Los alimentos orgánicos están de moda. Se han abierto camino desde hace un par de años ante la realidad de una producción no muy amigable con el ambiente.
Se ha demostrado que los productos que nacen de tierras sanas ayudan a fortalecer el sistema inmunológico, evitar enfermedades, contribuye en el correcto funcionamiento del sistema digestivo y mejoran la calidad del sueño.
Como si fuera poco, contienen aproximadamente 50% más antioxidantes que los productos que han sido procesados dentro de la industria alimentaria. Aportan mayor cantidad de fibra, no poseen hormonas ni elementos artificiales.
Las hortalizas son crujientes y las frutas son jugosas, los vegetales carnosos, con cáscaras más puras y ricos en probióticos. El asunto es que a simple vista no existe diferencia que evidencie su origen o beneficios, de ahí la incredulidad en la agricultura orgánica.
Samanta Kennedy, propietaria de la finca de productos orgánicos Sabellico, explicó que la producción orgánica va más allá de evitar el uso de pesticidas o químicos sintéticos, se trata de una agricultura mucho más eficiente que piensa en su entorno ecológico.
Son parcelas pequeñas pero muy diversificadas que permiten aprovechar el producto según temporada. En Europa es llamada agricultura biológica, ya que busca una armonía con el ambiente.
Además de las plantas de las que luego obtienen dinero por su fruto, una finca orgánica debe contar con espacios más ornamentales para atraer aves y mariposas, polinizadores y controladores biológicos naturales. Así es posible ver cómo berros y arracaches conviven en el mismo espacio de la lavanda o las flores de cubá.
El cambio en el tipo de cultivo radica en la mayoría de las ocasiones en un acto de conciencia ambiental y en el intento de evitar enfermedades tanto de los mismos productores como de quienes consumen sus productos.
La lógica de producción se respalda en la emulación de la misma naturaleza.
Sabellico nació hace 7 años como parte de un proyecto entre amigos con el fin de producir lo que ellos consumían, se volvió un estilo de vida y finalmente su sostén. Afirma que el proceso les ha tocado aprender sobre cómo combinar cultivos y a entender que los ciclos de la naturaleza no van tan rápido como va la vida de los seres humanos.
“Estamos acostumbrados a tener productos todos los días en la mesa y el supermercado, pero en la agricultura orgánica se va más despacio. Hay que aprender a ser paciente. El manejo es mucho más complicado. Si no pasamos la maquina se enmonta rápido, no se utiliza ningún tipo de herbicida artificial, entonces hay hierba por todo lado, es un manejo muy manual. Es mucho contacto con la naturaleza y esa es quizá la parte más bonita”, cuenta Kennedy.
En su finca se producen hortalizas como cebollín, lechuga, remolacha, acelga, berenjena, chile; en ciertas épocas hay tomate y cebolla. Además otros productos no convencionales como el kale, rábano blanco, flores comestibles como el clavelón cubano, algunas plantas aromáticas como lavanda, romero, orégano y estragón.
Confiesa que, al igual que la mayoría de productores orgánicos en Costa Rica, la semilla no es pura ya que en el país no existen suficientes proveedores. A pesar de ello experimentan con algunas que le traen clientes del extranjero, principalmente de Francia.
“El secreto de la agricultura orgánica es el suelo, un ser vivo lleno de microorganismos. La agricultura convencional lo que hace es matarlos, pero un suelo vivo es un suelo sano y esto le va a generar buena nutrición en las plantas”, afirma Samantha, quien cuenta que además emplean lombricompost y estiércol de cordero para el abono.
Este tipo de agricultura es como un ejercicio de alquimia ya que se deben fabricar los propios abonos, muchos se pueden hacer de las mismas plantas medicinales y aromáticas que funcionan como repelentes.
“La gente dice que en la agricultura orgánica no se usan químicos, pero la realidad es que la misma naturaleza los tienen como el magnesio y el calcio. La diferencia es que no se compran sintéticos, sino que se aportan de origen natural”, explica.
Producción que se aprovecha al máximo
Como la naturaleza va a su ritmo y el cliente al suyo, una de las estrategias para suplir al mercado fue generar alianzas entre productores. Esto les permitió diversificar la oferta.
El colectivo anuncia cada semana en la página de internet www.sabellicocr.com lo que tienen listo para cosechar y lo distribuyen de forma gratuita los días sábados y lunes. De esta forma, cuenta Samanta, han logrado colocar producto de 10 diferentes fincas y varios proyectos.
Para aprovechar todos los recursos y evitar el desperdicio, este colectivo se propuso procesar los excedentes de la cosecha.
“Tenemos que trabajar en este tema de educación. Estamos muy acostumbrados a ver todos los tomates exactamente iguales, pero resulta que la naturaleza no es así. Solo por ser un poco ovalados ya la gente no los compra”, lamentó
Estos tomates que no son deseados pasan a ser pesto, el cebollín con las puntas amarillas es deshidratado y mezclado con otras hierbas para crear una sazón completa, se hacen pastas de ajo, hierbas deshidratadas y hasta mermeladas.
“Se intenta aprovechar todo el producto. Es un proyecto secundario al que queremos darle más fuerza, porque cada vez que vamos a fincas nos damos cuenta de que hay pilas de alimentos botados por que son productos semi defectuosos que la gente no compra”, dice.
Dificultad
Para nadie es un secreto que los productos orgánicos aún siguen siendo para un público élite, se estima que su costo es hasta un 30% más elevado que los llamados ordinarios. La razón, según la experta se debe además del proceso a la ausencia de ayuda estatal.
“Nos hemos topado con gente del Ministerio de Agricultura muy cuadrada, cerrada y desinformada. Tenemos que trabajar en la educación”, explicó.
Las certificaciones, exoneraciones y falta de apoyo en la colocación son algunas de las quejas del colectivo. Pese a ello, afirman que el unirse les ha permitido colocarse de forma más masiva en espacios comerciales.