Que se acerque lentamente por atrás, me recoja el cabello suelto, me desnude el cuello y me bese la nuca. Chas, soy suya.
Todas las terminaciones nerviosas me producen una electricidad que me recorre el cuerpo entero y me nubla cualquier pensamiento coherente. No pienso, siento.
Más allá del cruce de labios o entrelazar lenguas, el beso en el cuello es sutil, elegante y erótico, sobre todo si nos toma por sorpresa. Es delicado hasta que un leve mordisco da la señal de que suaves caricias se pueden convertir en intempestivos jadeos en cuestión de minutos.

Nuca, cuello y clavícula. Es una región erógena, sensible y de acceso limitado. Me gusta que me la besen porque ahí llega solo quien sabe que podrá continuar con el resto del cuerpo. Me gusta que me la besen porque me eriza. Y después, me gusta devolver el favor.
Pero cuidado, esta zona está llena de vasos sanguíneos y por eso es propicia a los chupetones. Algo de exceso pasional puede terminar en una mancha morada que solo les luce a los adolescentes de 16.
