Yosen Rosas Delgado y su amigo Román Álvarez fueron los primeros que lograron llegar, la noche del lunes, al cerro donde se estrelló la avioneta de Aero Caribe con seis personas a bordo. Fueron ellos quienes grabaron el video en el que se escucha a Paola Amador Segura, la única sobreviviente, pedir ayuda luego de oír sus voces.
Rosas contó a La Nación que, desde ese día, le ha costado conciliar el sueño por la escena que encontró alrededor de la avioneta totalmente destrozada, en medio de los árboles de la cadena de los cerros de Escazú, a 2.400 metros de altura sobre el nivel del mar. “Le soy sincero, no he podido prácticamente dormir. Cuando cierro los ojos, veo la imagen, el rostro de los fallecidos, y veo todo el escenario. He estado afectado”.
“Paola nos dijo que había hablado con alguien más antes de quedarse dormida. Yo supongo que sí, que tal vez la copilota (Ruth Pamela Mata, de 26 años) o la otra señora (Gabriela López-Calleja, de 64), que eran las que se veían menos afectadas, pudieron haber sobrevivido” momentos después del impacto, contó este parapentista y vecino de San Antonio de Escazú. Reiteró que la escena era muy cruda: “Es algo que no se olvida. Ver esos rostros, esas posiciones... Es una escena que no puedo quitarme de la cabeza”.
Paola Amador, una guía turística de 31 años, vecina de Tarbaca, en Aserrí, y madre de dos niñas, venía sentada justo detrás de la copilota de 26 años. Junto a Paola, estaba sentada López-Calleja y detrás de ellas, Jean Franco Segura Prendas (28) y el empresario hotelero Enrique Castillo Incera (56). Excepto Castillo, los tres pasajeros colaboraban con la agencia de viajes Horizontes Nature Tours y ese lunes habían viajado a Tortuguero, en el Caribe, a las 7 a. m. y antes del mediodía emprendieron el regreso en la misma aeronave, una Cessna 206 con la matrícula TI-GER, al mando del piloto Mario Miranda.
Rosas contó que, el lunes al mediodía, él escuchó el motor de una avioneta cuando pasaba en medio de la densa neblina y le llamó la atención que volara tan bajo. Incluso hizo un video. Luego se enteró del accidente y eso lo llevó a unirse a la búsqueda junto con su amigo.
A las 7:30 p. m., con un grupo de rescatistas, llegaron a un primer punto donde los cruzrojistas decidieron montar un campamento para dormir en la montaña y continuar la búsqueda a primera hora del martes. “Ellos estaban cansados, ya no querían seguir caminando. Era lo más que se observaba”. Él entiende que los rescatistas de la Cruz Roja, aunque capacitados, estaban agotados.
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Sin embargo, Yosen y Román optaron por subir pegando gritos, por si alguien los escuchaba. A unos 25 minutos del campamento, se toparon con unas láminas de la nave. En los videos que grabaron de la búsqueda, se les oye decir que dejaron atrás a los bomberos, quienes estaban agotados.
Es entonces cuando uno de los dos baquianos grita “¡holaaaa!”, y Paola, quien llevaba ocho horas atrapada en los destruidos restos de la cabina, les contesta. De inmediato, uno de ellos urge a su compañero para que regresen por los socorristas, que estaban colina abajo.
La razón por la cual decidieron continuar y no quedarse en el campamento, la explica Rosas: “En ese momento, ellos estaban cansados y es aceptable, uno tampoco les va a decir nada. Yo soy de la zona, soy parapentista, y subo casi dos o tres veces en verano, con un maletín que pesa 25 kilos, hasta el cerro la Ventolera, que está a unos dos kilómetros, y vuelo allá desde Turrialba, caminando unos cinco kilómetros. No es lo mismo subir 25 kilómetros para llegar a una montaña y tirarse. Entonces, uno está capacitado para eso”, explica.
“Este señor, don Román, fue muy insistente, fue una pieza superclave. Yo digo que me hubiera dejado influir más por la Cruz Roja, si este señor don Román no hubiera estado. Pero este señor, como es amistad, yo salí con él y yo dije: ‘Salgo con él y vuelvo con él’ y así fue, y no llegamos a dormir”.
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Corriendo para dar aviso
Para Yosen, el cansancio de aquellas horas se borró cuando por fin encontraron a Paola Amador, con quien tuvieron una pequeña conversación, antes de regresar por el resto de la patrulla. Después de hablar con la guía turística, él sintió la urgencia de regresar pronto para alertar a las autoridades. Decidió correr hacia el campamento de la Cruz Roja. Aunque don Román, su compañero de búsqueda, lo seguía unos minutos atrás por temor a perderse, Yosen no dudó en avanzar sin detenerse.
Él fue quien alertó de que quizá había otra pasajera con vida, pero, tristemente, no fue así. Volvieron al sitio con los socorristas y comenzó el rescate para extraer a la sobreviviente de la montaña, en una camilla, en medio de la neblina, el frío y un camino quebrado.
Ese lunes, la avioneta había despegado a las 6:58 a. m. del aeropuerto Tobías Bolaños, en Pavas, para un vuelo de 30 minutos a Tortuguero, en el Caribe norte. Fue en el vuelo de regreso, cerca de las 12:30 p. m., cuando sobrevino la tragedia. Inicialmente, iban a Pavas, pero estaba cerrado por mal tiempo. Por eso, se desviaron al Juan Santamaría.
El avión volaba a unos 7.000 pies (2.130 metros), en una zona donde hay montañas de casi 8.000 pies (2.450 metros). La controladora de tráfico aéreo había advertido, minutos antes del accidente, de que el vuelo hacia el Juan Santamaría solo podía realizarse por instrumentos, pues había escasa visibilidad.
Este jueves, La Nación volvió a conversar con Teresita Segura, madre de Paola, quien informó de que su hija se encuentra en recuperación en el Hospital del Trauma, del Instituto Nacional de Seguros (INS) y que, por el momento, desconocen si necesitará una cirugía a causa de las lesiones sufridas.
La madre pidió a la población que siga rezando por la pronta recuperación de su hija. “Le pido al pueblo que siga rezando para que mi hija salga pronto del hospital y tenerla en la casa”, expresó con esperanza. La joven madre trabaja para Horizontes Nature Tours, y realizaba un viaje de trabajo aquella mañana fatal.