El último día que Elba Carazo habló con su compañero sentimental, el capitán Florencio Vásquez, fue el 22 de febrero, tres días antes de que muriera.

“El me dijo: 'mami, ayúdenos a salvarnos, haga todo lo que pueda' y decía que me amaba”, contó la mujer de 49 años de edad, quien hace 33 vivía con Vásquez, que había quedado viudo.
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En cuanto al teléfono satelital desde el que la llamó Vásquez , Carazo aclaró que su esposo no era experto en usarlo y lo único que sabía era llamar.
“Yo fui la que se lo regalé, hace mucho tiempo un ‘bichillo me lo vendió’ y ahí lo tenía. Todo lo hace Dios, porque yo lo que le había dicho que lo vendiéramos, pero él me dijo 'dámelo para llevármelo, para probarlo'”, expresó.
Detalló que era de segunda mano pero funcionaba. Incluso dijo que Vásquez habló con Guardacostas varias veces, “pero nunca los ayudaron”.
Carazo trabaja con sus cuatro hijos en un puesto de recibo de pescado llamado El Callejoncito, que está junto al estero de Golfito. Ahí venden pescado y mariscos que antes eran abastecidos por su compañero. Ahora van a depender de otros trabajadores del mar.
Pese a la muerte de Vásquez, ella no ha dejado de trabajar pues dice que tiene que hacer frente a una deuda de ¢22 millones que habían asumido para arreglos en la casa.

Sobre lo acaecido, le informaron que un rayo quemó los equipos, luego le dijeron que las baterías se habían descargado del todo y el arrancador no funcionaba.
Al saber que el barco estaba a la deriva, fue dos veces a Guardacostas de Golfito a pedir ayuda, pero dice que no se la dieron.
Según argumentó, no le podían aceptar la petición porque no tenían personal. Fue hasta que ella avisó al sistema de emergencias 9-1-1 que su compañero había fallecido, cuando finalmente empezaron a ayudar.
Transcurrieron unas 16 horas desde la muerte de Vásquez, hasta que fueron rescatados.
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Ella ya había presentido algo cuando Audiel Rivas la llamó a la casa y le insistió en que les ayudara porque estaban varados y que la marea los estaba tirando para afuera.
“El corazón no engaña. Ahora espero salir adelante con la ayuda de Dios”, dijo Carazo.
Una tensa espera
La mujer reconoció que Vásquez era diabético, pero aseguró que él llevaba insulina para un mes. No sabe cómo fue que él cayó al agua.
A ella le dijeron que le dio un paro cardiorrespiratorio y cayó al mar y que cuando sus compañeros lo sacaron ya estaba sin vida. Ella afirma que su pareja sabía nadar bien.
Ellos se conocieron en una pulpería de Golfito a la que él llegaba luego de faenas de pesca artesanal. Poco después decidieron vivir juntos.
Ella lo recuerda como una persona alegre, a la que le gustaba mucho la música y bailar. Vásquez tenía más de 40 años de experiencia como pescador.
En La Purruja de Golfito, un lazo negro sigue colgado en el corredor de la casa donde ella, sus cuatro hijos mayores de edad y cinco nietos, siguen a la espera del cuerpo para darle sepultura.
