Muchas de las adultas mayores viven en desigualdades que las coloca en una situación de vulnerabilidad y por ende afectan su calidad de vida.
Como evidencia en el primer semestre del 2020 diferentes servicios del Área de Salud de Desamparados 2 notificaron 132 situaciones de violencia, de ellas 20 son adultas mayores.
El envejecimiento es un proceso natural que debe ir acompañado de seguridad, salud, integridad, calidad de vida y participación social. No obstante, con el aumento de la población adulta mayor también se incrementa el maltrato, afirma Ariana Rodríguez, trabajadora social del Área de Salud de Pavas.
La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores define el maltrato como todo acto u omisión contra una persona mayor, que ocurra de manera única o repetida y produzca daño a la integridad física, psíquica, moral o vulnere el goce de los derechos humanos.
Natalia Guerrero, trabajadora social del Área de Salud de Desamparados 2, resalta que en el contexto nacional actual se trata de una población vulnerable que se mantiene en sus viviendas sin tener contacto frecuente con redes de apoyo comunal o institucional. Esto impide que se logre identificar de manera oportuna eventos de violencia que incluso pueden atentar contra su salud o vida.
Caras de la violencia
La violencia tiene diferentes caras: psicológica, física, sexual, patrimonial y por negligencia y/o abandono. Todas con el denominador común de causar un profundo daño irreversible.
Es una violación grave de los derechos humanos, arruina vidas, causa enfermedades, provoca dolor lo que conlleva a altos costos económicos, destaca Rodríguez, trabajadora social del Área de Salud de Pavas.
Algunos de los indicadores que se pueden identificar en una persona adulta mayor que está siendo víctima de violencia, se detallan a continuación:
- Psicológico: aislamiento de amigos y familiares, imposibilidad de hablar abiertamente, comportamiento inusual y miedo. Sufre de humillación e intimidación.
- Físico: moretones, huesos fracturados, consumo de niveles anormales de fármacos, signos de haber sufrido restricciones de algún tipo como marcas de cuerdas, dolor al ser tocada, deshidratación y arañazos.
- Sexual: cambios de conducta repentinos, agresividad, retraimiento, dolores estomacales, infecciones vaginales recurrentes, hematomas alrededor de los genitales o mamas, entre otros.
- Negligencia o abandono: suciedad, olor a orina o heces, vestimenta inadecuada, desnutrición y falta de afecto.
- Patrimonial: obligarlas a cambiar el testamento, patrones irregulares de gastos o retiro de dinero, cambios repentinos en cuentas bancarias, firmas en cheques u otros documentos que no se parecen a la firma de la persona adulta mayor.
