
En su vida no hay libretos, no hay dobles caras. Quienes lo han visto por televisión y han disfrutado de sus programas casi podrían decir que lo conocen y es que con esa naturalidad con la que se presenta cada viernes frente a la pantalla chica, así es Daniel Vargas.
A diferencia de muchos apasionados de la cocina, este reconocido chef no soñaba de niño con estar inmerso entre cucharas, cuchillos y deliciosas recetas. El Daniel de su juventud deseaba con todo el corazón formar parte de las filas de primera división del Deportivo Saprissa, ser un portero popular y, como lo bromean ahora algunos de sus amigos, tanto como Keylor Navas.

Era inquieto y muy travieso, características que nunca robaron espacio a la dedicación. "Lo que él se proponía lo lograba. Desde pequeño se esforzaba por alcanzar sus objetivos", recuerda su madre.
En su casa de habitación en San Rafael de Escazú Daniel nos contó su historia. Una conversación amena, aunque no se podría calificar como fluida, pues teníamos una distracción: su hija Camila, una belleza de 9 meses que acapara toda su atención.
El jugador
Fueron cerca de 14 años militando para las ligas menores del monstruo de Tibás, al que se unió apenas cumplidos los ocho. Era la sensación en su escuela, no cualquiera lograba entrenar con la camiseta morada, la oficial.
Esa popularidad valió la pena y la agradece. Confiesa que sin la ayuda de compañeros y profesores hubiera sido imposible iniciar su carrera en el balompié a tan corta edad. La pasión por el deporte la heredó de su madre, quien fue seleccionada nacional en natación.
El ex jugador recuerda esa etapa como una de las más estresantes de su vida, pues tenía que compensar los privilegios de horarios con resultados. Pese a ello, siempre tuvo tiempo para cosechar buenas amistades.
Cuando habla de sus amigos de juventud lo hace con cierto aire de orgullo. Desde corta edad se rodeó de gente que compartía su pasión por el deporte. Su grupo no era de los que se escapan para ir por un par de cervezas. "Las amistades más fuertes que tengo nacieron del Saprissa. Debo aceptar que yo me aparté de los compañeros del cole, yo no tomo. Ni siquiera fui a la fiesta de quintos. Mis amigos siempre han sido gente que está metida en mi ambiente y comparte los mismos objetivos. Celso Borges es uno de ellos, una persona centrada que se cuida. A él lo conozco desde hace más de 15 años. Somos muy amigos".

Vargas y Borges son tan cercanos que el centrocampista del Deportivo de La Coruña de España es también su padrino de bodas.
El fútbol le heredó otros amigos como Daniel Cambronero, Esteban Ramírez, Mauricio Castillo, Esteban Alvarado y Kendrick Pinnock.
Confiesa que el deporte también le hizo pasar momentos difíciles, como en todos los campos profesionales no está exento de roces.
"El fútbol en Costa Rica es un ámbito complicado. Está lleno de rivalidades y argollas. Esto también influyó mucho en mi decisión de dejar el Saprissa", comenta con un tono de nostalgia de haber dejado el alto rendimiento y al mismo tiempo con la certeza de que ese no era su camino.
No fue que se rindió fácil. Afirma que la gota que derramó el vaso fue cuando le rechazaron una beca para estudiar en Estados Unidos.
"Eran 30 puestos a nivel mundial. Me llamaron, me vinieron a ver, me dijeron que estaba en el top 6, a los dos días que en el top 2 y al día siguiente me avisaron que le habían dado el espacio a un portero Alemán, ¡ay mae! tan cerca que estuve", pero bueno. Al fin y al cabo no me arrepiento de haber tomado la decisión de dejar el fútbol".
"Los compas me dicen: mae usted estaría ganando millones de dólares en el real Madrid, vea a Keylor. Yo les digo: sí pero ahora yo cocino más rico que él", se ríe.
Un cambio
Seguía jugando, pero quería asegurar su futuro con una segunda carrera, por lo que ingresó a administración de empresas. Todo un error, en definitiva no era lo que él quería.
Luego de conversarlo con su familia y recibir consejo decidió aventurarse en el mundo de la cocina. Pero en esta ocasión no se tiró al agua de un solo, fue probando con cursos para ver si realmente era lo que le gustaba y fue cuando entendió que le encantaba. Aquello que le divertía hacer junto a sus seres queridos de vez en cuando y por inspiración se convertiría en la carrera de su vida.
No lo pensó más. Nada lo ataba a Costa Rica, excepto su gran apego al Saprissa y a su núcleo familiar. Tomada la decisión, dejó al equipo y se fue a perseguir el sueño de convertirse en todo un experto culinario.
"Esta ha sido realmente la decisión más difícil de mi vida. Retirarme del fútbol después de 14 años. Vendí mi carro y me fui para España. Estuve cuatro años con la posibilidad de quedarme nueve, pero ya era mucho. En esos cuatro años no había visto a mi familia", recordó.
En el viejo continente logró pulir su talento con dos estilos muy distintos de cocina: francesa y mediterránea. Su carrera comenzó con la práctica de cocina en Madrid y Barcelona.
"La experiencia fue increíble. No solo por la oportunidad de estudiar gastronomía sino por todo el aprendizaje en cuanto a lo cultural, pasar la prueba de vivir solo, cocinarse, lavarse la ropa, fue todo un cambio que realmente me encantó".
Aquel enamoramiento le duró poco. Al llegar a Costa Rica obtuvo empleo en un restaurante en Ciudad Colón, si bien se trataba de una buena oportunidad no era lo que él esperaba.
"Fue realmente un bajonazo. Entré en una crisis existencial, allá (en España) recién graduado y carajillo me dieron un buen puesto y ganaba muy bien. Aquí me dieron un buen puesto pero ganaba fatal, el horario era terrible, no tenía vida social, no tenía nada", dice indignado.
Regresar a España fue una de las alternativas que le pasó por la mente. Solo había un pequeño detalle, en el fondo no quería irse.
A ciegas

Luego de aquella desilusión, con el apoyo de su madre, Leonor Calvo, Daniel se aventuró en la apertura de su propio restaurante. Al inicio no les fue muy bien, de hecho nada bien. La inexperiencia, mala ubicación, poca suerte... todo confabuló. Lo cierto es que el restaurante en Escazú no funcionó.
En el 2014 deciden trasladarlo a Barrio Amón, en el corazón de San José. La sede sería la casa en la que había crecido el chef con sus dos hermanos, justo en las calles donde jugaba con sus primos, un sitio lleno de recuerdos. Donde de niño se había quemado las pestañas para permanecer en el Saprissa.
Trasladar Racó a la capital fue un éxito. El cambio de locación también llegó con un cambio de concepto. Una idea importada de Europa, con la adaptación necesaria para despertar la curiosidad de los josefinos.
Cenas a ciegas y sin cubiertos, esa fue la novedad y al mismo tiempo la frase que ocupó varios titulares. La idea de comer con una venda en los ojos y sin implementos más que los dedos se volvió toda una locura. En siete meses, con servicio dos veces por semana, atendieron a poco más de 2.000 comensales.
"Los clientes llegaban nerviosos por temor a lo que iban a comer. Creían que les íbamos a servir quien sabe qué, pero la idea era dar cosas súper comunes con ligeros cambios en texturas y presentaciones para demostrar a la gente que somos demasiado visuales", comenta Daniel.
La autenticidad de su restaurante le valió el renombre que necesitaba. A los amantes de la cocina ya se les empezaba a hacer conocido aquel ingenioso chef.
Crisis. Si bien durante el 2014 aún se sentían las consecuencias de la recesión económica, la crisis que enfrentaba Vargas distaba mucho de lo monetario. Su inquietud era más personal: necesitaba volver a sus raíces, volver al deporte.
"Estábamos metidos de lleno en el restaurante, ambos (él y su madre) descuidamos la salud y dejamos el ejercicio de lado. Estaba flaquísimo, comía pésimo. No daban un centavo por ninguno de los dos".
En diciembre de ese año, le llegó la oportunidad de formar parte del equipo de presentadores del programa de televisión Sabores.
"Realmente era el trabajo que yo quería cuando vine de España, yo quería salir en televisión y bueno, los planetas se alinearon cuando se tenían que alinear y tomé la decisión de cerrar el restaurante. Como dice el mandamiento del vendedor chino: si tiene un negocio y no lo hace feliz, aunque le dé plata, ciérrelo. Entonces, no lo dudé"
En retrospectiva y con el aire de que algún día podría revivir aquello de comer sin depender de la vista, Vargas afirma que esa etapa de su vida le dejó algo más que la fama. Le abrió nuevas oportunidades de empleo, la posibilidad de encontrar un balance entre trabajo y actividad física y, además, una familia.
La mujer que actualmente es su esposa y madre de su hija lo cautivó en su propio restaurante.
Con sal y pimienta
Llegar a Sabores fue lograr una meta con la que había soñado. Ahora disfruta de lo que hace, dispone de tiempo y sobre todo de su idea de lo que es la cocina.
"Obviamente es un arte y es algo muy personal. A mí lo que me gusta es compartir con la gente. Si estoy solo y tengo que cenar me preparo un huevo, no voy a ponerme a hacer algo súper gourmet para mí. Me gusta que otros disfruten. Lo que no me gusta es cuando me invitan a una fiesta y me dicen: "mae Dani tengo ahí una carne por qué no la hacemos"... porque me vas a poner a trabajar. Lo hago fascinado, pero prefiero que no", comenta entre risas y con la esperanza de que algunos de sus amigos lean este texto para no tener que repetir la experiencia.
Compartir sus recetas con una visión más saludable que le permita ayudar a crear estilos de vida de calidad es lo que le identifica en el programa y en su vida.
"La personalidad que proyecta es realmente él, no es producción. Así es él, simpático, bromista, disciplinado y deportista nato", cuenta Fabián, hermano mayor del presentador.
Tanto es así que del todo no existe un guión, no hay libreto alguno ni promter que le permita recordar la siguiente palabra.
"Es todo muy natural. A veces uno dice una palabrilla media atravesada como mae o chiva que se queda. Recuerdo una vez que estaba haciendo un rollito de hojas de albahaca para cortarla y dije hacemos un purito; bueno eso sí tuvimos que editarlo", se ríe.
La llegada de Daniel a Sabores no fue del todo por "una alineación de estrellas", en realidad respondió a un rejuvenecimiento del programa, siendo el más joven de los cinco rostros que caracterizan el espacio y quizá uno de los que aparenta ser más rebelde simplemente por usar tatuajes.
"Le aplaudo mucho a Sabores la decisión de contratar a alguien con tatuajes, ya que hay mucho tabú en ese sentido. Era un arma de doble filo, pero absolutamente nadie ha dicho nada negativo al respecto. Quienes escriben son jóvenes preguntando dónde me los hicieron". Cuenta orgulloso que uno los grabados que lleva fue diseñado por su madre.
Sus dos amores
Además de la cocina, Daniel tiene dos amores que se puede decir ocupan más tiempo del que invierte en su empleo formal.
Uno de ellos es Camila, una pequeña inquieta de apenas nueve meses de edad y que tiene pasta de negociante, según su padre.
A decir verdad, la niña está destinada a robarle protagonismo a Daniel. Ella lo acompaña a reuniones formales, a grabaciones y durante sus ratos de descanso.
Vargas no esperaba que la paternidad fuera como él la vive. Le trajo alegría y una nueva forma de ver la vida y sus prioridades. Él se encarga de cuidarla mientras que la madre asiste a su empleo durante el día, no sin antes darle un par de horas a Daniel para que pueda ir a cumplir con su otra pasión: el Crossfit.

"Apenas cerré el restaurante empecé a entrenar todos los días y me encantó. Ahora no me veo en el gimnasio".
El proyecto empezó en noviembre del año anterior con la idea de crear una imagen de vida saludable aprovechando su experiencia en el deporte y la exposición mediática que podría tener. De hecho así lo muestra, su orientación wellness es lo que caracteriza su espacio.
"A todo el mundo le parecía muy chiva la propuesta, pero nadie se metía. En febrero del 2015 quedé en segundo lugar en una competencia importante y a partir de ahí varias marcas me empezaron a patrocinar. Ahora este es un segundo empleo", comentó.
La familia es su tesoro. Cada fin de semana se reúne con sus primos y hermanos, comen algo, intentan jugar fútbol aunque con un poco de problema por los años y las panzas, afirma su hermano Fabián. Sin duda, la familia es la que complementa la vida de este joven de 28 años que dejó los guantes por una buena cuchara.
Fotos Marcela Bertozzi y Jose Díaz
Producción Jairo Barrantes Luna, maquillaje Velvet Salas, vestuario y co producción Alexandra Forero
Referencias
Adolfo Domínguez (Tel:.2588-2957) Fabrizzio Berrocal (Tel.: 8410-8567) Massimo Dutti (Tel:. 2201–5890)