En el imaginativo social sonrojarse es sinónimo de vergüenza, timidez o culpa; no obstante, la realidad para quienes sienten la sangre en sus mejillas con frecuencia es que esta es más bien un abre bocas del qué dirán.
Silvia Peraza, licenciada en psicología, explicó al ver a una persona sonrojada se piensa que está avergonzada o tiene miedo, sin importar si sufre de afectaciones corporales. Como consecuencia, las personas se predisponen a estar sonrojados y a “preocuparse” por lo que podrían pensar los demás; esto, según la especialista, puede llevarlos a crisis de pánico en las que se presenta la sudoración y temblor.
El enfrentarse a escenarios novedosos como conocer gente o dirigir una charla, son solo algunas de las causas que llevan a sonrojarse.
Según una publicación de la revista Biology Letters investigadores de la Universidad St Andrews en Reino Unido concluyeron que la interacción social no sexual entre hombres y mujeres incrementa la temperatura del rostro de ellas hasta en un grado centígrado, aunque no exista la sensación de rubor.
Peraza mencionó que esta afectación se relaciona con la búsqueda de la aceptación social.
“Es importante tener claro que los demás deben aceptarnos tal cual somos. Debemos cambiar los pensamientos negativos por positivos, aceptar lo que sucede y enfrentarlo”.
La sicóloga concluyó que las mejillas rojas se pueden prevenir con técnicas y terapia para aquellos casos extremos.