Nacimos —la gran mayoría— en hospitales. En manos tibias de enfermeras. Convocamos a la familia en salas de espera, trasnochados y emocionados. Dejamos, en una cama mal tendida a nuestra madre débil y ligera. Y así nos llevan a otro cuarto, donde nos cobijan y nos miden las pulsaciones del corazón, mientras que afuera esperan el visto bueno.
En esos momentos, en los que nuestra tierna vida depende de las señoras de blanco, somos frágiles y vulnerables. Ya es casi costumbre todo ese procedimiento hospitalario, lo hemos interiorizado, y confiamos en el personal, porque, en teoría, está ahí para mantenernos con vida. El único problema es que no siempre esto sucede así.
60
Hace unos días, una noticia despertó una conversación que no puede morir. Y es que de cuando en cuando recibimos reportes de sociópatas que han acabado con las vidas de quienes estaban bajo su cuidado médico.
Uno de estos casos — de hecho, el más resonado recientemente— es el de la enfermera Genene Jones, de 66 años, quien cumple sentencias de prisión simultáneas en una cárcel en Gatesville, Estados Unidos.
En 1985 Jones recibió una condena de 99 años por la muerte de Chelsea MClelland, de 15 meses, a quien ella le dio una dosis letal de un relajante muscular; también cuenta con otra sentencia de 60 años por inyectarle una fuerte dosis del anticoagulante Heparin a Rolando Santos, de cuatro semanas de edad. En este caso, Santos sobrevivió al incidente.
El avance más reciente del caso surgió el jueves antepasado, cuando la fiscalía del condado de Texas anunció que un jurado investigador había impugnado a Jones por la muerte en 1981 de Joshua Sawyer, de 11 meses, quien de acuerdo con los investigadores falleció por causa de una sobredosis de Dilantin, un medicamento para combatir las convulsiones. Hasta el momento, las autoridades sospechan que Jones pudo haber asesinado hasta a 60 infantes mientras laboraba en el hospital de San Antonio; sin embargo los registros de ese hospital fueron destruidos accidentalmente en los años posteriores a los fallecimientos de la mayoría de estos bebés, lo que dificulta la investigación para demostrar las sospechas.
Pero ahora, el sobrecogedor caso enfrenta un sorpresivo giro: las autoridades descubrieron que Jones podría salir de la cárcel a finales de mayo de 2018 tras cumplir menos de un tercio de su sentencia, gracias a una antigua ley diseñada para evitar el hacinamiento en los centros penitenciarios.
“Ángel de la muerte”
Era 1977 cuando Genene decidió entrar a un hospital a trabajar como enfermera, eso sí, como voluntaria. Para comenzar, decidió trabajar en el hospital tejano Bexar County Medical Center.
Curiosamente y en coincidencia con la entrada de esta mujer a este hospital, en el área de maternidad comenzaron a morir muchos recién nacidos, lo cual encendió las alarmas de los responsables del centro hospitalario quienes, atónitos ante tantas muertes, empezaron a investigar cuál podría ser la causa del anormal evento.
Tuvieron que pasar años, hasta llegar a una conclusión impensable: Jones parecía ser el eje común en el momento de las muertes. En ese entonces se conocía poco sobre la enfermera, quien estudió para ser esteticista; sin embargo decidió ir a la escuela de enfermería para cuidar mejor de sus dos hijos –sí, ella crió a sus propios bebés mientras que segó la vida de los hijos de otros–.
La prensa de entonces enloqueció con la historia y trató de auscultar el pasado de la mujer en busca de respuestas que, al día de hoy, no han llegado. No concluyentemente.
Fue descrita por una de sus amigas más cercanas Debbie Sultenfuss, –una enfermera profesional que testificó en uno de los juicios por asesinato– como una mente rápida y “una excelente maestra”.
Sin embargo, otros compañeros de trabajo la calificaban como “fuerte, grosera y excesivamente agresiva con una inclinación por las bromas sucias”.
Jones –hija adoptiva de un dueño de un club nocturno– se casó con su amor del colegio, James H. DeLany Jr., en junio de 1968. La pareja tuvo un hijo, Richard Michael, en 1972. El niño terminó su infancia en un hogar adoptivo, al que fue trasladado con 12 años, cuando su madre fue encarcelada.
Los DeLany’s se divorciaron en 1974, pero una breve reconciliación en 1977, culminó con el nacimiento de su segundo hijo, Heather, de 6 años, quien se crió con la madre de Jones, en San Antonio.
La vocación vs. el diagnóstico
Hasta la fecha, Genene no ha hablado sobre las muertes, ni mucho menos sobre sus razones. Pero los investigadores sospechan que aquellos actos macabros en los que paralizaba a un bebé, tenían como fin poder revivirlo en el instante y así demostrar su capacidad como enfermera.
También se ha sospechado que Jones padece el Síndrome de Münchhausen, un término acuñado por un médico de origen inglés, Samuel Roy Meadow, al referirse a lo que él consideró “un trastorno en el que una persona, generalmente el cuidador o la madre del niño, deliberadamente causa lesión, enfermedad o trastorno a otra persona, generalmente el hijo”.
La mayoría de los casos involucran la inducción de una enfermedad física. Además, la preponderancia femenina puede ser atribuida a un modelo de socialización, que anima a la mujer a buscar la compasión y la ayuda de otros.
De acuerdo literatura especializada en el tema, entre las motivaciones que podrían explicar la conducta del perpetrador estarían la necesidad de ser el centro de atención, la enemistad hacia el ámbito sanitario; el deseo de tener acceso a drogas; el deseo de obtener comida y alojamiento gratis y trastornos de la personalidad.
¿Cómo pudo suceder?
Después de un breve período en el Bexar County Medical Center, consiguió un trabajo el 30 de octubre de 1978, en la unidad de cuidados intensivos pediátricos en lo que es ahora el Hospital del Centro Médico en San Antonio, Texas.
Eventualmente renunció a ese trabajo, pero dejó atrás un informe secreto de la junta del hospital que la implicó en las misteriosas muertes de 10 niños.
Los bebés, junto con otros siete que sobrevivieron a emergencias inexplicables, “parecían dejar de respirar, sangrar de viejas marcas de perforación o sufrir convulsiones mientras estaban bajo cuidado de Jones”, según el informe oficial.
Aunque los funcionarios del hospital finalmente trasladaron a la enfermera a otra área del centro médico, sus investigaciones no fueron lo suficientemente concluyentes y, por eso, no contactaron a las autoridades.
Entonces Jones logró conseguir trabajo con la pediatra Kathleen Holland, donde se sucedieron casos similares de “resucitaciones milagrosas” a cargo de Genene.
La suerte estaba echada; pronto los médicos en el hospital conmemorativo de Sid Peterson de Kerrville fueron abrumados por tantas “coincidencias” y entraron en contacto con la policía.
Poco a poco, la terrible verdad se develó.
Un caso abierto
El 26 de mayo de 1983, Jones fue detenida por la policía de Texas y acusada oficialmente por dos delitos de asesinato en primer grado.
A partir de esas primeras acusaciones comenzaron a llegar las denuncias de los padres de los niños afectados, y los cargos se le fueron acumulando uno tras otro.
Por ejemplo, el 21 de noviembre de ese año, fue acusada de haberle suministrado a uno de los bebés un potente anticoagulante, el cual le había provocado al niño una severa hemorragia interna que finalmente le provocó la muerte.
Sin embargo, cuando se realizó el juicio Jones solo pudo ser condenada por el asesinato de Chelsea Ann McClellan, a la cual mató inyectándole una dosis muy potente de una sustancia llamada succinilcolina, un potente relajante muscular normalmente suministrado a adultos que sufren una crisis de ansiedad muy severa.
El corazón de Chelsea no aguantó más que un año, y falleció. Ahora, más de 40 años después y ante la inminente liberación de Jones, la madre de Chelsea implora que no dejen en libertad a la asesina de su hija, quien aún recuerda el día más oscuro de su vida:
“Ella le puso la primera inyección en su muslo izquierdo y la bebé inmediatamente empezó a respirar con dificultad. Cuando la volvió a inyectar, ella inmediatamente quedó sin fuerzas y luego, nada más, dejó de respirar”.