfgang Amadeus Mozart.
El público, repleto de jóvenes, parejas con bebés y adultos solos y acompañados, dejó atrás el escándalo de la calle y se concentró en aquellas voces y aquella música. "No sabía que iban a cantar ópera; no suena nada mal", le dijo un joven a sus amigos.
Ensamble e invitados se ganaron un aplauso enorme de los asistentes, que abarrotaron las sillas, se sentaron en el piso del parqueo y zonas verdes; además, otra buena porción de los espectadores se quedó de pie para ver mejor lo que pasaba sobre la tarima.
El solo anuncio del tema principal de Star Wars y la Marcha imperial, compuestas por John Williams, despertó la emoción de la gente: silbidos y bravos no se hicieron esperar. Todos los que pudieron sacaron sus teléfonos para grabar y hubo quienes llamaron a otros para que escucharan. "Mae, se perdió de esto", le gritó una muchacha a su interlocutor. La respuesta fue enorme y el director sonrió satisfecho.
La bienvenida a Malpaís fue impresionante, lo cual recuerda, una vez más, el fenómeno que ha sido este grupo. Aquel recorrido por la versión sinfónica de los temas de la agrupación comenzó con Invocación e incluyó Otro lugar, Abril, Contramarea, Epitafio, Ciao luna, Montuno fantástico, Retratos de un país inédito –que vendrá en un disco próximo, programado para fin de año o inicios del 2017–, Muchacha y luna y Malpaís, entre otras.
Fiebres de todas las edades corearon cada letra, bailaron, suspiraron y gritaron con todas sus fuerzas. En una tarima para invitados especiales, un señor convirtió el estuche de sus lentes en maraca. Cada quien vivió la música como quiso.
Los músicos de Malpaís fueron conquistando palmas calurosísimas en distintos momentos. La Sinfónica recibió otros tantos halagos.
Después de gritar por "otra, otra", los músicos volvieron con Hila y reta, los asistentes sacaron sus pañuelos y les daban vueltas en el aire al son del acordeón de Manuel Obregón. Incluso, emergieron gritos y silbidos que recordaron la pampa guanacasteca. La despedida definitiva fue Presagio, que aquel público entonó como un himno.
Al final, la ovación fue larga y emotiva. Las sonrisas se extendieron a ambos lados de la tarima.
"Fue muy chiva tener a Malpaís y a la Orquesta Sinfónica Nacional juntos. Quedé enamorada. Siento que este año nos chinearon demasiado. Además lo del principio, la ópera nos abre culturalmente", aseguró Boza, quien se marchó con sus amigos.
Y con este sétimo y último concierto repleto, la orquesta terminó satisfecha su Verano Sinfónico.