Cuando Magda Jiménez apenas sabía andar en bicicleta, ya era una estilista reconocida entras las compañeras de su escuela. “Yo les llevaba rulos, y las peinaba. Pero también les cortaba el cabello. Me encantaba. Era una ilusión para mí ir a clases”, recuerda dentro de su salón de belleza Imagen Actual, que mantiene en Tibás desde hace 19 años, aproximadamente.
Ese salón es para muchas familias un lugar emblemático, asegura Jiménez.
“Mira, desde que yo trabajo acá, he visto llegar a mamás con las hijas. Pero luego, veo llegar a esas hijas con sus hijas. Hasta me ha pasado que vienen hombres divorciados con su segunda esposa. Luego de que llegaron acá por primera vez con su exesposa. Es un vacilón”.
Ese vacilón se lleva a cabo entre una gama inmensa de productos para todo tipo de cabello y sus necesidades, que para el brillo, la resequedad, las puntas, los tintes. De todo lo que se puedan imaginar que existe en el mercado de la belleza.
Magda tiene 40 años de trabajar con cabello, así es como mide su edad. No tiene necesidad de revelar su año de nacimiento porque la experiencia que trae entre sus manos la gestó desde hace décadas. Y eso es todo lo que importa. Cuando estaba en el colegio tenía una amiga. Esa amiga tenía una tía. La tía tenía un salón de belleza. Ahí empezó todo.
La travesía
“Yo recuerdo cuando estaba pequeña que le rogaba a esa tía que me dejara estar en el salón. Solo quería estar rodeada de ese ambiente”.
Ese ambiente, el cual usted y yo , pensaríamos que consiste en secadoras, olor a pintauñas, y voces de señoras, Magda lo percibía de otra manera. “Era estar en un ambiente muy humano. Rodeada de gente feliz”.
Eso fue lo que impulsó el motor de Magda. “Yo veía como alguien entraba tal vez de mal humor y salía contenta. Me gustaba mucho esa parte de ayudar”.
Así que para cumplir con su llamado, tiempo después le compró todo el equipo del salón a la tía de su amiga. Empezó así un camino al que hasta el día de hoy no le ve ningún final. Todo lo contrario.
—Tengo un hijo que estuvo 16 años en Estados Unidos. Pero regresó para poner en el salón una barbería también. Eso lo considero todo un logro.
—¿La barbería?
—Que la familia quiera trabajar con uno.
Esto puede que Magda lo diga porque sabe que es una mujer peculiar. Demasiado determinado, demasiado imponente, pero nunca demasiado fuerte. Sabe conservar la cantidad exacta para siempre mostrar empatía hacia el mundo del cabello. Todo esto combinado le permite decir cosas como: “En esta foto voy a salir con cara de éxito”.
El mundo
Gracias al cabello, Magda ha podido conocer distintos países, así como proveerse una vida sostenible.
“Trabajar a veces es cansado, pero lo que pasa es que uno ama lo que hace. Así quién no”.
Su ímpetu la ha llevado a seminarios en Alemania con Wella y a París con L’Oreal. “Es importantísimo mantenerse al día con todas las tendencias. Uno sabe que la moda rota pero hay que prestar atención. Estar educado”.
Para demostrarme que ella lo está, me muestra en su celular algunos de los cortes más recientes que ha hecho, así como maquillajes. Me enseña peinados para bodas, tratamientos para alaciar, ondas, cabellos morados, intercaladas con fotos de su hija, su nieta y su perro Oso... Y me cuenta una historia:
“Tengo una nieta a la que le encanta estar acá metida. Ella no puede decir abuela entonces me dice ‘Bella’. Pues me contaron que en la escuela le pasa recomendando el salón a los compañerillos. Me dicen que dice: ‘tienen que ir donde la ‘Bella’. ‘La ‘Bella’ es la mejor cortando el pelo’”.