Selena López Alfaro caminaba siempre con una sonrisa, como si el mundo no le pesara ni nada la perturbara. Sus compañeros de trabajo en Coopetransatenas la recuerdan leal, cariñosa, honrada y trabajadora, una joven con sueños y anhelos que, en tan solo cuatro años, alcanzó su independencia.
Parecía vivir su mejor momento, tanto que pocos se imaginaban el infierno que la esperaba en casa. Quizás su carisma lo ocultaba bien.
El deseo de esta joven de tan solo 26 años era simple: quería convertirse en contadora, lograr sus metas y vivir tranquila. Así lo manifestó a una de sus amigas más cercanas tan solo dos días antes de ser asesinada por quien, presuntamente, había sido su pareja desde hacía unos años.
“Se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo: ‘Por fin se va, ya aceptó irse, ya voy a ser libre’”, recuerda Ana Yanci Quirós, a quien Selena conoció hace cuatro años en su sitio de trabajo. Esa fue la última vez que ambas conversaron.
Hace dos semanas, el lunes 14 de julio, el país despertó con la noticia de su fallecimiento. El Organismo de Investigación (OIJ) informó que, en apariencia, un hombre de apellido Calderón, de 28 años, la habría asfixiado en su propia casa, ubicada en Santa Eulalia de Atenas, la noche anterior. Los hechos, afirma la Policía Judicial, habrían ocurrido luego de una discusión.

Cuando la Fuerza Pública acudió a la casa, la joven no presentaba signos vitales y el presunto femicida fue detenido y posteriormente presentado al Ministerio Público.
La muerte de Selena extiende una alarmante tendencia. Con ella, la cifra de femicidios ascendió a 20 en lo que va del 2025, de acuerdo con el Observatorio de Violencia de Género del Poder Judicial. El dato se traduce en al menos dos homicidios de este tipo por mes.
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“Todos estamos dolidos, nos preguntamos: ¿cómo puede ser? Yo mismo, a cada rato. Tengo que pedirle a Dios que me dé fuerza para seguir y para tenerla a ella aquí. Yo estaba seguro de que ella estaba bien cuidadita, yo la andaba muy cerca. Jamás me imaginé que estuviera pasando cosas. Es un vacío demasiado grande. Cuesta llenarlo“, lamenta su padre, Miguel López.
Una joven soñadora
Selena, la menor de cuatro hermanos, fue cariñosa y atenta desde niña. “Era la que menos nos preocupaba, por la forma de ser de ella, no era de fiesta, no era de salir. Lo que menos imaginamos fue esto”, lamenta uno de sus hermanos mayores, Christian López.
Aunque la joven vivía en su propia casa, visitaba a sus padres a diario y cada sábado llegaba a compartir un café con ellos. Vivían a poca distancia.
También conocía de cerca los rincones de Coopetransatenas. Desde pequeña recorría sus pasillos y se subía a sus buses, siempre de la mano de su padre, un apreciado autobusero con más de dos décadas de servicio en la cooperativa.
Cuatro años atrás, Selena llegó a aquel lugar con la ilusión de encontrar su primer trabajo e iniciar su carrera laboral.
La primera en recibirla fue Ana Yanci Quirós, jefa de la cafetería de la cooperativa. “Me pareció muy dulce, es de esas chiquitas buenas, por eso yo sé que le hicieron daño. Era una chiquita llena de luz”, reconoce.
En la cafetería aprendió desde cero y sacó a relucir sus ganas de aprender. “Llegó sin saber cómo hacer un huevo”, recuerda su amiga con una risa pícara. Sin embargo, a la velocidad con la que se preparaba, se ganaba el corazón de sus compañeros y sus clientes.
Selena había dedicado tiempo a su formación. Era inteligente y tenía facilidad para las matemáticas, recuerda Ana Yanci.
Obtuvo un técnico en contabilidad y otro en secretariado, y aprovechaba cualquier oportunidad para seguir capacitándose.
Gracias a eso, trabajó apenas un año en la cafetería antes de comenzar a ascender, hasta llegar a la tesorería, donde laboró los últimos doce meses.
Con el tiempo, ambas estrecharon su relación y, en ocasiones, Selena le confiaba problemas con su pareja, aunque Ana Yanci no recuerda que le hablara de episodios de violencia física.
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No obstante, hace un año, rememora que Selena tomaba distancia de su pareja y, en repetidas ocasiones, le pidió que saliera de su casa, donde habían convivido al menos tres años, pero que era de su propiedad.
“Yo sabía que (Calderón) era una persona agresiva, cuando consumía alcohol y también marihuana, se ponía muy violento”, cuenta su amiga, pues ambos fueron vecinos tiempo atrás.
Dolor e impotencia
El viernes, dos días antes de su fallecimiento, Selena visitó la casa de sus padres y afligida le contó a su papá, Miguel, que había decidido dejar a su pareja. Al día siguiente, Miguel retomó la conversación y Selena le aseguró que habían terminado en buenos términos.
“Tal vez ella estaba pasando cosas más complicadas, y yo sé que sí. Ahora uno se va dando cuenta. Pero nunca me dijo, ‘tengo este problema’. Me contó cosas que uno cree que ella podía arreglar”, reflexiona.
Esta joven de Atenas era dedicada a su trabajo y participaba en distintos programas; entre ellos, formaba parte de la comisión de Bandera Azul Ecológica y el domingo, su último día, lo dedicó a una actividad de esa agrupación. A las 7:30 p. m. ya estaba en casa de sus padres y, poco después, Calderón pasó por ella para llevarla de regreso a su hogar.
Se conoce poco sobre lo que ocurrió a puerta cerrada esa noche. Sin embargo, vecinos narran que el sospechoso rondó los alrededores de la casa de Selena en un vehículo hasta que, alrededor de las 10 p. m., forzó la puerta de la vivienda, luego la del cuarto, y alcanzó a la joven.
Hoy, en medio del duelo, su familia reflexiona. Su padre recuerda a aquel hombre servicial y hasta tímido. Aunque se volvía agresivo cuando veía partidos de fútbol, algo que en su momento despertó algunas alarmas, pero jamás imaginó que pudiera derivar en un desenlace como este.

Carolina Murillo, gerente general de la cooperativa, compartió con Selena apenas unas horas antes de su asesinato y la joven parecía tranquila.
“Era fácil de querer (...) La acabábamos de ver, estaba feliz. Nos ha dolido tanto. Nunca nos dimos cuenta de que tenía problemas. Nunca llegó llorando, nunca habló de él (su pareja)”, dice Carolina.
“Cuando tienes un hombre machista, no soporta la superación de la mujer. Ella acababa de sacar un estudio en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), ella quería superarse, mirar hacia arriba, hacer más cosas. Yo sé que es multifactorial lo que sucedió, pero uno de los factores, yo creo, es que este tipo de hombre es posesivo, machista”, agrega.
A Lorena González, contadora en la cooperativa, la muerte de Selena la inquieta y, a la vez, la inunda de impotencia.
“Uno a veces cree que una persona que está sufriendo violencia es sumisa, triste, retraída y eso es lo que más me ha dolido y lo que más me pone a pensar, que muchas mujeres estén viviendo violencia y no nos demos cuenta. (...) Me queda esa sensación de que si uno hubiera sabido quizás hubiera podido hacer más”, manifiesta.
