Desde hace cientos de años, en la mayoría de los pueblos de la región latinoamericana, han existido personas con grandes conocimientos en plantas y hierbas que han sabido cómo utilizarlas para curar dolencias o enfermedades. Como si se tratara de un “acto de magia”, estas figuras, principalmente mujeres y conocidas como “yerbateras”, han sido incomprendidas y catalogadas como “brujas”. Aún así su legado ha perdurado de generación en generación y las “yerbateras” han enseñado a sus hijas y nietas a conocer los secretos de la madre naturaleza.
Una de estas mujeres fue doña Aminta Barón, quien desde muy corta edad comenzó a utilizar las bondades de las plantas no solo en remedios caseros sino en la cocina. Estas imágenes de su madre, así como el deseo de ofrecerle a las personas la oportunidad de redescubrir ingredientes, sabores y recetas tradicionales, fueron los que motivaron a Mónica Mendoza a crear el restaurante “La Yerbatera”.
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La Yerbatera está compuesta por diversos espacios en una casa antigua ubicada en San José. Su menú cambia periódicamente para ofrecer nuevas opciones a sus comensales.
La experiencia para visitar el lugar inicia desde el momento en el que se realiza la reserva: no tiene redes sociales, rótulo ni aparece su ubicación en el mapa. Su única forma de acceder es mediante un número de WhatsApp, en el cual se brinda una clave que se debe mencionar en la entrada. La Yerbatera es un restaurante “clandestino” ubicado en uno de los barrios de la capital y oculto tras una puerta secreta de otro establecimiento.
Una vez que se abre esta puerta, la sensación de que nos estamos transportando a otro lugar nos atrapa de inmediato y se inicia una experiencia sensorial que cautiva de inicio a fin. Una neblina que cubre unas amplias gradas de madera, un fuerte olor a lavanda, ruda, ciprés y eucalipto y el sonido de aves, son la primera impresión de que la experiencia de La Yerbatera trasciende lo gastronómico.
La decoración es sencilla: paredes oscuras con pequeñas aves nativas pintadas a mano, una iluminación tenue, algunos espejos, muebles antiguos que nos hacen recordar las casas de nuestras abuelas, velas y plantas aromáticas en cada uno de los rincones de lo que una vez fue la residencia de su propietaria. Sin embargo, la esencia de La Yerbatera no está en los objetos que componen el lugar, sino en la magia que esta transmite.
Cada uno de los espacios ofrece una experiencia única de acuerdo con la zona que se elija. En el salón principal, las protagonistas son las mesas de madera en las cuales se aprecian bajo un vidrio, objetos antiguos como utensilios de cocina, cristales y libros con recetas, la mayoría herencias de la madre de la propietaria. Sobre estas, cuelgan lámparas de una luz baja y ramas de eucalipto que consumen el lugar con un aroma único.
En otra parte de la casa, una sala con cómodos sofás y una mesa central que contiene velas y plantas, se convierte en un área ideal para visitar en compañía de amigos. Sin embargo, las áreas preferidas por la mayoría son un jacuzzi intervenido para ser utilizado como mesa y una habitación oculta, ideal para visitar en grupo, en la cual se puede mantener una conversación más privada o escuchar música proveniente de un tocadiscos. En la parte exterior, dos mesas con fuego en el medio permiten disfrutar de una experiencia bajo las estrellas. Si el frío llega a ser demasiado, sus huéspedes podrán solicitar cobijas como si se estuviera en la comodidad de su propia casa.
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Los platillos del menú de La Yerbatera fueron diseñados por el chef Diego Hernández, utilizando como base productos y recetas latinoamericanas.
Cocina ancestral: el legado de nuestras abuelas…
Una vez que se escoge el lugar, inicia la experiencia gastronómica. El menú es reducido, pero con gran detalle en cada uno de los platillos e ingredientes que lo componen. Este se cambia cada 3 meses para adaptarse a las temporadas de frutas y verduras, pues su enfoque principal es ofrecer productos naturales, frescos y de origen local. Sin embargo, el concepto siempre es el mismo: platillos que permitan rescatar sabores y saberes de nuestras cocinas ancestrales, en donde las plantas y hierbas sean las protagonistas.
Otros ingredientes como el achiote, el pejibaye, el maíz, la papa y el plátano están presentes en la mayoría de las recetas, con el objetivo de que sus comensales vuelvan sus ojos hacia Costa Rica y redescubran la inmensa cultura gastronómica que se ha forjado desde hace cientos de años gracias a productos como estos. El concepto gastronómico de La Yerbatera es slow food, por lo que cada ingrediente tiene un sabor específico y donde sumados se obtienen resultados inimaginables. El deseo de sus propietarios es que sus comensales puedan degustar de una gastronomía de autor, con ingredientes que se encuentran a nivel local y preparados al momento.
Su chef principal, Diego Hernández, ha estudiado durante más de 18 años la gastronomía latinoamericana, entre ellas la gastronomía indígena, y ha logrado dar vida a platillos que demuestran que no son necesarios exóticos ingredientes provenientes del otro lado del océano para crear platillos que no solo visualmente son una obra de arte, sino que conquistan al paladar al primer bocado. Cada uno está pensado en recuperar tradiciones, costumbres y en volver a las formas de consumo que se practicaban antiguamente, donde todo era natural y se aprovechaban al máximo los recursos de la madre tierra.
La coctelería complementa a la perfección la propuesta gastronómica. Las “pociones” y “brebajes espirituosos” como los llaman en La Yerbatera, entremezclan la coctelería de autor con la tradicional, pero manteniendo siempre la esencia del lugar. En cada uno de ellos, destacan aromas y sabores botánicos y frutales tales como enebro, rosas, anís, lavanda y flor de Jamaica, entre otras.
Tiempo atrás, la ginebra era considerada por sí misma un tónico curativo. En tiempos de la invasión británica a la India, los soldados, quienes no soportaban el sabor de las pastillas de quinina para la malaria, comenzaron a combinar las pastillas con ginebra, limón y azúcar, aligerando la mezcla con agua y dando como resultado el gin tonic que hoy todos conocemos. Es por esto que el gin tonic es la bebida de la casa y en su variación, denominada La Yerbatera, predominan sabores profundos de hierbas y cítricos que conectan con la tierra.
Finalmente, tras disfrutar de una experiencia gastronómica y de mixología de la más alta calidad, las notas dulces se tornan protagonistas en los postres que inmediatamente nos trasladan a nuestra infancia con sabores tales como vainilla, dulce de leche, marañón y uchuva.
Tras este último platillo, la experiencia de “La Yerbatera” llega a su final y el viaje que inició horas atrás nos trae de vuelta a la realidad, no sin antes sembrar la semilla de la importancia de conocer nuestra historia, rescatar nuestras tradiciones y comprender que el buen comer es una experiencia que inicia en la tierra, con las plantas y productos que finalmente terminarán en nuestra mesa.
La Yerbatera permite hacer un viaje al pasado sin levantarnos de nuestra mesa. Sin duda, su esencia, más que una experiencia gastronómica, es la sensación mágica que produce en quien le visita. Quizás, las yerbateras sí tengan algo de brujas.
La Yerbatera |
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Reservaciones: WhatsApp: 8613-3333 Instagram: la_yerbatera |