:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/ZS6WV46VK5A5FFBBJ6XKQ3TRL4.jpg)
Marcos Córdoba Jiménez, de 54 años, aseguró que su vida dio un giro de 180 grados después del accidente, pues desde entonces no ha podido trabajar. | JOSÉ CORDERO. (Jose Cordero)
Marcos Córdoba Jiménez y Efer Gamboa Moreno no pueden sacarse de la cabeza la mañana del 8 de abril del 2016.
Aquel viernes, ambos iban para el trabajo en uno de los ferrocarriles que colisionó cerca de las inmediaciones del Ministerio de Agricultura y Ganadería, en Mata Redonda, San José. Ellos estuvieron entre los 106 heridos que dejó el accidente, provocado, supuestamente, por un error del maquinista del convoy que iba de Belén a San José.
LEA: 41 viajeros afectados buscarán una indemnización
Córdoba iba en la primera fila. Desde ahí, recuerda, observó al maquinista cuando salió corriendo de la cabina. Segundos después, sobrevino un estruendo y un golpe que lo lanzó contra la ventana.
Cuando recuperó la conciencia, dice Córdoba, miró hacia atrás y observó gente en el suelo llorando y quejándose por las heridas que tenían.
Él tenía la cara bañada en sangre debido a la fractura de la nariz y también le dolían las rodillas quebradas.
Después del choque, este vecino de Desamparados no ha podido volver a su trabajo en el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), pues cada vez que lo evalúan, lo vuelven a incapacitar, al punto de que se ha analizado darle esa condición de manera permanente.
LEA: Maquinista ignoró orden de esperarse en Pavas
“La vida me cambió prácticamente en un ciento por ciento; la vida laboral y familiar me cambiaron totalmente.
”Yo iba a jugar fútbol con mis hijos los fines de semana y ahorita no puedo, pues hasta para ir a la esquina me duelen las rodillas”, relató Córdoba en una entrevista con La Nación.
Desde aquel viernes, dijo, no ha vuelto a utilizar el tren, ni quiere volver a usarlo. Cada vez que escucha la pitoreta o ve pasar la pesada máquina, es imposible que no le vengan a la mente las imágenes de aquel viernes fatídico.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/BXMZIP25RFEJ5NSIYUJUIEKW4Q.jpg)
Desobedecer orden provocó accidente. (.)
Sin sonrisa
Efer Gamboa tiene 30 años y también iba para el plantel del ICE, en Pavas.
Por causa del golpe que recibió al momento del impacto, perdió siete dientes, pasó dos meses incapacitado y todavía sigue en tratamiento.
“A veces, me veo al espejo y me digo dónde están aquellos dientes que cuidaba tanto. Ver esos huecos y tornillos es feo.
”A nivel personal y psicológico, se siente mal; la sonrisa de uno no es como la de antes. Uno se ríe cohibido para que no vean que faltan dientes”, dijo con congoja.
A pesar de estas consecuencias, él no lo logra precisar con qué se golpeó el rostro el día en que se produjo el choque.
“Yo recuerdo que la cabina del tren se hizo como un acordeón. Lo primero que pensé fue: ‘Se cayó el tren en el puente de Circunvalación’.
”Fue algo impresionante. No puedo asegurar contra qué pegué, pero creo que fue con un descansamanos del asiento de enfrente”, expresó.
Gamboa y Córdoba, así como 39 pasajeros más, se presentaron ante la Fiscalía de Pavas para tener participación en el proceso judicial que se sigue tanto al maquinista como a su asistente.
Algunos de ellos perdieron más de un 5% de su capacidad orgánica corporal, según dictámenes presentados.
Ese es el caso de un viajero de apellidos Álvarez Núñez, quien perdió el 20% de su capacidad corporal debido a lesiones en el cráneo que lo dejaron con parálisis irreversible del nervio oculomotor derecho (el que controla el movimiento del ojo).
Por estos hechos, la Fiscalía resolvió acusar al maquinista, de apellidos Ramos Castellón, y a su asistente, apellidado Castillo Pérez, por el delito de lesiones culposas, en perjuicio de 41 personas que en aquel momento acudieron a la Fiscalía como ofendidos.
En la investigación, el Ministerio Público atribuye el accidente a un error humano pues, al parecer, el maquinista Ramos y su asistente no atendieron la orden de cambio de vías que debía hacerse cerca de la empresa Tubo Tico, en Pavas, y no en La Sabana.