Su rostro se ha vuelto familiar cada vez que se nos mueve la tierra. En estas últimas décadas, lo vimos perder la cola de caballo, encanecer por completo e incorporar la boina a su imagen, al tiempo que hablaba de magnitudes, réplicas, sunamis y prevención. Sabíamos que Jorge Marino Protti no podía decirnos ni cuándo ni cómo, pero siempre nos advirtió sobre el potencial sísmico de Nicoya. “Ya algunos científicos habían hablado de la zona, pero después del terremoto de Cóbano (magnitud 7) en 1990, el cual no produjo casi nada de deslizamiento, nos pareció inquietante y empezamos a hacer análisis. Al principio solos y luego con la ayuda de muchas instituciones internacionales, pudimos ir montando una red de monitoreo”.
No todos los científicos del ramo le encuentran valor a las cerca de 40 estaciones de medición que cubren el área, porque privilegian la inversión en rubros como la gestión de riesgo. Protti conoce las críticas, pero defiende la divulgación de datos: “Si la gente está preparada para algo, puede reaccionar”.
Antes se distraía de lo terrenal observando pájaros, pero ahora invierte el tiempo en su investigación en el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), sus estudios de maestría en Relaciones Internacionales y su principal pasatiempo: disfrutar con su esposa Annie Marie McCaffrey y sus hijas Isabel y Donatella.
A sus 52 años, Protti tiene aspecto jovial. “Debe ser el trabajo de campo, andar de un lado para el otro; aunque también corro de vez en cuando”, dice, aunque no sonríe mucho. Las noticias que está acostumbrado a darnos no suelen ser alegres.
– ¿En qué etapa estaba Protti, el sismólogo, el 5 de setiembre cuando se vino el terremoto? – Nunca dudé de que fuera a ocurrir un evento. Nicoya era una zona que estaba lista desde finales de los 90; incluso más bien me hizo falta tiempo.
– ¿Se sentía contra el tiempo? – Sí, porque desde que empezamos en los 90 creímos que habíamos empezado tarde. Inclusive hubiera querido tener un poco más, porque ya habíamos mandado a comprar acelerómetros. Lo bueno es que dio tiempo para montar una buena red que registrara el proceso antes de que ocurriera y eso es súper útil. Queremos hacer lo mismo en Osa.
– ¿El próximo ‘grande’ será en Osa? – No. No es que el próximo ‘grande’ será en Osa, sino que es otra zona de subducción que se puede monitorear. Quiero dejar muy claro que no soy yo, que es Víctor González (el director de Ovsicori) y un equipo que ha trabajado en todo: desde hacer los huecos hasta recolectar y procesar datos, junto con un grupo muy grande de instituciones internacionales de las que tuvimos enorme apoyo.
– Tras el temblor, ¿qué fue lo primero que hizo Protti, la persona? – Estaba en la oficina. Cuando resultó que sí fue en Nicoya con preliminar de 7,9, me sorprendí porque pensaba que iba a ser mucho más fuerte. No me asustó en ningún momento –y no es que no me asusten, porque me asustó el del 1989 en California, cuando estuve a cinco minutos del epicentro–, pero me parece que en el Valle Central no lo sentimos tan fuerte. Cuando ya bajó a 7,6 había que analizarlo más, pero no podía salir del laboratorio. Al día siguiente, fui a dejar a mi familia al aeropuerto porque tenían un viaje planeado a Seattle, y después al campo a recolectar datos.
– ¿Marino Protti en el aeropuerto? – Y el día después de un terremoto. Un señor en la fila dijo: “Se está escapando”.
– Durante estos años, cada vez que tiembla, se recurre a Marino Protti. ¿Qué le dice la gente? – El otro día, en una soda de carretera, una señora me dijo que cada vez que me ve le produzco miedo. Eso es lo que menos quisiera, pero el trabajo lo pone a uno en esa situación.
– ¿Es muestra de la credibilidad de la gente? –Hubo mucha gente que creyó en el potencial sísmico de Nicoya. Pero no quería que me creyeran a mí, sino a los datos, al proceso.
– Pero sucedió. ¿Fue un acierto? – Es un acierto académico; no es mío. Es el resultado de un proceso medible y observable.
– ¿El terremoto lo pone a la cabeza de los sismólogos de este país? – No. Lo bueno es que, a nivel internacional, se envía el mensaje de que en países en vías de desarrollo se puede hacer ciencia como en el primer mundo y que los recursos están ahí. Hay investigadores de otros países que quieren trabajar con uno. Tengo un año de estar estudiando la maestría en Relaciones Internacionales para aprender a encontrar más fuentes de financiamiento para investigación.
– ¿Cuánto de la detección y la predicción se debe al modelo que usted creó y por el cual lo premiaron en 1996 (premio Clodomiro Picado)? –Es parte, pero la base es el entendimiento del proceso de la zona de subducción poniendo instrumentos. Así pudimos llegar a hacer estimaciones del área, el tamaño de la falla y la magnitud potencial, pero no estimaciones de fechas. Un científico no puede hablar sin datos confiables.
– En 1989, Stuart Nishenko dijo que el terremoto de Nicoya podría ser de 7,4 Ritcher y que podría ocurrir antes del 2004. – Sí, fue de las primeras estimaciones, pero también mencionaron la zona otros, entre quienes recuerdo a Federico Guendel. Nishenko utilizó datos históricos y globales, y no correspondió con lo que luego nosotros (Guendel, Malavassi y yo) definimos como la brecha sísmica de Nicoya.
– ¿Son los celos profesionales peores que los del amor? – Son molestos. El celo profesional o la competencia científica es válida por la búsqueda de rigurosidad. Lo que no se vale es criticar sin datos y tampoco se vale decir que hay fallas en todas partes y quedarse con eso. Lo que vale es hacer algo al respecto.
– ¿Siente que se le paran en la escoba? – Sí. Lamentablemente. Desde que empezamos, estuvimos claros en que no importaba quién pusiera instrumentos en Nicoya o quién los procesara o interpretara. Se trataba de aprovechar la oportunidad de un momento geográfico para recoger datos que iban a ser útiles. Si no lo hubiéramos investigado y hubiera ocurrido el terremoto, ahí estaríamos sin saber qué pasó, ni el proceso de acumulación, ni el deslizamiento.
– ¿Cómo reacciona cuando sus colegas lo critican? – Depende. Si critica alguien que entiende el proceso y tiene información, está bien.
– ¿Hay colegas que lo critican por hablar? – Hay colegas que dicen que información como esta no se debe dar, porque no hay seguridad. Pretenden obviar que sí es posible determinar las zonas calientes. No es mi intención andar prediciendo, se trata de monitorear los cambios. Si hubiera habido otros grupos, nacionales o internacionales, recogiendo información en Nicoya y hubieran dicho “no, ahí no hay acumulación de energía”, entonces uno entra en discusión de datos contra datos. Pero cuando es crítica sin datos y sin hacer nada, no tiene mayor impacto. Cuando alguien en la calle le dice a uno que no cree, es comprensible; pero no se vale cuando el proceso es evidente y muestra datos y la persona, pese a tener formación científica, trate de ignorar lo que ocurre.
– ¿Cuál es la inversión total del sistema? – Prácticamente todo el equipo ha sido donado o prestado. Hemos recibido mucha ayuda de la Universidad de California en Santa Cruz y San Diego, de la Universidad del Sur de la Florida, del Instituto Tecnológico de Georgia y otros. La Universidad Nacional ha pagado todo lo logístico y algunos equipos.
– Explíqueme la diferencia sobre el epicentro. Ustedes dijeron que frente a Sámara, y la Red Sismológica Nacional dijo que en Hojancha. – Se mide a partir de en qué punto se registra la liberación de energía. Por ahora, ambos son cercanos; en cuanto recolectemos los datos de nuestros equipos, que abarcan la zona, verificaremos. Nosotros tenemos los datos.
– ¿Cuál es la mayor diferencia con la RSN? – Quizá de visiones, pero nosotros trabajamos con un modelo medible y tenemos los datos. Hemos sido reconocidos y hemos trabajado con instituciones internacionales.
– Tras la imposibilidad de predecir acertadamente el terremoto de Sichuan, China, en el 2008; el de Haití en el 2010 y el de Japón en el 2011, para algunos, el dinero invertido en intentar pronosticar a Nicoya mejor se hubiera usado en reforzar la gestión de riesgo... – Hay que invertir en todo; lo que hemos hecho ayudó.
– En términos muy prácticos, ¿de qué nos sirvió para la gestión de riesgo? – Algunos pensaban que debíamos ocultar esto a la gente, pero nosotros siempre dimos los datos por transparencia, porque si la gente está preparada para algo, puede reaccionar. Dimos charlas en comunidades e instituciones, y se fue creando no una alarma, sino una necesidad de prevenir. Incluso, la Comisión de Emergencia y Japón crearon un proyecto para preparar a los comités de la península. Antes del 2002, Nicoya estaba catalogada como de bajo potencial y, gracias a nuestras investigaciones, se actualizó en el Código Sísmico.
– ¿Por qué no hubo tantos daños? – No vimos llegar brigadas internacionales, ni hospitales de campaña por una combinación de una buena construcción, un sustrato muy resistente, lo profundo de la zona de ruptura y la capacidad civil.
– La presidenta de la Comisión Nacional de Emergencias dijo que Ovsicori no acudió para coordinar o recibir órdenes una hora después del evento, como lo estipula el protocolo de seguridad. – En ese momento, era mucho lo que estaba pasando y hubiera sido irresponsable dejar de hacer lo que teníamos que hacer. La forma más rápida de dar información es cuando llegan los periodistas y uno debe decir lo que sabe y también lo que no sabe.
– Parte de la crítica es, precisamente, lo que algunos llaman la “indisciplina institucional” de Ovsicori al dar declaraciones a la prensa por su lado. – Pues yo la llamo disciplina académica, responsabilidad ética.
– Técnicamente, ¿deberían ser ellos los que dan la información? – Ellos no podrían dar información porque no tienen los datos. Yo no soy político; soy un investigador y para mí era más importante ver lo que estaba ocurriendo y qué iba a pasar, que ir a hacer un show político a alguna parte. Eso no está en mis prioridades. Además, no me correspondía, porque en el Ovsicori yo soy un funcionario raso.
– ¿Sobre la queja de que actúan por la libre? – Hay una tendencia a querer sacar promedios. Que si un grupo dice “blanco” y el otro dice “negro”, se busca una versión final “gris”, y no es así. Si hay un grupo que tiene muchos datos y dice que es “negro” y el otro dice “blanco” pero no tiene datos, el resultado no es “gris”. Es “negro”. Eso es claro.
– Hablando de relaciones, ¿trabajan ustedes con la RSN algún proyecto conjunto? – Hay un proyecto registrado en Conare y se están trabajando otras posibilidades.
– Una esperaría que la comunidad científica nacional jale la carreta en conjunto. – Es lo que se esperaría.
–Veamos al futuro. ¿Qué estamos haciendo bien para motivar a las nuevas generaciones hacia la ciencia? – Me parecen muy bien las ferias científicas. Quien investiga en nuestros países lo hace porque le gusta, no para enriquecerse, pero hay plazas vacantes.
– Una vez, dijo que se hizo feminista estudiando en California. Tras tener dos niñas... – ... lo soy doblemente ahora.
– Fue boyscout y bombero voluntario, ¿instauraría un servicio comunal obligatorio? – Ahora los estudiantes hacen trabajo comunal; eso eventualmente tendrá un efecto en la sensibilidad social porque esta se logra haciendo cosas, poniendo en práctica los valores.
– Luego del terremoto, mucha gente recurrió a sus creencias religiosas para explicarse el bajo impacto. – Si eso los hace sentirse tranquilos, está bien. Pero deben saber que hay una ciencia detrás, con un proceso muy bien documentado.