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Domingo de playa

Sin embargo cuando eran bebés ir de paseo a la playa por el día era bastante más complicado. De lo que recuerdo, tal hazaña implicaba llevar el coche para las siestas, la tiendita de campaña para protegerlos del calor, una piscinita inflable para refrescarlos, agua hervida para preparar la leche especial, comida envasada, almuerzo para diez por si los monos se llevaban algo, quince cambios de ropa, siete toallas para sacudirse la arena, pañales para el agua, pañales extra por si acaso, un botiquín de emergencias por aquello de las siete plagas, un bolso con todos los juguetes plásticos del mundo y dos pares de brazos adicionales para cargar con todo...

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Son las 6:00 a.m. Las seis de la mañana no están hechas para los domingos. Es un día para 'perecear' en la cama, encender el televisor, desayunar tarde, muy tarde. No correr, no alistar meriendas, no planear nada en especial. Siempre y cuando no sea un domingo de playa. Decidimos ir de paseo la noche anterior y queríamos aprovechar las últimas puestas de sol del verano. Programamos el despertador justo para las seis la mañana, con el propósito de levantarnos temprano y disfrutar al máximo el día. Con los años hemos aprendido a simplificarnos la organización porque vamos a la playa con mucha frecuencia.








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