Era un gusto escuchar a Tamara Centeno Murillo, de 20 años, tocar el violín. “Siempre fue buenísima”, recuerda un amigo, un joven que acudía a su casa para que le enseñara a tocar guitarra. Rememora que la muchacha le daba clases con su sonrisa y amabilidad de siempre.
Vecinos de Piedades Norte de San Ramón, donde Tamara vivió su adolescencia y sitio de residencia de su madre Andrea Murillo, están consternados con la noticia de que un cuerpo encontrado por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) en Calle La Granja, en Palmares, podría ser el de la joven, quien es recordada como una muchacha “humilde y tranquila”.
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“Tamara era superamable, era mi amiga. No la veía hace medio año. Ella siempre pasaba por aquí y me decía que la acompañara a la pulpería o a caminar. Ha sido muy duro, uno jamás creía que algo así pasaría. Ella soñaba con estudiar inglés”, contó su amigo a La Nación en Piedades Norte.
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Tamara era una amante de la naturaleza, de conocer el mundo, de su perrito Sam y, sobre todo, de sus hermanitos menores.
Además, una de sus características más sobresalientes era su talento para ejecutar diferentes instrumentos musicales; además del violín, tocaba la guitarra y la batería.
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Un hombre silencioso
El nombre y rostro de Tamara Centeno se tornaron conocidos en Costa Rica luego de que se informara de que la joven estaba desaparecida. Actualmente, su esposo, un estadounidense de 60 años y de apellido Moriondo, está detenido como el principal sospechoso del femicidio de la muchacha que tenía cuatro meses de embarazo. La joven desapareció después de que, en apariencia, ella le dijo al hombre que esperaba un hijo.
La madre tuvo noticias de Tamara por última vez el martes 21 de enero, después de que Moriondo las recogiera a ella y a Tamara en el aeropuerto Juan Santamaría, al que arribaron después de estar de vacaciones en Europa. El jueves 23, cuando Andrea Murillo fue a buscar a su hija en su casa en El Empalme, en Santiago de San Ramón, encontró al estadounidense en el interior de un carro, un RAV4 rojo, aparentemente intentando quitarse la vida al inhalar monóxido de carbono.
El amigo de Tamara agregó que, cuando visitaba la casa de Tamara, el hombre siempre se mantenía aparte y le daba la impresión de que prefería estar solo.
Una vecina añadió que Tamara era “una chiquilla tranquila” y buena gente como la mamá; no parecía que sufriera maltrato por parte de su esposo. La mujer contó que, cuando trascendió la noticia, supo que el sujeto era su pareja.
“Era una niña muy buena, no era malcriada, era muy respetuosa y educada: así como se ve en la foto”, contó una allegada.
