El 13 de marzo del 2013 sucedió lo impensable: un hombre de 77 años volvió a poner de moda una institución de dos milenios de antigüedad.
El mundo sucumbió a la “franciscomanía”. La gente conoció al Papa cool , el que conduce su propio auto de segunda, el que besa chiquitos y los pies de los enfermos, el que renunció a vivir en el palacio papal y también a la extravagancia de las ropas del más alto dignatario de la Iglesia católica. La mudanza de estilo entre Benedicto XVI y Francisco no es pequeña, a pesar de la aparente pequeñez de los detalles. Estamos ante una institución cimentada en el poder de los símbolos.
¿Acaso adoptará la Iglesia católica una posición más abierta en cuanto a las personas divorciadas? ¿Habrá posibilidad de que el altísimo clero acepte el matrimonio homosexual? ¿Cambiará la Iglesia su postura en cuanto al uso de anticonceptivos?
Muchos leen cambios profundos detrás de los gestos de Francisco, pero, ¿no será que se engañan con que hay vientos de cambio solo porque la brisa es más fresca? Esa es la lectura que se hace desde la representación de la Iglesia católica en Costa Rica.
Las palabras de Francisco y su modo tan cautivante, dicen, podrían estar alimentado esperanzas falsas. Detrás del Papa, hay un cambio en la forma, no en la sustancia, afirman por acá. La Iglesia local ha debido salir al paso para atemperar los fervores reformistas, a riesgo de ser percibida por los entusiastas del cambio como más papista que el Papa.
Palabra del Papa
“Yo no soy católico, no sé ni qué soy, pero me encanta el papa Francisco y quiero que gane el Nobel de la Paz”, dice un tuitero en un mensaje efusivo y poco original, porque la red de microblogueo está llena de avalanchas de afecto que también llegan desde la abstención religiosa. “Soy oficialmente atea, pero este Papa me parece interesante. ¿Será Francisco el nuevo Moisés de la Iglesia?”, dice otra.
El 266.° Papa levanta amores porque proyecta autenticidad, y el Vaticano ha sabido potenciar la buena prensa para el servicio de su fe.
Además de su austeridad y su extraversión, el Papa ha tenido los más sonoros aplausos por titulares que lo citan sobre temas candentes en el debate de los países con presencia católica.
“¿Quién soy yo para juzgar?” fue probablemente la frase más influyente que se recogió de labios de Francisco el año pasado. Aquello fue en julio, en pleno vuelo , mientas salía de Río de Janeiro y ofreció una conferencia de prensa, en la cual habló sobre las reformas para hacer más transparentes las finanzas y el banco del Vaticano. Sin embargo, fue cuando respondió sobre la supuesta presencia de un “ lobby gay” en la Santa Sede cuando dijo las famosas palabras.
“(El Catecismo) dice que no se debe marginar a estas personas, deben ser integradas a la sociedad. El problema no es esta orientación (homosexual)... El problema es cabildear ya sea por esta orientación, o un cabildeo político o masónico”.
A pesar de esta anotación posterior, la que resonó fue su reflexión sobre quién es él para juzgar a una persona gay de buena voluntad y que busca a Dios. La frase también fue recordada en días pasados cuando el Papa manifestó que “el matrimonio es entre un hombre y una mujer”, pero agregó que era necesario “regular las diversas situaciones de convivencia que son impulsadas por la necesidad de ajustar los aspectos económicos entre las personas”. La declaración fue interpretada como un espaldarazo a las uniones civiles entre personas del mismo sexo.
En Costa Rica, donde el tema ha acaparado la discusión pública en los últimos años, este supuesto apoyo del Papa por una lucha LGBT fue recibido de muy buena gana.
“El Papa ha abierto una brecha a nuestro favor. Yo creo que la Conferencia Episcopal va a tener que revisar muy seriamente esas posiciones tan fundamentalistas, y de alguna manera tiene que cambiar esas opiniones porque el Papa les está dando una línea diferente”, opina Marco Castro, presidente del Movimiento Diversidad. Él adelanta que su organización recopila las declaraciones del Pontífice sobre este tema para hacérselas llegar a los futuros miembros de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
La Iglesia católica costarricense no está complacida de que las palabras de su más alto jerarca sean usadas contra la lucha más vistosa que ha mantenido en las últimas fechas.
El sacerdote Sixto Varela, vocero de la diócesis de Alajuela, dice que no hay contradicción entre los mensajes del Papa y lo actuado por la representación local del catolicismo. Para él, los obispos no están juzgando a las personas homosexuales y su lucha se centra en insistir en que no se le llame matrimonio a las uniones entre estas.
“Algunos toman las palabras del Papa para ponerlas como contrarias a lo que dicen los obispos, pero yo creo que hay que tener el cuidado de (diferenciar) que nuestros obispos están iluminando una realidad muy concreta; el Papa no puede iluminar una realidad muy concreta porque tiene que iluminar una realidad más universal”, agrega Varela.
Según el sacerdote, la Iglesia no se opuso cuando se discutían las uniones civiles; su oposición, dice, nació cuando se le quiso llamar “matrimonio” por quien él llama el “ lobby gay”.
Continuismo
Lo dicho por este Papa tiene una bendición especial de la prensa. Por ejemplo, en noviembre fueron ampliamente divulgados algunos pasajes de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, en la cual habla contra los defensores de la teoría económica del "derrame": "Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante".
Los comentarios le valieron los abucheos de un sector de la derecha religiosa estadounidense , y los aplausos de sectores de la izquierda económica. No obstante, lo que llama la atención es la excepcionalidad con la que fue recibido el mensaje, pues distintos papas desde León XIII se han manifestado contra los vicios del capitalismo.
Por ejemplo, Juan Pablo II criticó que, a pesar de los grandes cambios en las sociedades más avanzadas, las carencias humanas del capitalismo están lejos de desaparecer, y Benedicto XVI, en su Caritas in veritate , advirtió sobre el peligro que representa el crecimiento de los poderes económicos internacionales para la soberanía de los Estados. Empero, el mensaje de Francisco se percibe como un argumento revolucionario y no como uno que, atenido a los textos, está hilado al de sus predecesores.
Este continuismo es el que no ha sido bien entendido por la gente, según Joaquín Trigueros, vocero de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei en Costa Rica. Él describe al Papa como un hombre muy tradicional –en cuanto a que representa la tradición y el dogma de la Iglesia católica–, pero al mismo tiempo, muy poco conservador en cuanto a sus modos y a la apertura que demuestra. De las palabras de Trigueros, se desprende que es este modo poco conservador el que lleva a algunos a pensar que no es un tradicional sino un revolucionario.
“Su estrategia permite que nos acerquemos todos independientemente de qué tan cercanos estemos (a la Iglesia) y que veamos las puertas abiertas. Pero eso sí, es un papa de la Iglesia católica, y hay cosas que la Iglesia va comprendiendo, pero eso no significa que se acerquen reformas profundas”.
Aunque algunos de sus mensajes abren campo a la interpretación, en otros casos, el Papa habla con una ambigüedad nula, por ejemplo en cuanto a la ordenación de mujeres y a la prohibición de ciertos métodos anticonceptivos. Ha dicho que estos son temas ya zanjados por otros pontífices.
El último gran bum que movió a la prensa internacional fue el entusiasmo de Francisco ante una reflexión del cardenal Walter Kasper , en la que planteaba la hipótesis de que los católicos divorciados y que hubieran contraído matrimonio civil en segundas nupcias pudieran recibir la comunión, aun sin que se hubiese anulado la primera unión. La prohibición de comulgar para los divorciados es ampliamente adversada por los católicos en América Latina (67%), Europa (75%) y Estados Unidos (59%), según un estudio elaborado por la cadena Univisión, y el Papa ha hecho un llamado explícito para que no se les margine.
Ha habido mucha bulla en los medios y esperanzas de reformismo entre los fieles. Ante ello, el arzobispado tico ha salido al paso para atemperar lo que considera que es una tergiversación de las posiciones del Pontífice.
El arzobispo de San José, José Rafael Quirós, expresó esta semana, mediante un comunicado, la forma “irresponsable y superficial” en la que un medio nacional (no menciona su nombre) afirma que el primer cambio de Francisco se encamina al levantamiento de la prohibición a comulgar para las personas divorciadas.
“Sus palabras y acciones (del Papa) son falseadas y, no pocas veces, usadas para mantener vivos algunos debates en la sociedad”, dice el prelado, quien además –citando a un articulista español– llama a Francisco un “mártir de la tergiversación”
Sobre este mismo asunto, Sixto Varela opina: “El Papa quiere acercarse (a la gente) y a veces es un poco..., yo no diría imprudente, es que es tan auténtica (su postura) que le brota espontáneamente lo que él quisiera, pero inmediatamente sabe que hay algo que lo detiene”.
En octubre habrá un sínodo de obispos en el cual se discutirá ampliamente el tema de la familia, y se espera que uno de los puntos más debatidos sea el del divorcio.
Vieja nueva Iglesia
A pesar de que el Papa los ha puesto a correr para “clarificar”, a su entender, sus palabras, el clero costarricense vive en el paroxismo del entusiasmo con la venida de Francisco. La opinión recurrente es que su llegada ha sido “una bendición”.
Sixto Varela dice que en su congregación de San Joaquín de Flores ha experimentado “un despertar de fieles” gracias a la influencia de Francisco. Para el sacerdote, sus gestos de persona austera lo presentan como alguien que predica con autoridad; mientras que Joaquín Trigueros, del Opus Dei, opina que la proyección del Papa es esencialista: se concentra en el mensaje de salvación del catolicismo antes de fijarse en qué dice la moral de la Iglesia, los mandamientos o los sacramentos.
En síntesis, Francisco ha hecho sentirse a las personas más identificadas con el Pontífice y menos regañadas. Allí podría radicar la pequeña gran genialidad en la comunicación del jerarca para levantar la imagen de una institución tan acusada de anacronismos.
Al pedírsele una autocrítica sobre la comunicación llevada por la Iglesia en Costa Rica, Sixto Varela considera que, localmente, se está haciendo una buena labor. Él dice estar acostumbrado a que, con cada cambio de Papa, empiecen a resonar demandas para que el clero aplique reformas radicales.
“Para la gente, la Iglesia debe adaptarse a los tiempos, pero la Iglesia no se adapta a los tiempos. Los tiempos se van adaptando al Evangelio y van iluminándose de acuerdo con el Evangelio, pero no al contrario”, afirma.
Que un jerarca católico haya sido apodado “el papa del pueblo” trae aparejada la idea de un Francisco democrático, alguien que le pertenece a todos y a cualquiera. Ello trae buena prensa para la Iglesia, pero también le ha provocado un incómodo efecto secundario cuando justo cualquiera puede imaginar a su propio papa, incluso uno que –tanto en lo cosmético como en lo sustantivo– sí se adapta a los tiempos.