
"En cualquier momento y sin causa aparente, todo aquello que creemos estable puede desajustarse, desviarse, torcer su rumbo y empezar a cambiar". Las cavilaciones de Sira Quiroga, personaje principal de la novela El tiempo entre costuras, parecen describir atinadamente la vida de su autora: María Dueñas.
Tras años dedicada a la enseñanza en la Universidad de Murcia y varias casas de estudios en los Estados Unidos, la filóloga inglesa cambió la academia por la literatura. El cambio no fue intencional, según cuenta, sino que el categórico éxito de El tiempo entre costuras (2009) le hizo convertirse en una escritora tardía. Debutó poco después de las cuatro décadas, cuando halló tiempo después de la crianza de sus hijos, y tras vender cinco millones de ejemplares e inspirar una serie televisiva, la escritura se convirtió en un empleo de tiempo completo.

A esa novela, donde los hechos tienen lugar en Marruecos y España, le siguió Misión olvido (2012), en la que otra mujer, Blanca Perea, indaga en las historia de las misiones franciscanas en California. En su tercera obra, construye, por primera ocasión, un protagonista masculino: Mauro Larrea, un indiano —español que vivió el América pero regresa a España— que está dispuesto a arriesgarlo todo para recuperar su fortuna. Fue justamente esa historia, denominada La Templanza, la que la trajo a Costa Rica y a conversar con Perfil sobre su trabajo.
P: ¿Por qué decide ubicar La Templanza en el México del siglo XIX?
M: Empieza en México pero el origen de la historia es Jerez, una ciudad al sur de España, cuna de famosos vinos que son distribuidos en todo el mundo desde la Edad Media. Tuvieron su esplendor en el siglo XIX cuando se empiezan a crear allí las grandes bodegas, legendarias familias bodegueras y mucho comercio con Gran Bretaña, especialmente. Me parecía que era un punto de amarre emocionante para una novela y empecé a investigar sobre aquellos años. Ahí fue cuando supe que algunas de las grandes bodegas se establecieron gracias a lo que en España se llamaban capitanes de retorno o indianos, los españoles que iban a América y que volvían luego a su país.
Me pareció muy interesante elegir como protagonista a uno de esos hombres pero, en vez de ser un indiano rico y opulento —como eran muchos de ellos— viene totalmente arruinado, aunque tiene la fachada que ha triunfado, de que se ha hecho a sí mismo.
P: ¿Cuál es su forma de trabajar al escribir sus libros?
M: Soy académica y estoy muy acostumbrada a documentar e intentar que todo lo que cuente se sostenga con datos objetivos. Me documento mucho y la verdad es que me apasiona esa parte del proceso de escritura. Recurro a los recurso más ortodoxos y canónicos, voy a archivos, consulto mucha prensa de la época, leo libros y cartas de viajes escritos en esos años y viajo a los lugares. Generalmente ya lo conozco de antes pero los visito con otro tipo de mirada. Uso muchas imágenes: fotografía, pintura, grabado.
Escucho mucha música también: para La Templanza he oído música mexicana como telón de fondo, muchas habaneras para inspirarme en La Habana, flamenco para Jérez. Uso todo tipo de recursos, incluso bebo vino de Jérez.
P: ¿Por qué decide insertar un protagonista hombre?
M: La historia requería que el protagonista fuera un hombre. Una mujer hubiera resultado menos creíble. Estos indianos que subían, bajaban, caían al precipicio normalmente eran hombres y quería ser coherente con la historia. También me apetecía el reto de relatar la historia de un hombre. Ya en Misión olvido, aunque la protagonista es una mujer, hay dos personajes coprotagonistas: un profesor americano muy atractivo y muy carismático y un exiliado español después de la Guerra Civil española.

Construí dos personajes que tienen un gran peso en la novela y quedé contenta y los lectores quedaron contentos. Eso me dio seguridad para atreverme con Mauro y no ha sido complicado, he trabajado a gusto con él, me lo ha puesto fácil.
P: ¿Qué le diría a las personas que creen que las escritoras solamente pueden tratar temas "femeninos" o desde personajes femeninas?
M: Son prejuicios absurdos, quien tiene un problemas no son las mujeres que escribimos, sino los que piensan que eso es así. Las mujeres podemos escribir lo que queramos, otra es que no queramos renunciar a nuestra mirada femenina. No tenemos porqué renunciar a ella tampoco.
No intento esconder mis perspectiva de mujer cuando escribo y eso no significa que escriba solo para mujeres.
P: ¿Qué implica para usted ser una escritora exitosa cuando se habla del ocaso del libro impreso?
M: Para mi es muy gratificante y estoy muy agradecida de que, en estos tiempos de crisis en todos los sentidos, se ganen lectores. Lógicamente, el mundo está cambiando y el mundo editorial y el de la literatura no son ajenos. No obstante, no tenemos que ser catastrofistas: si las cosas tienen que cambiar pues que cambien. Podemos ir buscando un equilibrio.
Quiero pensar que el formato tradicional no desaparecerá. Sí, es cierto que el digital irá ganando terreno pero yo que voy moviéndome en ferias y el ámbito literario lo veo: hay mucha gente joven comprando libro en papel, buscando la firma del autor.
P: Y la tecnología ha venido a cambiar como el lector interactúa con los escritores...
M: Así es, los más chicos, con sus páginas de YouTube, llamadas booktubers, hacen su campaña de apoyo, son ajenos a la crítica tradicional: gente joven que cuenta en video lo que les gusta. Se convierten en prescriptores espontáneos y magníficos. Todas estas cosas nos dan aliento. Son síntomas de que esto no se acaba, esto sigue vivo con otros formatos.
Todo responde a lo mismo: las ganas del lector de que te cuenten una buena historia. Existe una historia de los libros de Dickens, los cuales llegaban en fascículos en barco al puerto de Nueva York. Aglomeraciones enteras esperaban la llegada de los libros y preguntaban desde abajo sobre el destino de los personajes, querían saberlo todo. Ha pasado siglo y medio y, al final, son las pulsiones humanas las que nos mueven: con otras aplicaciones, otras maneras de abordarlo todo... larga vida a los libros.
P: ¿Cuál sería el mensaje de sus personajes femeninos a las mujeres contemporáneas?
M: Intento crear mujeres, y así me dicen los lectores que las leen, con coraje, con capacidad de superación. Aquellas que cuando la vida las golpea tienen entereza y valentía para levantarse y salir adelante. Me gustaría que mis personajes les dijeran a las lectoras que, si ellas pudieron salir de sus caídas y fracturas, casi todas también podemos.