Extendido a lo largo del dorsal rojo granate, cada vez que el “10” en números blancos salta a la cancha, el ambiente se agita e irradia magia.
Entonces, de los ásperos cánticos en holandés se desprende, apenas inteligible, un nombre de pila: Bryan.
Aquel joven de larga cabellera y figura espigada representa la ilusión de Enschede, un pequeña ciudad enclavada en la provincia holandesa de Overijssel.
Muchos de sus moradores ven a Bryan Ruiz González –el jugador costarricense, de 25 años– como un ilusionista, más que la estrella de su equipo, el FC Twente.
Como buen prestidigitador, de su sombrero de copa igual sale un regate que una bicicleta; igual una vaselina que un túnel; igual una volea que un pase con precisión de cirujano.
Su habilidosa zurda ha derrochado fantasía en estadios de primer mundo: Amsterdam Arena (sede del Ajax de Holanda), Phillips Stadion (PSV Eindhoven de Holanda), el Weserstadion (Alemania), Giuseppe Meazza (casa del Inter de Milán)...
Para Ruiz, un hijo del distrito de San Felipe de Alajuelita, el 2010 será un año inolvidable.
Alzó la copa con su equipo (fue el goleador del Twente, con 24 tantos), ha sido titular en los juegos por la Liga de Campeones, le ganó al poderoso Ajax la Supercopa de Holanda y no ha cesado de estar en la mira de importantes clubes de Europa: Nápoli (Italia), Sevilla (España), Olympiakos (Grecia), Zenit (Rusia)...
El valor de su ficha ha impedido que emigre a otra liga más competitiva. Bryan es paciente. Los millones que otros clubes no han sido capaces de desembolsar no alcanzarían para comprar el cariño que le profesan los
“Aún se me pone la carne de gallina cuando los escucho corear mi nombre. Es una motivación extra y uno como futbolista lo aprecia”, dice con su natural sencillez.
Aquello de estrella lo deja para otros. Él sigue siendo el mismo muchacho pueblerino que aprendió a jugar futbol en un árido potrero de Alajuelita.
Durante el 2010, este costarricense no dejó de ser noticia. Entre enero y el 15 de noviembre, los medios del Grupo Nación (
La designación como uno de los personajes del año significó una buena excusa para repasar la trayectoria de quien, en este momento, es nuestro máximo exponente en el planeta futbol.
No en vano, algunos expertos se han atrevido a situarlo al lado de los legendarios Alejandro Morera Soto, José Rafael
Bryan Ruiz aprendió a patear antes que a caminar.
Mientras su abuelo Rubén González lo sujetaba por los brazos, aquel infante lanzaba torpes patadas a un balón.
A solas, en su apartamento de la ciudad de Enschede, su mente desgrana recuerdos: su primer uniforme (blanco con rayas azules y el 10 en la espalda), el primer gol en campeonato (a los 7 años, en el estadio de Alajuelita), sus primeros tacos (unos rústicos
De su abuelo Rubén heredó el amor por el futbol. Fue aquel su primer entrenador y consejero.
Le enseñó que la disciplina y el esfuerzo son capaces de derribar cualquier barrera. “Un día estábamos en el potrero (de San Felipe) y quise regresar a la casa. Intenté irme y por eso me persiguió. Me dijo: ‘Usted vino conmigo; aquí se queda’. A él le gusta mucho la disciplina”.
Aferrado a su mano, Ruiz tocó las primeras puertas, pero, a sus 12 años, en el Deportivo Saprissa no le vieron cualidades.
Años más tarde, mientras estudiaba en el Liceo de Costa Rica, un compañero le pidió que lo acompañara a hacer una prueba en la Liga Deportiva Alajuelense. El resto es historia conocida.
Bryan Ruiz pudo haber llegado mucho más temprano a Holanda, y tanto el PSV Eindhoven como el Feyenoord lamentarían no haber descubierto antes al diamante costarricense.
La anécdota fue objeto de publicaciones este año en medios de prensa holandeses, cuando el tico descollaba en el FC Twente.
A mediados de la década, mientras jugaba para Alajuelense, los dos clubes tulipanes mostraron interés en el jugador. Ruiz primero entrenó durante un mes en el Heracles Almelo, una filial del PSV en la segunda división.
Los motivos económicos primaron para que la contratación no se diera. Un año después, Ruud Gullit (una de las glorias del futbol holandés, para esa época entrenador del Feyenoord) le vio buenas condiciones.
“Era una oportunidad muy grande. Entrené con grandes judadores, como Salomón Kalou (futbolista marfileño, en la actualidad en el Chelsea de Inglaterra). Gullit veía buenas posibilidades y quedamos en hablar, pero cuando regresé a Costa Rica lo despidieron. Ahí se acabó todo”.
La revancha no tardaría en llegar. Recaló en el 2006 en el KAA Gent de Bélgica, donde marcó 31 goles. Dos veces fue elegido como mejor jugador del club.
Su paso al FC Twente, en el 2009, lo convirtió en el futbolista costarricense por el que más se ha pagado: $6,9 millones.
Ruiz retribuyó ese esfuerzo económico con goles (29 tantos) y el primer campeonato en la historia de ese club holandés.
“Recuerdo que cuando decidí irme del Gent al Twente, desocupé mi apartamento a las 5 de la mañana. En las afueras, me esperaba una niña de unos 12 años. Trajo fotos que se tomó conmigo y lloraba. No quería que me fuera. Aún así, vino a despedirse y a desearme suerte. Varias veces ha ido a verme jugar en Holanda”.
Pero no todo ha sido color de rosa. Reunido en su casa del condominio La Antolina, en Alajuelita, preparó un festejo familiar el día en que el técnico Alexandre Borges Guimaraes anunció a los convocados para el Mundial de Alemania 2006.
“Me dejaron fuera en la lista final; quedé como un jugador de reserva. Al no escuchar mi nombre, un familiar me dijo: tranquilo; es un error. Ya van a repetir la lista (en televisión). Pero yo no estaba. De repente, el ambiente era como el de un funeral. Ese día, se me salieron las lágrimas....”
Otro episodio se escribió recientemente, el 20 de noviembre, cuando su equipo goleaba 4 a 2 al NEC. Ese sábado, Ruiz sufrió una lesión en el menisco de su rodilla izquierda, de la cual espera estar recuperado en enero.