Desde hace un par de años, Eduardo Leiva se convirtió en un cliente frecuente de los viveros. Asiste allí buscando árboles frutales y plantas de diferentes tipos con el propósito de sembrarlos en el parque de El Prado, que está frente a su casa, en Curridabat.
En compañía de su perro, Loti, los abona y los riega durante el verano; también limpia una fuente que se encuentra allí, coloca rótulos y realiza visitas diarias inspeccionando que todo se encuentre en orden.
Nadie lo obliga a hacerlo; sin embargo, la ilusión que le genera el ver el parque lleno de personas, que juegan, pasean a sus perros o simplemente caminan por allí, motiva al adulto mayor de 70 años a cuidarlo y a embellecerlo por su cuenta.
“Yo tengo muy claro el concepto de que el ciudadano debe participar con el gobierno y los gobiernos locales. Entonces, cuando yo vi que se estaba haciendo un esfuerzo, mi instinto ciudadano se activó y me uní a colaborar y ejercer un tipo de control, de que no hubieran robo, porque desafortunadamente hay mucha gente destructiva y yo decidí incorporarme desde mi propia parte para evitar eso”, explica.
El parque de El prado es considerado uno de los más grandes y bonitos del cantón: cuenta con un sendero natural con múltiples flores y árboles frutales, también hay bancas y mesas, un área de juegos para niños y está lleno de colores.
Este es tan solo uno de los múltiples proyectos que se han desarrollado en el cantón de Curridabat en los últimos seis años como parte de la visión Ciudad Dulce, y que le ha permitido ser considerada la ciudad número uno en el mundo que prioriza el bienestar de los habitantes.
Prueba de ello es que desde el 2016 han ganado diferentes premios. El último, y posiblemente el más importante hasta ahora, llegó a mediados de setiembre del año anterior, cuando el cantón costarricense ganó el codiciado reconocimiento Wellbeing Cities 2020, que se le otorga a ciudades que buscan el bienestar de los habitantes en un entorno amigable con el medio ambiente y en el que competían ciudades como Edimburgo y Glasgow, en Reino Unido; así como Tirana, en Albania.
Pero, ¿qué es lo que tiene y hace Curridabat para ser considerada la ciudad que más se preocupa por el bienestar de su gente a nivel mundial?
Al recorrer las aceras del cantón se puede notar como todas son accesibles y están adaptadas para personas con discapacidad y tiene al lado de afuera plantas polinizadoras con flores de distintos colores. También hay árboles frutales a la orilla de la calle y, de vez en cuando, se regalan plantas a los vecinos para que siembren en los jardines.
Se han creado parques que cuentan con iluminación solar y bibliotecas libres, donde los ciudadanos pueden dejar y tomar libros de forma gratuita, para fomentar la lectura.
Y está el Parque del Recuerdo. Este es uno de los más significativos e importantes para los vecinos del cantón. Allí muchos sembraron un árbol en memoria de algún ser querido.
Un aspecto que ha llamado mucho la atención son las paradas de autobuses interactivas (con códigos QR) que, además, cuentan con un columpio. Hay huertas comunales de las que se hacen cargo los vecinos, tanques de recolección de agua de lluvia y políticas de bienestar animal (con castraciones gratuitas mensuales).
Hay hoteles para abejas y centros de desarrollo humano, donde se facilita el estudio y la especialización en diferentes disciplinas y áreas.
“Los seres humanos no estamos sectorizados, vivimos todo al mismo tiempo. Es decir, yo no me enfermo hoy y mañana necesito ir a la escuela, y pasado mañana utilizo el bus....yo necesito todo al mismo tiempo.
”Nosotros lo que nos propusimos fue mejorar, al mismo tiempo, siete experiencias de los ciudadanos en la comunidad: bienestar mental, alimentación consciente, contacto con la naturaleza, ejercicio físico divertido, gobernanza local, volver a traer el balance hídrico (reutilizar el agua) y mejorar la experiencia de la lombriz de tierra -porque el suelo es la base de la vida-”, explica Irene García, ingeniera en Biotecnología a cargo del proyecto.
De esta forma, se garantizaría la calidad de vida de todos los seres vivos y a su vez, una relación equilibrada con la naturaleza, los miembros de la comunidad, la fauna y la flora.
La visión de Ciudad Dulce nació hace cinco años, con la intención de hacer notar la importancia que tienen las ciudades sostenibles, donde una lombriz, por ejemplo, tiene la misma importancia que un ser humano, pues cada uno tiene una función en específico y ambos son necesarios para el desarrollo del ambiente.
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“Yo diría que esto fue un proceso que surgió por la necesidad de indagar y gestionar territorialmente los sentimientos, específicamente el de felicidad. Al inicio de mi primera gestión había una pregunta que yo siempre hacía a todos los funcionarios que me encontraba y es: ¿a cuántas personas hemos hecho felices hoy?
”Es una pregunta que terminó siendo muy importante en la manera de gestionar el gobierno local, porque asentó la idea que antes no existía, que era que una de las funciones más importantes de un gobierno local es procurar la felicidad de las personas”, comenta Édgar Mora, exalcalde de Curridabat quien inició esta estrategia.
Aunque hay zonas del cantón en las que aún se está trabajando en el desarrollo de este tipo de iniciativas, la idea es poder ir abarcando cada vez más lugares, que les permita a más vecinos sentir que se prioriza su bienestar.
Poca conciencia
Viria y Sergio Feoli han vivido en Curridabat toda la vida y conocen cada esquina de su cantón y por ello dan fe de que los cambios que se han dado en la zona han impactado de forma positiva a la comunidad.
Sin embargo, también han sido testigos de la poca conciencia que existe por parte de los vecinos sobre este proyecto.
De acuerdo con Viria, esto se debe a que si bien la municipalidad ha hecho esfuerzos por dar a conocer su visión, afirma que no ha sido suficiente y que hace falta una mayor campaña de difusión de los proyectos que se realizan.
“A mí la idea me tiene cautivada; sin embargo, yo en realidad siento que los vecinos podríamos participar un poquito más. Es decir, los programas están muy bien llevados, pero les falta un poco más de divulgación, pero esto no solo es de parte de la municipalidad, sino también de que los ciudadanos se involucren, porque los costarricenses somos individualistas y nos gusta ver todo muy lindo, pero no nos gusta involucrarnos y hay que cambiar esa mentalidad”, afirma la vecina de Guayabos de Curridabat.
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Por su parte, Sergio agrega que “luchar contra la gente de Curridabat es algo terrible”, más aún tomando en cuenta que es una visión que han seguido tres alcaldes de forma consecutiva, y esa consistencia política hoy les permite ver resultados.
“La concepción del proyecto estuvo muy bien establecido, es muy bueno y positivo, sobre todo porque políticamente se ha sostenido. A mí lo que me preocupa es que llegue un alcalde y diga: ‘no más’. Yo me siento muy orgulloso de vivir acá y me siento identificado con lo que se está haciendo, entonces me siento obligado de cuidar de mi barrio y a la vez educar a mis vecinos”, asegura Sergio, quien es ingeniero forestal.
Lo cierto es que a Ciudad Dulce aún le queda mucho camino por andar, pero de acuerdo con el alcalde Jimmy Cruz recientemente les aprobaron el plan regulador que les permitirá continuar con su visión.
“Construir una ciudad a partir de una visión específica no es sencillo, ni se hace de la noche a la mañana. Aquí por dicha se ha podido mantener cierta constancia política, hay un apoyo general de los habitantes para creer que esto es un modelo y que es el mejor modelo de convivencia para todos. Entonces creo que lo más importante es que somos parte de la misma visión de desarrollo a la que le corresponde revisar y ajustar donde sea necesario, manteniendo la esencia del sello de Ciudad Dulce”, afirma Cruz.
Por ahora, la municipalidad se concentra en adaptar su visión a la pandemia, desarrollando proyectos que permitan una relación equilibrada entre la naturaleza y el ser humano.