
Ariadna Alvarado es la única mujer piloto de carreras de la categoría ST (super turimo) en Costa Rica. Además es madre, ingeniera y chofer voluntaria de ambulancia. A los 30 años inició como piloto amateur y actualmente ocupa el segundo lugar en la tabla de posiciones del campeonato de TN.
ST se compone de carreras de circuito donde panticipan carros de diferentes marcas, que se catacterizan por su alta competitividad, su modo de conducción más agresiva y mejor reglamentaria, según explica Alvarado.
Perfil conversó con ella mientras se preparaba para el primer evento de la Categoría Profesional de circuito ST, que será el próximo domingo 6 de setiembre, en el Centro de eventos Pedregal. La competencia iniciará a partir de las 9:30 a. m., las entradas se encuentran en preventa a un precio de ¢4.000.
P: ¿Cómo comenzó en el mundo del motor?
A: La mecánica, la electrónica y el automovilismo me han gustado desde siempre. De niña me regalaban muñecas y yo soñaba con carritos: En Navidad me ponía triste porque me daban una barbie y yo quería el carro de mi hermano.
A mis padres les preocupaba el estigma en torno a las mujeres que nos gusta el automovilismo. No me dejaron estudiar mecánica, entonces estudié sistemas y tecnologías. Se dieron cuenta de mi carrera como piloto en un artículo del periódico.
Debieron acostumbrarse, yo no iba a abandonar lo que quiero hacer. Siempre he creído que hay un cromosoma que te hace piloto, que realmente está en tu ADN, se lleva en la sangre. No obstante, tener esa pasión no te hará una leyenda. La suma de sacrificios, esfuerzos y logros es lo que te hace una leyenda.

¿Cómo la recibe el público costarricense?
Hay dos posturas muy divididas: quienes aman la presencia de una mujer en el automovilismo y les parece fascinante. Por supuesto hay quienes no lo apoyan y creen que una mujer puede correr pero difícilmente va a llegar muy lejos.
Otras posturas son muy machistas, pero también hay pilotos con los que se desarrolla un gran cariño. Hay quienes tienen resistencia, actitudes muy ásperas, pero con mucha humildad se puede ganar a esas personas. Cuando se les da a entender que somos parte del mismo mundo, dan consejos y te apoyan.
Yo les decía antes de la carrera: no digan que es una mujer la que va en el carro, siento que eso genera unas expectativas que no sé si pueda cumplir.
No quería actuar como los varones, no me gusta ser como un piloto varón. Cuando iba a correr El cuarto de milla en tacones, se sorprendían y yo les decía: sigo siendo una chica.
¿Qué características femeninas la hacen exitosa como piloto?
La sensibilidad que tenemos las mujeres genera una pasión muy genuina. Es una característica del corazón de una mujer: cuando una mujer ama, lo hace de una forma muy intensa y entregada. Cuando una mujer decide ir tras algo y perseguir sus sueños, se entrega hasta alcanzarlos.
Las mujeres somos más detallistas. Se cree que somos chapas para manejar y eso me enoja, solo es cuestión de enfocarse. Somos inseguras para manejar no porque carecemos de habilidades, sino porque hemos sido programadas desde niñas para pensar que los carros "son cosa de hombres".

¿Qué se necesita para ser un piloto exitoso?
Amar el automovilismo, que es un deporte de intensidad y requiere un 100% de entrega. No es posible desconectarse del carro y la pista ni un segundo. Hay que saber cuándo darlo todo y cuando sostenerlo, requiere mucha concentración.
Cuando una mujer descubre que le gustan los motores no debe negarlo, debe dejarlo ser parte de su esencia. Va a ser incomprendida y altamente criticada, pero vale la pena.
Debe dejar de creer que no puede hacerlo por ser mujer. Sacarse los miedos y creer en sí misma. Cuando dudo de mí misma, por todo lo que he escuchado en mi vida, veo videos de corredores para borrar los pensamientos negativos.
¿Cómo se logra un balance entre ser una mujer profesional, madre y piloto?
Es difícil, hay momentos en los que se falla y el precio es muy caro; aun así, vale la pena. Al largo plazo, no tiene sentido tener una vida responsable, si uno no se atrevió a enfrentar retos.
La vida es como el carro de carreras: se aprende a llegar al límite hasta cuando se está al borde de explotar pero, para aprender hasta dónde llegar, es necesario arriesgarse. En la vida de una mujer —en la que se está obligada a ser exitosa como madre y en el trabajo, verse bien, etc.— la única forma de lograr ese balance es sacrificarse, poner cosas en riesgo y conocer los límites.
Cuando el automovilismo se incluye en la ecuación, hay que encontrar el balance entre la seguridad personal o arriesgarse a alcanzar los sueños.