Ha recorrido infinidad de veces la Zona Norte del país, la conoce como si fuera la palma de su mano. Los vecinos lo quieren, las autoridades lo respetan. Su pluma ha sido la responsable de denunciar problemáticas sociales y también de alabar a la comunidad que lo abrazó y lo reconoció como un hijo más desde que tenía 12 años, cuando llegó de Heredia con su familia. Más que un corresponsal de noticias, es uno de los periodistas más completos que ha escrito para La Nación.
Desde hace 45 años Carlos Hernández Paniagua es la voz de una comunidad alejada de la capital pero tan importante para el desarrollo del país que se necesita de una persona con una vena periodística muy bien definida para comunicar las noticias que ahí se desarrollan. Hoy, tras cuatro décadas y media de intensa labor, el corresponsal de San Carlos –como se le conoce en la Redacción de La Nación– deja la pluma a un lado y se retira para ocuparse de su salud.
Desde la Redacción a la cual él considera su segundo hogar, le rendimos un homenaje a uno de los periodistas más constantes que ha apoyado desde su trinchera sancarleña las ediciones de este periódico.
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Comenzó a escribir para este diario cuando apenas tenía 19 años, sin experiencia previa y sin estudios universitarios, pero con una pasión heredada de su padre, quien le enseñó a tenerle un amor especial al diario. “Papá era un asiduo lector de La Nación. Antes vos te suscribías al periódico y te lo hacían llegar a la casa identificado con un papelito de color amarillo; desde chiquillo yo hacía hasta lo imposible por leerlo todos los días y desde entonces no he dejado de leer. Viví muy de cerca toda la evolución del periódico”, rememora el periodista.
El periodismo descubrió a Carlos siendo un jovencito casi al mismo tiempo le ocurrió con el amor, pues se casó con Olga Padilla, también a los 19 años. En San Carlos había un corresponsal que se retiró, él recomendó a Hernández quien daba sus primeros pasos en comunicación leyendo noticias y “garabateando notas” en la emisora local Radio Cima.
Carlos recuerda con mucha claridad la primera cobertura que realizó: fue un suceso. Se trató de un accidente de tránsito en Florencia, aproximadamente a 10 kilómetros de donde vivía, donde falleció una persona. “Uno llega como nerviosillo, pero se pasó rápido”, comentó. Esos nervios se hicieron de acero y, combinados con la pasión, lo llevaron a enfrentar intensos reporteos e investigaciones durante su trayectoria.
La calle hizo a Carlos un periodista completo, así lo definen los compañeros que han trabajado con él durante todos estos años. No necesitó un título universitario: la experiencia la adquirió reporteando, entrevistando, escribiendo en su máquina marca Olympia y tomando fotos con su cámara Minolta.
Poco a poco se fue haciendo un nombre en la comunidad, todos lo conocieron y encontraron en él a la persona indicada a quien llamar para darle información fuera a la hora que fuera: no había mañanas, tardes, noches o madrugadas que Carlos se negara a investigar tras una llamada telefónica. Mientras tanto la familia que formó con doña Olga estuvo a su lado, apoyándolo y, sobre todo, entendiendo que la pasión periodística muchas veces es algo injusta con el hogar.
El reportero se hizo infaltable en sucesos, encuentros diplomáticos, eventos artísticos y competencias deportivas. La redacción de Hernández se convirtió en una ventana para que el país se enterara de lo que sucedía en la Zona Norte; el corresponsal reconoce que ha recorrido esos más de tres mil kilómetros cuadrados infinidad de veces y que los conoce al dedillo.
“Yo te he andado Zona Norte desde Peñas Blancas en el lado de Guanacaste pasando por Upala, Los Chiles, Guatuso, San Carlos hasta Sarapiquí. Si de algo puedo presumir, cosa que no me gusta, puede ser de que conozco la zona y no me voy a perder tan fácilmente. Conozco todos los trillos por dónde entrar y salir”, dijo Carlos mientras conversaba en la sala de su casa con un equipo de Revista Dominical que lo fue a visitar, hace una semana.
Al pie de la noticia
La iniciativa ha sido una de las cualidades que más destacan en la labor periodística del corresponsal. Durante su trayectoria no solo se encargaba de las informaciones que desde la sala de redacción ubicada en Tibás le solicitaban editores y periodistas; Carlos siempre tuvo ese olfato para buscar por su cuenta las noticias.
“Por iniciativa presentaba temas, sin iniciativa no vamos a ningún lado. No hay que conformarse con hacer lo que se pide, tiene mayor importancia ir a buscar la noticia, provocarla”, explicó el redactor.
Entre las coberturas más destacadas recuerda el trabajo que llevó a cabo en torno a la Revolución Sandinista de Nicaragua.
“Me tragué, entre comillas, todas las repercusiones en Costa Rica de la guerra entre los sandinistas y lo que se llamaba la Contra. Vi todo el éxodo de refugiados nicaragüenses que llegaban en condiciones pavorosas a nuestro país, daba lástima, dolía ver eso. Me tocó ver el funcionamiento de los campamentos de refugiados que había en esta zona”, recordó.
Justamente sobre esa cobertura, Carlos tuvo la idea de conocer más a fondo sobre la problemática, así que gracias a los contactos profesionales que había creado consiguió el permiso para ingresar a un campamento de la guerrilla en suelo nicaragüense.
“Un amigo tenía contacto, le dije que me interesaba ir a un campamento, que quería estar ahí pese a que había tiroteos todos los días. El jefe del campamento me autorizó y ahí estuve un par de días, eso fue de ver guerrilleros heridos, unos a punto de morir y conocer las condiciones en las que ellos estaban viviendo, cómo se abastecían de comida y de armamento que les llegaba del lado de Costa Rica a pesar de que había una proclama de neutralidad”, rememoró el periodista.
El resultado de esa investigación fue una profunda crónica en la que describió su vivencia.
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Otra de las memorias fuertes de Hernández también se relaciona con el conflicto nicaragüense, pero esta vez fue del lado de Costa Rica. Carlos recuerda que al final de la década de 1980 la guerra estaba terminando y en nuestro país quedó un remanente de guerrilleros que se vieron sin ingresos, por lo que se dedicaron a asaltar.
Los vecinos de Pocosol denunciaron que gente armada llegaba a la escuela a amenazar a las maestras. Cierto día, una maestra no soportó y denunció el hecho con Fausto Rojas, quien era el jefe del OIJ; el agente invitó a Carlos a acompañarlo para realizar el decomiso del arma.
“Íbamos Rojas, tres agentes y yo ver la situación. De pronto nos topamos con un hombre armado y Fausto, creyendo que era solo ese hombre, le dijo que le entregara el arma o lo detenía. Yo vi que el tipo lo que hizo fue reírse y le dijo a Rojas que si lo intentaba detener se moría. Uno de los agentes vio hacia un árbol y descubrió que había por lo menos 15 centinelas a nuestro alrededor”, recordó Hernández.
La valentía del periodista para buscar la noticia lo llevó a enfrentarse con la muerte esa vez y a encarar unas cuantas más a personas que no querían que publicara ciertas informaciones. Otro de los pasajes que recuerda fue cuando un hombre del Fuerza Democrática de Nicaragua (la resistencia nicaragüense en el mismo conflicto armado) llegó a su oficina a amenazarlo de muerte si publicaba una información sobre los movimientos de dicho grupo en Costa Rica.
“Llegó uno de los tipos y me dijo que si publicaba me moría. Le dije: ‘si quiere me mata aquí mismo’. Recuerdo que tenía una máquina de escribir y le dije que si no se iba le rajaba la máquina en la cabeza. El carajo se fue y no volvió nunca más”.
Por su experiencia y credibilidad, a Carlos también lo busca la noticia. Las llamadas al teléfono de su casa eran cosa de un día sí y el otro también. “Por majadero de estar uno ahí pendiente de lo que pasa es que les da la llamadera a cada rato. Mi esposa sufría cada vez que tenía que salir de la casa”, afirmó.
Pero no solo fueron coberturas de sucesos, el periodista también destacó por su facilidad para escribir sobre deportes, política e incluso temas de economía. Por la pluma de Carlos pasaron desde cumbres presidenciales, congresos de cooperativas, finales de la liga de ascenso del fútbol nacional y conciertos de artistas internacionales. Además, fue pieza fundamental en coberturas de sucesos como desastres naturales, asaltos, accidentes y secuestros.
Otra de las notas más importantes de su carrera fue la que pasó tras la liberación de las europeas Regula Susana Sigfried y Nicola Fleuchaus, secuestradas en San Carlos en 1996.
Carlos se enteró de que la policía nicaragüense tenía en su poder un rollo de fotografías donde se veía a Nicola (la rehén alemana) besándose con Julio César Vega, líder de los secuestradores. “Yo le comenté al periodista Fernando Sánchez, él llevó el asunto al extremo y convenció a la policía de que le dieran una copia de las fotos que después se publicaron en La Nación”, dijo el comunicador.
El periodista recuerda con mucho dolor una cobertura particular. Una pareja con varios hijos tuvo que salir de la casa y dejó a los hijos menores solos; por travesura uno de los pequeños le prendió fuego a las cortinas, se quemó la casa y dos de los niños murieron. “La escena era dantesca”, recordó visiblemente afectado por la memoria.
Responsabilidad
Caminar por el centro de Ciudad Quesada junto a Carlos implica detenerse cada 50 metros para que él salude a sus vecinos y fuentes de información. Una palmada en la espalda, una mano levantada saludando, un grito desde la otra calle, el señor que va a la iglesia, el que vende lotería en la entrada del mercado: todos lo conocen y reconocen su trabajo.
“Mejor no entramos al mercado porque no salimos de ahí en un buen rato”, dijo cuando el fotógrafo Rafael Pacheco le sugirió hacer unas fotos para este reportaje dentro del recinto comercial. Rafael ha sido uno de los compañeros que ha acompañado a Carlos en algunas de esas coberturas norteñas donde ha necesitado el apoyo de un lente profesional para sus notas.
“Carlos es conocido no solo en San Carlos, del lado de Nicaragua también es bien famoso”, bromeó Pacheco durante la sesión fotográfica. Curiosamente y a pesar de la gran cantidad de fotos que Hernández ha tomado en su trabajo como corresponsal, se pone un poco nervioso cuando es él el personaje principal que debe de posar para el lente de un compañero al que conoce bien y a quien le tiene confianza y cariño.
¿Qué aprendió del periodismo en estos 45 años?
“Primero a trabajar con mucha seriedad, a ser muy respetuoso en el trato con la gente independientemente de que fuera un detenido por sospechas. Luego a no publicar nada si no tenía seguridad, eso ha sido elemental para evitarme problemas, es lo esencial”, respondió.
Esa sensibilidad creció con la calidad periodística de Hernández. Esas características las pulió con el tiempo, pero las traía en sus venas desde siempre. Es un periodista nato aunque siempre se preocupó por prepararse, por aprender y estudiar; para lograrlo se apoyó en textos periodísticos, asistió a seminarios organizados por La Nación donde recibió enseñanzas de periodistas experimentados como Pilar Cisneros, Lafitte Fernández y Guido Fernández, entre otros. Todo esto le ayudó con las bases del periodismo, pero asegura que no hay nada como la calle para aprender.
Hernández afirma que se siente orgulloso de que gracias a su trabajo también ha podido ayudar a solucionar problemáticas de la región.
Respeto
El cariño y el respeto por Carlos y su trabajo se extiende de la Zona Norte hasta Tibás. En la Redacción sus compañeros alaban su labor y profesionalismo.
“El sentido periodístico lo tiene en el ADN, la precisión, los nombres, las edades, las direcciones. Siempre fue absolutamente riguroso, además de tener una gran sensibilidad, no esa de poner a llorar a la gente con adjetivos innecesarios, sino por la historia. Es un trabajador incansable, apasionado de lo que hacía y confiable para uno como para la gente de la zona. Es como el periodista ideal sin que tenga un título, es un maestro para nosotros”, expresó Irene Vizcaíno, editora de El País y Sucesos de La Nación.
Con ella concuerdan los periodistas Marvin Barquero y Carlos Arguedas, de las secciones de Economía y Sucesos del diario, respectivamente.
“A Carlos lo conozco desde que entré al periódico, hace más de 35 años. Es una extraordinaria persona, muy capaz, excelente periodista, excelente reportero. Siempre tuvo todos los contactos para cualquier tipo de información en cualquier tipo de fuente ya fuera municipal, policial, cantonal; eso lo logró porque siempre ha sido una persona amable y dispuesta. La información que suministraba siempre era completísima y si faltaba algo por más pequeño que fuera a los cinco minutos ya lo tenía a mano”, dijo Arguedas.
“Carlos siempre fue fundamental para los trabajos de la zona, cuando hacíamos giras a los pueblos si no íbamos con él era como estar perdido. Es un genial reportero, un compañero que nos daba información completa, con fuentes suficientes, corroboradas y con las partes a favor y en contra”, agregó Barquero.
Por ahora, el compañero de una y mil batallas se retira para cuidar su salud y disfrutar de un merecido descanso. Gracias por todo y tanto, Carlos Hernández.