Mayra Vega Jiménez inició su nueva vida hace dos años y medio. A ella le hicieron una manga gástrica y pasó de 120 kilos a los 64 de hoy. Aún permanece en un proceso que ha requerido de toda su dedicación. Se siente feliz.
“Yo tenía obesidad grado 3, era mórbida. Empecé en este proceso no por obesidad, sino porque tenía un problema de fondo: una hernia hiatal gigante, ya estaba sin saber qué hacer. Por el peso y la hernia me estaba quedando sin movilidad, había días en los que no me podía levantar de la cama”, expresó.
A Vega, quien se encarga de la logística de una bodega de alquiler para eventos, le hablaron de la opción de realizarse un proceso bariátrico. La primera posibilidad era un bypass, no obstante, si se lo hacían no le podían tratar su hernia. Su estado de salud desencadenó otros malestares y en un momento le dijeron que su vida podía verse comprometida.
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“Empecé con presión alta, ansiedad, episodios de pánico, taquicardia. Fue una bola de nieve al punto que me dijeron que mi vida podría estar comprometida. Me sentía terrible. Mi calidad de vida era terrible. Siempre me sentía mal. Siempre cansada, no podía dormir bien. No podía desempeñarme igual. Eso me limitaba mucho. Ya no quería salir”.
Tras una serie de estudios interdisciplinarios, entre ellos de salud mental (este aspecto se evalúa en todos los pacientes candidatos), en febrero del 2020 le hicieron la manga gástrica en el hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, en San José.
Hoy Mayra, de 41 años, describe su proceso como maravilloso. Antes de la operación solía pasar cada 15 días hospitalizada por sus problemas con la hernia.
Tres meses después de tener el alta hospitalaria tras su manga gástrica, Mayra regresó al hospital por una crisis: se le hicieron piedras en la vesícula y amenazaban con causar perforaciones, le explicaron que se debía a la pérdida de peso tan veloz.
El doctor Gustavo Jiménez explicó que antes y después de que las personas se sometan a una cirugía bariátrica deben contar con acompañamiento interdisciplinario en el que se incluyen los cirujanos, personal de enfermería, a veces trabajo social, nutrición y psicología, entre otros.
Hoy Mayra está muy cerca de su peso meta: los últimos kilos del proceso toman más tiempo, mas ella se ha asumido con seriedad su proceso. Incluso tiene la posibilidad de pagar asistencia nutricional privada.
“La parte de nutrición con la Caja no me fue bien. Siendo franca me parece que no se brinda la asistencia ni el seguimiento que se necesita”, afirmó. Para ella, la nutricionista y su cirujano han sido claves en su evolución.
Su salud mejoró, emocionalmente también vio cambios y sobre todo, a nivel físico. Los zapatos, la ropa y los anillos de antes se le hicieron inmensos.
“Guardo un vestido y una camisa que me hacen recordar a donde no quiero volver. Es una camisa de mezclilla que ni siquiera me cerraba. Es increíble, mi talla era 4XL y ahora soy L o M”.
En cuanto al proceso de asimilación en el que Mayra debía acostumbrarse a un estilo diferente de vida, dice que nunca sufrió desmayos ante las pequeñas porciones alimenticias que debía de comer (el proceso inicia con alimentación líquida que va escalando a semisólidos, sólidos, entre otros).
“Yo no le tenía miedo a la comida. Pasé 15 días con líquido, luego pasé a atoles, colados, luego puré, después de sigue con cosas blandas. El cuerpo lo va asimilando”, dijo.
Consultado el cirujano Jiménez sobre la alimentación de los pacientes que ven disminuidas sus porciones, él explicó que es ahí donde el personal de nutrición genera un plan en el que estas personas cuenten con las calorías necesarias repartidas en diferentes tiempos de comida.
30 meses después de su operación, Mayra puede comer de todo.
“No hay que agarrarle miedo a la comida”, insiste.

Por ahora, Mayra siente que no requiere apoyo psicológico, aunque destaca su importancia. Poco a poco va aceptando la mujer que es y reconociendo el camino que le queda por recorrer. El tema del ejercicio no ha sido tan sencillo, sobre todo porque si bien su recuperación fue noble, le tomó un poco más de tiempo pues también la operaron de la hernia.
“Antes no me ponía vestido de baño por obesa, ahora no lo hago por exceso de piel (luego de un tiempo, pacientes de cirugía bariátrica pueden acceder a cirugía plástica en la que les retiran la piel de más que queda tras la pérdida de peso). A mí también me cuesta el tema del ejercicio, me gusta caminar, porque me he matriculado como cuatro veces en el gimnasio, me compro ropa deportiva pero entiendo que hay gente que no está hecha para el gimnasio. Me cohibo un poco: me da pena mi exceso de piel”, confió. En setiembre ella tendrá cita con un cirujano reconstructivo.
Por ahora, confiesa que tiene muchos motivos para continuar con su nueva vida.
“Me siento bien, mi salud ha mejorado. Soy más activa. Duermo mejor. Tengo más ánimo de hacer cosas. Medirme ropa y ver que le quede me motiva mucho a seguir. Hay personas que retornan a su peso en cuestión de un año. Hay que mantenerse y luchar todos los días”.
