En playa Blanca, Garabito –en la popular zona de Punta Leona–, unos maravillosos y singulares animales fascinan a los curiosos en la bella costa. Y no, no hablo de las lapas rojas con plumas de preciosos colores que sobrevuelan el lugar, tampoco de los traviesos monitos capuchinos que juegan entre las ramas de los esbeltos árboles…sino de auténticas obras de arte que, aunque inicialmente llegaron como figuras inertes, poco a poco han adquirido vida propia.
Hablamos de esculturas de hasta cinco metros con formas de cocodrilo, tortuga Lora, mantarraya, tiburón martillo y caballito de mar, que a solo 50 metros de la orilla de la playa conforman el primer museo subacuático de Costa Rica y de Centroamérica. Una iniciativa que busca, a través del arte, crear conciencia alrededor de la conservación de la vida marina.
Actualmente el museo –que junto a uno ubicado en Playa del Carmen, México, son de los pocos que existen en América Latina–, cuenta con seis piezas monumentales creadas por el escultor orotinense Fabio Brenes.
A las piezas con forma de animal se les une la de un joven indígena Garabito, en representación de los primeros pobladores de la zona. Esta civilización protegía y conservaba el medio ambiente como su mayor tesoro.
Las seis obras, de poco más 1.5 toneladas de peso cada una, están exhibidas desde marzo del 2022. En marea baja se pueden observar a dos metros de profundidad, pero cuando sube hay que descender hasta cinco metros para poder verlas.
Desde las alturas, gracias a las imágenes captadas por un drone, es sorprendente la pintura que se dibuja en el agua celeste.
No es novedad que los tiempos han cambiado y que el ser humano ha arrasado con todo a su paso, repercutiendo seriamente sobre el ambiente. Justamente, este museo subacuático es parte de un programa de varios proyectos de turismo regenerativo del hotel Punta Leona.
El turismo regenerativo tiene el propósito de ayudar al planeta y tratar de devolverle un poco de lo mucho que se le ha arrebatado. La premisa de este tipo de turismo es que empresarios y turistas dejen un lugar mejor de lo que lo encontraron.
En poco más de un año, alrededor del museo hay mayor hábitat marino y las propias esculturas parecen recobrar vida al ser hogar (como el caso de la tortuga que es hueca) de muchas especies. Otras estructuras están cada vez más cubiertas de caracolitos y conchas.
“Este proyecto del museo subacuático es una fase paralela a los arrecifes artifiacles que iniciamos hace un año. A nivel de detalles de las estructuras podemos ver que la cara del indio Garabito tiene una textura más trabajada y lisa que las otras partes del cuerpo como el cabello. La idea es que cara se mantenga limpia y que no se le adhiera tanta vida marina como sí pasa con la parte del cabello”, comentó César Vargas, líder de esta iniciativa acuática.
Museo bajo el agua, ¿cómo?
El reconocido escultor costarricense Fabio Ricardo Brenes tuvo en sus manos la creación de las esculturas. El hombre, de 59 años, contó con el apoyo de dos grupos de voluntarios provenientes de la Universidad James Madison, de Estados Unidos. La dinámica fue bastante interesante, pues tanto el artista, como sus ayudantes, no hablaban el idioma de los otros. Aún así todo fluyó de buena manera.
Las seis obras estuvieron listas en dos semanas.
“Este proyecto, más que responsabilidad, fue algo muy bonito. Desde el inicio hubo una energía bonita y positiva. Siempre hablamos de figuras y animales, los elegimos entre todos (él y los líderes del proyecto). Todos interactúaron y ayudaron. Fue muy divertido y agradable”.
Las piezas se hicieron bastante pesadas con la intención de que las corrientes marinas no las pudieran mover.
Con el paso del tiempo, el escultor se siente muy motivado de ver cómo las esculturas del museo, en vez de desgastarse, “ganan vida”.
“Con estas piezas lo interesante es que se genera un ambiente tan propicio para la vida marina que, lejos de desgastarse, más bien crece vida alrededor. Todo lo contrario a las obras que están en la superficie terrestre, porque el aire, el viento, el roce de los animales y de personas desgastan la obra. En el mar llegan criaturas que habitan y van poniendo conchitas. Va creciendo alga, eso va dando más y más cuerpo. Con el paso de los años se va haciendo más grande la obra con esas cositas añadidas”, detalló.
Brenes ha hecho obras (todas en tierra) en muchos lugares de Costa Rica y en países como México y Panamá. También ha dejado su huella artística en varias naciones del continente europeo.
Las obras subacuáticas fueron elaboradas con un tipo de concreto marino, que el artista ha ido desarrollando. El material está hecho con arena, cemento, fibra de vidrio molida y aditivos que forman una especie de arrecifes artificiales.
“En esto no hay nada escrito. Hay un par de museos marinos en México y en Europa en los que experimentan con materiales”, comentó el escultor, quien ejerce desde hace cuatro décadas.
Desde la colocación de las tres primeras esculturas, el artista ha tenido muchas satisfacciones. Rememora que cuando apenas iban bajando la figura de la tortuga ya tenía pequeños peces habitándola.
A la tortuga la acompañaron la mantarraya y el índigena Garabito, quien tiene apariencia de un hombre joven y feliz que nada en el mar. Después llegaron tres más que completaron la media docena: el tiburón martillo, el caballito de mar y el cocodrilo. Estás se colocaron con la intención de que la fauna marina crezca alrededor.
Por ahora, se planea una tercera etapa en la que colocarán tres más: no se han definido las figuras, aunque es probable que una sea un pulpo.
Si a este punto se pregunta cómo las enormes obras fueron colocadas en el museo subacuático, el artista cuenta que todas contaron con un anclaje especial para poder desplazarlas. El primer aliado fue un backhoe, posteriormente se apoyaron de un chapulín y finalmente llevaron las esculturas hasta donde la marea lo permitiera.
Ya en el mar, utilizaron unas bolsas de aire que las elevaron, una por una, y luego al desinflarse fueron bajando cada pieza hasta su lugar.
Sobre el tiempo de vida de las esculturas, Brenes cree que el concreto resistiría unos 100 años. Aunque, eso sí, las obras marinas tienen un componente especial que podría duplicar o triplicar su existencia: siempre tendrá una capa de vida renovándose, dice el artista, quien se siente realizado al saber que su huella no solo estará en la tierra, sino también en el mar.
¿Cómo ver el museo?
Por las características subacuáticas de este museo, la manera más sencilla de verlo es buceando, sin embargo, haciendo snorkeling también es posible. Esta segunda opción es más viable con la marea baja.
Si usted va por su cuenta (no hospedado en el hotel) la recomendación es que lleve su propio equipo para hacer snorkel (tipo de buceo que se realiza en la parte más superficial del agua), pues aunque en la playa hay disponible, esos equipos son solamente para huéspedes y socios del complejo turístico Punta Leona.
Otro detalle a tomar en cuenta, es que la única forma de llegar a Playa Blanca es caminando desde Playa Mantas. El ingreso principal es solamente para los huéspedes y socios.
La página especializada Go Playa explica cómo llegar hasta esta pequeña pero especial playa, en la que sobresale la arena blanca.
“Para llegar a playa Blanca deberá caminar por la costa desde playa Mantas, preferiblemente en marea baja, hasta llegar a este paraje de arena blanca. (...) El camino que lleva a Punta Leona se encuentra en buen estado y puede llegar en automóvil. Recuerde que deberá caminar desde Mantas para llegar a esta playa”.