Mal padre, mal hombre. Rajarle un par de dientes a su hijo y pegarle dos tiros; inducir al sexo precoz a su hija de diez años; arrastrar a otro retoño a la delincuencia y a los tres a las drogas, lo catalogan como un crápula tamaño “¡Oh my God!”
Aunque Ryan O’Neal es el modelo perfecto del antipadre, algunos lo apostrofan de bastardo, lo cual es injusto porque en Hollywood ese dicterio es lo más parecido a un elogio.
De sus cuatro vástagos: Tatum, Griffin, Redmond y Patrick, solo el último se llena la boca cuando habla de Ryan; quien lo escucha –sin conocer la versión de los otros– pensará que el actor es una gotita de miel.
Hace unos 50 años las colegialas babeaban en las butacas solo de ver a O’Neal, en Love Story; un lacrimógeno melodrama que lo elevó de un batacazo al firmamento de la ciudad de las estrellas.
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Previo al cine fue una promesa pugilística. Ganó los guantes de oro con un palmarés de 18 victorias, 4 derrotas y 13 nocauts; dejó la lona por el rol de Rodney Harrington en La caldera del diablo, la celebérrima soap opera de los años 60.
Recién cumplidos los 78 años –nació en California el 20 de abril de 1941– luce una oronda barriga, y el pellejo le cuelga como una iguana vieja; lejos del galán dorado que arrancó suspiros a núbiles mujeres, en edad de merecer.
El hijo de Patricia, una actriz, y Charles, un guionista, llevó una vida –sentimental, financiera y profesional– como si fuera el martini seco de James Bond: agitado, no revuelto; aunque por su entrepierna pasó medio Hollywood.
Luna de papel
A Ryan los años le cayeron encima; en lugar de mejor se puso peor. Ya habrá tiempo para contar los estropicios cometidos con su familia y sus mujeres.
El buen plante le abrió las puertas de la televisión y después del cine, con La perversa; pero fue con el pastelón de 1970 –Love Story– donde mostró sus dotes y obtuvo una nominación al Oscar.
Los años 70 fueron su época dorada; protagonizó con su hija Tatum –de diez años– Luna de papel y ella ganó el Oscar; esto desencadenó en Ryan un ataque de celos, ira y frustraciones que descargó a golpes contra la chiquita.
Por aquellos días la violencia infantil, el acoso, la explotación y los abusos eran pan diario en los sets y O´Neal era el mero macho del cine.
Los productores le calzaron el sanbenito de galán cómico y logró algunos papeles decentes; incluso Stanley Kubrick lo contrató para Barry Lyndon, pero a partir de ahí comenzó a descender al abismo de las cintas mediocres.
Sus íntimos atribuyeron el descalabro a su ajetreada vida amorosa; el pelirubio era carne de vaca entre las mujeres y apenas le quedaba tiempo para el negocio.
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Descartando el batallón de amantes –una sola de ellas sería la fantasía de cualquier hombre– tuvo tres esposas: Joanna Moore, Leigh Taylor Young y Farrah Fawcett, la angelical y popular rubia.
Con ellas engrendró a cuatro hijos. La opinión de Tatum, revela el profundo cariño que sienten por su progenitor: “Han pasado muchos años desde que no nos vemos; él siempre ha sido un mujeriego y un vividor".
Efecto cero
A juzgar por los hechos Ryan era un garañón. Se casó a los 20 años con la Moore y se alborotó. A creer su cuento, les daba la mano y las dejaba preñadas.
Con ella vivió tres años y tuvieron dos hijos, Tatum y Griffin. El divorcio fue una guerra nuclear, ella perdió la custodia de los niños por alcohólica.
La tinta del notario aún estaba fresca y pasó por el altar con Leigh, madre de Patrick y el único vástago cuerdo.
Intentó sentar cabeza con la Fawcett y fracasó. Ella lo amaba tanto que en su testamento no le dejó un centavo; su hijo Redmond heredó $4.5 millones. El viudo se llevó a su casa un cuadro de Andy Warhol, valorado en $20 millones.
La prensa rosa apenas da abasto con la cantidad de tortas que debe de informar sobre Tatum, Griffin y Redmond, un trío de gaznápiros empeñados en autodestruirse.
A Griffin le disparó su propio padre; junto con Redmond fue detenido por posesión de drogas y Tatum es adicta al crack y a la cocaína; pinches anécdotas en la trivialidad de sus vidas.
Ryan O´Neal es un sobreviviente. Superó a sus hijos, a sus mujeres, a la leucemia, el cáncer de próstata y en especial el mal carácter irlandés que lo identifica; parecen un clan maldito.
Fue la inmadurez lo que hundió a O´Neal y por eso fue “un padre incompetente. Creo que no estaba destinado a tener hijos. Mira cómo me ha ido, están en la cárcel o deberían de estarlo”.
Por dicha, los nietos son muy bellos.
Tres locos sueltos
Tatum. Seducida por su padre en el funeral de la madrastra, Farrah Fawcett; arrastra un historial de adicciones a las drogas y al sexo.
Griffin. A los 14 años Ryan le rompió dos dientes de un puñetazo; años después le disparó. La policía lo detuvo por conducir ebrio e intentar matar a la exnovia.
Redmond. En prisión desde hace un año por dos intentos de asesinato, posee un expediente judicial del tamaño de la guía telefónica de Nueva York. Vivió en la calle.