El portugués Eusebio tenía un rostro acostumbrado a celebrar goles, victorias y trofeos, pero se despidió de la vida con una mueca de dolor: la que trazó el paro cardiorrespiratorio que le marcó el definitivo “fuera de juego” a sus 71 años.
Ocurrió cuando el 2014 apenas calentaba en el camerino del tiempo: domingo 5 de enero. La muerte, enemiga del Fair Play , le mostró la tarjeta roja a una hora en la que los grandes futbolistas no anotan goles pero sueñan con ellos, la madrugada.
Ni siquiera al morir Eusebio da Silva Ferreira, la Pantera Negra, tuvo el cuidado de hacer un gesto adecuado para las portadas de los periódicos… Su pasión era el deporte rey, no la fama prefabricada.
En sus años de gloria –debutó en 1957 y se retiró en 1979–, los aires de estrella de Hollywood se sentaban en las graderías de los estadios y ocasionalmente en los banquillos de los equipos, pero no alineaban ni eran tan protagónicos como hoy.
Cada vez que este deportista de 1,76 metros ingresaba a la cancha se concentraba en practicar el fútbol hábil, explosivo y veloz que lo distinguió siempre, en lugar de enfocarse en deleitar a las cámaras de prensa y televisión con sonrisas tipo George Clooney, miradas estilo Leonardo di Caprio o coqueteos a lo Richard Gere. Él entrenaba, no ensayaba.
Su meta fue siempre el marco rival, de allí los 537 goles que cosechó en su carrera y que festejó una y otra vez con saltos acrobáticos y elegantes, no despojándose de la camiseta para que todo el mundo admirara, envidiara y deseara la arquitectura muscular de su abdomen. Su obsesión eran los rectángulos con redes en los extremos de las canchas, no los cuadritos sin grasa en el centro del cuerpo.
De la mano de esta leyenda nacida el 25 de enero de 1942 en la africana República de Mozambique (colonizada por Portugal en 1505 e independizada en 1975), el balompié lusitano obtuvo dos de sus mayores triunfos en la historia futbolística: la Copa de Europa con el club SL Benfica, en 1962, y el tercer lugar en el Mundial de Inglaterra 1966, en el que Eusebio fue el máximo goleador con 9 tantos. Y eso que usaba el número 13 en su espalda…
En ese torneo saboreó las mieles de marcar dos de los tres goles con los que su equipo eliminó al poderoso Brasil de Pelé 3 a 1.
Esas y otras hazañas –como el Balón de Oro al mejor jugador de Europa en 1965-- no alcanzaron para colocarlo en las portadas de Vogue , Vanity Fair , Cosmopolitan o Bazaar ; pero sí fueron suficientes para ser considerado por la FIFA como uno de los mejores jugadores europeos del siglo XX, uno de los grandes delanteros de la historia del fútbol y la “figura más famosa del fútbol portugués”.
Asimismo, La Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol lo situó en la novena casilla del ranquin de mejores jugadores del siglo XX. Pelé ocupa la primera posición y Maradona la quinta (como debe ser).
Cómo no echar de menos a un futbolista que prefería la gramilla a la pasarela, la ovación al escándalo, la Jules Rimet a la Paris Hilton. Y eso que era portugués…