Antes de que Carolina Camacho ocupara su puesto actual, como Directora Deportiva del Circuito Grupo Sur –la pista de Parque Viva, en Alajuela– asistió un día a una reunión junto a otros 13 pilotos.
Cuando se estaba acercando a la puerta para ingresar a la sala, uno de ellos se la cerró en la cara.
Camacho, de 33 años, estatura baja y mirada impetuosa, solía de pequeña acompañar a su padre al mecánico y, los fines de semana, juntos lavaban el carro.
“En mi familia somos cuatro hermanas y un hombre, y yo siempre estaba más con mi hermano. Fue él quien me compró carritos y demás. Entonces sí, algo me jalaba a este ambiente”.
A pesar de eso, la carrocería nunca fue una constante en su vida. Durante muchos años estuvo detrás de un mostrador. Por eso, ahora, que es la única mujer en formar parte del departamento de motores, señala su oficio como una bendición.
Como todo aquello que la posicionó donde está hoy.
Cuando salió del colegio, Carolina trabajó como secretaria en la agencia Tribu Producciones, pero cuando la empresa hizo negocios con el antiguo Autódromo La Guacima –hoy Parque Viva– y tomó la parte de la producción de la pista, el rumbo le cambió.
“Pasé a ser la recepcionista del autódromo, en aquel momento, pero ya no quería atender más llamadas. Tenía casi un año trabajando en eso. Entonces renuncié. Pero no me dejaron ir. Me preguntaron qué quería hacer, y salió la oportunidad de tomar el puesto de un compañero que se encargaba de toda la parte deportiva y demás. Empecé a trabajar con Adrián Soto, dándole soporte en temas de inspección, con seguimientos en los eventos, teníamos que coordinar lo más básico y ahí empezamos”.
Pero eso fue en 2006. Once años después, el trabajo de Carolina es literalmente vital. Oscila entre la vida y la muerte.
Camacho debe asegurarse desde que todos los pilotos que ingresen a la pista tengan su casco puesto, hasta empujar un carro si es necesario. “Yo soy como la mamá gallina”, dice.
Pero eso no es todo.
“Estudio administración con énfasis en finanzas y sé de contabilidad. Entonces ayudo en esas áreas también”.
Sin embargo, la tarea primordial de Camacho es mantener con vida a los pilotos en la pista. Esto se logra redactando reglamentos de seguridad, estudiando y leyendo, prestándole atención a todos los detalles. Por ejemplo, un auto no puede competir o tan siquiera circular por la pista sin llevar el extintor; y, si es necesario entrar al auto para revisar cada compartimento y así tener la certeza que todas las normas se cumplen, Carolina lo hace.
El portazo en la cara no fue en vano.
El 'rush'
“Empezando en esto tuvimos una reunión técnica con pilotos y no se me olvida que llegando, tal vez eran 13 hombres, uno me dijo por joda: ‘aquí no aceptamos mujeres’, y me cerró la puerta en la cara. Fue una experiencia grotesca. Te marca para siempre”.
Luego de eso, pasaron unos minutos y le abrieron de nuevo. Carolina entró, tomó asiento y concluyó con el protocolo. Se quedó hasta el final.
Ahora dice que ese piloto la respeta después de que en una ocasión lo ayudó a empujar su carro a la pista. “Creo que fue donde todo bajó, y ya no veía diferencias. Ya no ven a una mujer o un hombre, sino una persona que los está ayudando”.
Carolina no lo dice, porque no considera necesario alardear, pero con los años, cosechó una amplia experiencia durante viajes al extranjero, a pesar de su dificultad para entender por completo el inglés.
“He tenido mucha frustración con el idioma, y he llevado cursos pero quiero mejorar en eso. En Europa fuimos al Gran Premio de Fórmula 1 en el Spa-Francorchamps, en Bélgica, que es una pista reconocida donde se ven a mujeres trabajar en todas las áreas. No hay limitación. Ahí pude aprender desde dirección de carrera hasta los detalles de producción. Había más de 70 mil personas en el evento, la pista mide más de 7 kilómetros, entonces obviamente aprendes. Ahí es así, si empieza a las 3 es a las 3”.
Además de esto ha trabajado en el Campeonato Centroamericano Automovilístico, en países como El Salvador, Guatemala y República Dominicana. y ha tenido la oportunidad viajar a importantes carreras mundiales con el objetivo de ver cómo funcionan, acreditada por las mismos organizadores de la competencia. Por ejemplo ha asistido a las 24 horas de Daytona, en Estados Unidos, y recientemente a eventos en México.
También, es quien reglamenta el Costa Rican Touring Car Championship (CTCC) y la Yaris Cup.
Sin embargo, el saber más importante que posee Carolina es la empatía por el rush. Lo que realmente amaría Camacho es poder recorrer la pista a toda velocidad. Pero como ella lo dice, “este es un deporte costoso”. “Si me pregunta cómo lo vivo, le diría que lo vivo de esta forma”.
“Mi relación con los pilotos mejoró, y me han prestado un carro de carreras y he podido darle vueltas a la pista. Es un desestrés, una liberación de energía que se puede desarrollar manejando, sabiendo que se está haciendo de forma segura, que no estás corriendo en la calle, que le estás sacando todo el potencial al carro. Que lo estás llevando todo al límite”.
Según Camacho, en el automovilismo, al ser un deporte “aislado”, es común que se creen lazos fuertes entre todo el equipo.
“Es muy chiva, no sé si esa sea la palabra, pero conocer gente, estar en las competencias. Somos un equipo y eso es lo que trato de inculcar. Los jefe de puesto, los oficiales de pista, pueden ser alrededor de 45 o 50 personas. Saber que lo que está pasando aquí es el deporte y la pasión de muchos, es apasionante”.
Bendita seas
A diario Carolina trabaja rodeada de solo hombres. La lucha que tuvo que dar para poder imponer respeto, la dio sola, generalmente bajo un sol de mediodía.
“Me ayudó a ganarme el respeto cuando los pilotos me veían cambiar una llanta, o ponerme la sopladora en la espalda para limpiar la pista. No me intimida tener que empujar un carro, o lo que sea. Sí veo que puedo hacerlo, lo hago”.
“La primera vez que sentí que valoraban mi puesto fue en Guatemala. Fuimos para el campeonato centroamericano. Digamos, yo les consultaba algo, ellos me ayudaban. Después de que los ticos vieron a otros pilotos ayudándome, siento que vieron que podían darle la oportunidad a una mujer”.
Pero Carolina no camina con un estándar para que todos la vean. Ni se siente cómoda hablando de su trabajo, porque ya todo lo ve muy “automático”.
Su aporte a la discusión que existe sobre la igualdad laboral en el país puede pasar inadvertido.
Se ha acostumbrado a perderse los cumpleaños y los bautizos, porque a pesar de que su horario es de lunes a viernes, a veces se trabaja de “de lunes a lunes”.
“Todo tiene una previa. Entonces antes del evento, tuvimos dos semanas preparando todo, como coordinar con proveedores, pensar en la hidratación, en que si atardece, tenemos que tener luces. En que siempre tiene que estar la ambulancia. Luego llega el día de la competencia, ese día se corre de lado a lado. Luego, hay que sumar puntuaciones y viene el periodo de reclamos u objeciones que hay que atender y resolver además”.
La demanda de atención que exige su trabajo hizo que Camacho tuviera que dejar su hogar en Hatillo para mudarse a la Guácima, a unos cuantos metros del Parque. La vida ahí le resulta más simple, porque es como “un pequeño pueblo”.
A pesar de que afuera de este lugar el escenario no es bonito.
Hay una pollera desmantelada al lado del Parque, y hombres sin camisa acostados en el caño.
Desde ahí se escuchan los motores de los carros que ruedan por la misma pista una y otra vez en busca del rush, del oro y la admiración.
Carolina no parece abrumada por la idea de tener que salvar vidas. No se ve como una heroína, pero sabe que lo es. Hace su trabajo con pureza, y así, como ella lo dice, deja de ser hombre o mujer.
“Durante las competencias soy un enlace; me toca dar soporte. Si tienen dudas con algo técnico. Algún procedimiento. Sí pasa algo en la pista; hay que informar. Me toca velar por la seguridad de todos, tanto de los pilotos, como de los oficiales de pista o bien, del público. Pero esto me hace sentir muy bien”.