Abelardo Quirós González, un guarda de seguridad, fue asesinado la noche del martes en el corazón del Paseo de los Turistas, en Puntarenas. Recibió dos disparos en la cabeza de los homicidas que le robaron su arma de reglamento.
Luis Quirós, uno de sus sobrinos, sostuvo, en medio de su dolor, que este nuevo homicidio demuestra que Costa Rica ya “no es de los ticos, es de los delincuentes”.
“¿Dónde vamos a ir a pasear? ¿A Monterán, a ese condominio donde sí hay seguridad?”, cuestionó con la voz entrecortada en declaraciones a La Nación.
A don Abelardo, de 63 años y padre de una joven de 21 años, lo asesinaron a las 7:40 p. m., en una zona ampliamente transitada por familias y turistas. De acuerdo con la información preliminar del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), dos hombres lo abordaron y forcejearon con él para robarle el arma. Fue entonces cuando le dispararon. Cuando los paramédicos de la Cruz Roja llegaron al sitio, ya no presentaba signos vitales.
El caso ha provocado una ola de indignación en la comunidad porteña. Puntarenas suma 48 homicidios en lo que va del 2025, en un año que ya contabiliza 334 asesinatos a nivel nacional, según datos oficiales del OIJ. San José lidera la lista con 109 casos, seguido por Limón con 66.

“Matamos a los buenos”: un país que se desangra
Abelardo, de raíces humildes y muy querido en su comunidad, dedicó los últimos años de su vida a trabajar como guarda de seguridad.
“Fue deportista en su juventud, estudió en el colegio de Miramar, y como muchos, emigró a Estados Unidos para trabajar allá. Pero cuando tuvo una hija, decidió regresar y quedarse en el país para criarla”, narró su sobrino.
Desde su retorno, trabajó en varias instituciones y empresas de seguridad en la zona, incluyendo el Banco Cathay y el acuario de Puntarenas. Su amabilidad, educación y responsabilidad eran conocidas por todos.
“Era el más humilde de la familia, el que no se metía con nadie. Viajó mucho, estuvo en Europa, y era fiebre al fútbol, sobre todo al Saprissa”, recordó Luis.
A pesar de no haber vivido con la madre de su hija, Abelardo trabajó y luchó para que a ella nunca le faltara nada.
“Toda su vida fue para ella. Por eso se quedó en el país, por eso no volvió a irse. Ahora ella está en la universidad… y está destruida”, aseguró.
“¿A dónde vamos a ir a comer un Churchill?”
El violento crimen ocurrió en un lugar emblemático de la provincia, el Paseo de los Turistas. “¿Cómo es posible que maten a una persona frente a familias, niños, gente que simplemente paseaba o comía un Churchill?”, lamentó el sobrino. “Ese era un lugar donde llevábamos a nuestros hijos, ahora va a quedar como un recuerdo de sangre”.
Para Luis, el asesinato de su tío representa un síntoma claro de que la seguridad se ha desplomado.
“Ya no podemos salir tranquilos. A las 5 de la tarde ya todos tienen que estar en casa. Vivimos con miedo”, señaló.
“Que el sacrificio de mi tío valga la pena”
Luis hizo un llamado desesperado a las autoridades. Agradeció el trabajo del OIJ, pero exigió más inversión en seguridad, más cámaras, más vigilancia, y atención inmediata a las zonas turísticas.
“Tardaron demasiado en levantar el cuerpo. Hay que inyectar presupuesto, ya. Entonces mi mensaje es ese. Ojalá que ese sacrificio de mi tío valga la pena para que las autoridades entiendan que ya se nos salió de las manos el país”, enfatizó.
Su denuncia más cruda refleja el sentir de muchos costarricenses:
“El país no es de los ticos, es de los delincuentes. Lo perdimos. No basta con discursos, necesitamos hechos. Que la muerte de mi tío valga la pena, que sirva para que se tomen decisiones”, finalizó.
