Un presunto líder narco es asesinado a tiros en un residencial en Alajuelita. Un hombre con antecedentes es torturado, asfixiado con una gaza plástica y abandonado en la ruta 32. Un vendedor de drogas es liquidado mientras salía de una pensión en San José. Otro comerciante de narcóticos es ejecutado dentro de un autobús en La Sabana. Estas cuatro víctimas no tienen “ni el más mínimo nexo”, en palabras del OIJ. Sin embargo, ahora podemos afirmar que una empresa “exclusiva para aniquilar” conecta todos los puntos.
Este emprendimiento furtivo era dirigido por un hombre de 39 años conocido como “Ántrax”, que giraba órdenes desde su celda en la cárcel La Reforma. Entre su “planilla” contaba con especialistas en inteligencia y logística criminal, taxistas y colaboradores. Sin embargo, “brillan” por su violencia dos jóvenes gatilleros de apenas 17 años, a quienes llamaremos “Jairo” y “Carlos”, y que son apoyados por sus respectivas madres tanto como un padre apoya a su hijo futbolista.
Toda investigación criminal, como el llamado “Caso Agencia”, requiere golpes de suerte y hasta un poco de torpeza por parte de los supuestos perpetradores de los delitos. Este es el caso. Un celular abandonado en la escena del crimen, dos maltrechas motocicletas que no encendieron, un suéter tirado y unos videos de seguridad fueron base para destapar la historia de la “Agencia de Sicarios”.

Primer homicidio: El Caso Soma
El jueves 24 de junio del 2021 a las 2 de la tarde, Jonathan Gabriel Castro Mesén, conocido como “Soma”, salió de su casa en el Residencial Altos de Horizonte, en La Aurora de Alajuelita, y cruzó la calle interna del condominio. El hombre de 41 años entró en un bonito parque sin percibir que a sus espaldas, dos hombres armados con pistolas y un rifle automático le propinaron múltiples disparos en la cabeza, los brazos y el torso.
Castro Mesén era un hombre con un largo historial de acusaciones por robos, homicidios, amenazas y portación de armas. Informantes anónimos indicaron que Soma tenía un importante roce con el narcotráfico internacional, especialmente con la ejecución de “tumbonazos”, es decir, el robo de grandes cargas de droga a bandas rivales. Soma murió casi al instante.
Los dos gatilleros emprendieron la segunda etapa del plan: la huida. Otros dos cómplices venían detrás de ellos a bordo de dos motocicletas apagadas (para no hacer ruido). La idea era escapar a toda prisa, sin embargo, los maltrechas motos no encendieron y los sicarios tuvieron que escapar a pie.

En la fuga los asesinos dejaron tiradas algunas pertenencias y las motos en las que llegaron. Los agentes judiciales encontraron un revólver, un fusil de asalto en un basurero, un pantalón negro con la billetera de Soma en la bolsa y sobre todo, un suéter color turquesa.
Los sospechosos cambiaron de atuendo para distraer a la Policía. Sin embargo, el suéter sería importante en la investigación del “Caso Agencia”.
Como el homicidio ocurrió a plena luz del día, varios vecinos los vieron huir y aportaron vagas descripciones de los sicarios. Una vecina fotografió a uno de los criminales. Pero los investigadores tenían una duda más trascendental: ¿cómo llegaron cuatro sicarios hasta la última calle de un residencial cerrado sin siquiera levantar sospechas? ¿Había más colaboradores?
El guardia de seguridad del condominio aseguró que ninguna motocicleta había ingresado recientemente. Entonces, ¿cómo llegaron los vehículos hasta el residencial? Las cámaras de seguridad confirmaron la teoría: ambos automotores salieron de una vivienda cercana al hogar de Soma.

Por lo tanto, el homicidio contó con planeamiento y cómplices. Gracias a esto, los sicarios llegaron con los motores apagados para no llamar la atención.
Los investigadores judiciales retrocedieron dos minutos más de las grabaciones de seguridad y descubrieron otra pista: un Toyota Corolla gris con vidrios polarizados ingresó a la casa investigada momentos antes de que salieran los sicarios.
Los agentes tocaron la puerta de la casa sospechosa. Un hombre moreno de 40 años, conocido como “Jackson”, atendió a las autoridades molesto y nervioso. Él alquilaba la vivienda y, según el propietario, había acordado desalojarla el 25 de junio, un día después del homicidio.
Mientras conversaban con Jackson, un golpe de suerte favoreció a los investigadores, cuando el Corolla sospechoso llegó a la casa conducido por un sujeto de 33 años conocido como “Coca”. Le decomisaron el celular.
Al intervenir el teléfono, las autoridades confirmaron que estuvo en el residencial minutos antes del homicidio. Una llamada del 22 de junio, dos días antes del crimen, llamó la atención de los investigadores, ya que correspondía al teléfono de “Jairo”, un joven con antecedentes por posesión de drogas.

Jairo y Carlos, los sicarios de Ántrax
Jairo y Carlos, los dos sicarios de 17 años oriundos de Siquirres, contaban con el apoyo de sus respectivas madres en sus labores de aniquilación. Ambos participaron en eventos en los que se decomisaron armas y drogas en los días previos y posteriores al asesinato de Jonathan Castro, alias “Soma”.
Tres días antes del homicidio de Soma, Carlos fue abordado por la policía en San Francisco de Dos Ríos. El adolescente, vestido con un suéter turquesa y Nike negras, viajaba en un vehículo del que se decomisaron una bolsa de marihuana y dos armas de fuego.
Junto con él estaban tres personas más, entre ellas un hombre de 24 años de apellidos Pana Castro, conocido como “Enano”, con antecedentes por robo agravado.
Carlos y Jairo fueron abordados nuevamente por la Policía el 25 de junio, un día después del homicidio, sospechosos de vender drogas, a bordo de un taxi en Cacao de Tambor, Alajuela. Conducía el carro, oloroso a marihuana, un hombre de apellidos Soto Barquero, de 43 años. El joven de 17 años portaba unos ¢2 millones en efectivo en un bolso.
Carlos, sentado en el asiento trasero, tenía antecedentes por el decomiso de drogas y armas de cuatro días antes. Por órdenes de la Fiscalía Penal Juvenil, la Policía detuvo a los menores, les decomisó la droga y les permitió conservar el dinero. Cuatro horas después, Jairo y Carlos fueron entregados a una “adulta responsable”, una mujer de 36 años de apellidos Castro Montoya, la mamá de Carlos.
Tras analizar las fotografías, las autoridades concluyeron que el suéter vestido por Carlos en San Francisco era de la misma talla, color y tipo de tela que el abandonado por los sicarios que mataron a Soma. Asimismo, uno de los gatilleros vestía unas tenis Nike iguales a las de Carlos.
Los investigadores también detectaron que el sicario fotografiado por una de las vecinas de Soma, mientras se ocultaba algo debajo de la camisa, tenía la misma tez, contextura, altura y detalles en sus vestimentas que Jairo.

A lo anterior se añade que los teléfonos de Jairo y Carlos, así como los de “Jackson” y “Coca”, estaban conectados a antenas telefónicas de la zona de Alajuelita el mismo día y a la misma hora que Jonathan “Soma” Castro fue asesinado.
La tesis de las autoridades, con base en pruebas documentales y fuentes confidenciales, es que Jairo y Carlos participaron como gatilleros en el asesinato de Soma, mientras que Jackson y Coca prestaron ayuda logística, como vigilancia, inteligencia, monitoreo de las víctimas y obtención de vehículos.

Ántrax: mandatos de muerte desde La Reforma
En el expediente judicial del Caso Agencia de Sicarios, la primera vez que se conoció el nombre de Gutiérrez Durán, conocido como Ántrax, fue gracias a información confidencial aportada por una vecina de Purral de Goicoechea. Ella aseguró que Ántrax tuvo un papel en la tortura y el asesinato de Jordan Jesús Núñez Carrillo, quien apareció tirado cerca de la ruta 32 el 28 de junio del 2021, apenas cuatro días después del asesinato de Soma.
Gutiérrez Durán está actualmente en prisión por el asesinato de Erwing Guido Toruño, alias Gringo; sin embargo, desde su celda en La Reforma lideró la Agencia de Sicarios, gracias a un número telefónico inscrito en Nicaragua pero que realiza llamadas desde Costa Rica.
Los investigadores consideran que Ántrax enviaba “solicitudes de muerte” a uno de sus sicarios de más confianza, de apellidos Pana Castro, el mismo que fue detenido junto a “Carlos” . Incluso, luego de uno de los homicidios, Ántrax le dijo a Pana que estaba “muy feliz” porque sus empleados “se robaron el show y medio”.
Los agentes describen a Gutiérrez como “un viejo criminal que giraba órdenes para iniciar con las diligencias, ubicar al objetivo y darle de baja”. Ántrax ponía a disposición de sus sicarios vastos recursos, como vehículos, personas, dinero, viáticos, viviendas y material bélico.

De hecho, el líder tenía una cercana relación con Castro Montoya, la madre de Carlos. Ella prestó sus cuentas y tarjetas para movilizar dinero proveniente del triste negocio. Intervenciones telefónicas prueban que Pana Castro tenía acceso a una tarjeta de Castro Montoya, la cual utilizaba incluso para pagar por balas.
El homicidio perpetrado con tortura contra Jordan Jesús Núñez ocurrió el 27 de junio, apenas tres días después del asesinato de Soma, y dos días después de que Carlos y Jairo fueran retirados de la comisaría por la madre de Carlos.
‘Perros de Ántrax, barrios del sur’
Jordan Jesús Núñez, un joven de 25 años con antecedentes por robo, tráfico de drogas y violencia contra la mujer, apareció muerto el 28 de junio del 2021 en San Miguel de Santo Domingo, Heredia, sobre la ruta 32. El cadáver ensangrentado estaba envuelto en sábanas, con las manos atadas y con una gaza plástica en el cuello. El sujeto presentaba evidentes signos de asfixia, lo que le causó la muerte según las autoridades forenses.
En este homicidio, conocido como Caso Ruta 32, Ántrax es el primer imputado, ya que se le atribuye a haber engañado a Jordan Jesús ofreciéndole un supuesto trabajo que, en realidad, lo llevó a su muerte.
Mensajes de Whatsapp entre Ántrax y Pana Castro evidencian que el líder le solicitó al coordinador de sicarios estar “al llavazo por si los ocupo para una vuelta”. Por su parte, “Enano” le respondió a Gutiérrez que “en los barrios del sur mandamos nosotros, los perros de Ántrax”.
Según las autoridades, en este homicidio también participaron Jairo y Carlos, un taxista de 35 años de apellidos Segura Céspedes, nuevamente el taxista Soto Barquero, un encargado de logística de apellidos Rodríguez Durán, y un sicario de apellidos Larios Betanco, quien también habría colaborado en el asesinato de Soma.
La “Agencia de Sicarios” comandada por Gutiérrez completó otras dos “solicitudes de muerte” en los días siguientes. El 11 de julio del 2021 habrían asesinado a Bryan Narváez López, un vendedor de drogas de 30 años que fue monitoreado y perseguido por “los perros de Ántrax”, quienes lo liquidaron poco antes de las 4 de la tarde frente a la Pensión Mansión, en la Merced de San José.
Le dispararon a Narváez en la cabeza y el tórax y una persona resultó herida como víctima colateral. Los investigadores consideran que el sicario menor de edad, Jairo, fue el gatillero. Esta tesis se sostiene con fuerza porque, mientras corría, el sicario dejó tirado su celular, y mensajes de Whatsapp muestran a Jairo diciéndole a Ántrax que había perdido su teléfono durante el golpe.

Dos días después, secuaces de Ántrax asaltaron un supermercado en Buenos Aires de Puntarenas. Quedaron grabados en las cámaras del local.
El último de los homicidios se registró el 14 de agosto del 2021 en Sabana Norte, cuando dos sujetos se subieron a un autobús y le dispararon a Evaristo Mina Ruiz, un colombiano vendedor de drogas.
Nuevamente, los sospechosos son los dos miembros más jóvenes de la empresa, Jairo y Carlos; para entonces este último ya no era menor de edad. También habría participado la madre de Carlos, de apellido Castro, quien prestó sus cuentas bancarias para adquirir balas. El dinero provino de la cuenta de una mujer de apellidos Soto Sánchez.
En este último golpe se sumó la madre de Jairo, una mujer de 43 años de apellidos Monge Williams, quien le instruyó a su hijo por Whatsapp camuflar los depósitos bancarios como “préstamo para unas tenis”.
“No se le olvide, porque si no, el banco me pega”.
La mujer sugirió: “Cuando se trate de platas así, mejor usted me dice y yo subo a San José y hacemos como aquel día”. Para los investigadores, evidencia que Monge ya había recibido antes más dinero por los “trabajos” de su hijo.

Agencia de Sicarios quebró ‘modelo típico’ de asesinatos
Para los investigadores del Caso Agencia de Sicarios, los métodos de operación de Ántrax y sus seguidores “vinieron a quebrar el típico modelo operativo de los asesinatos, pasando ahora a una gerencialidad”.
Las autoridades explicaron que la Agencia de Sicarios no tiene ligámenes con ninguna agrupación rival, sino que, contrario a la costumbre, “se dan, por decirlo así, ‘el lujo’ de tener una empresa exclusiva para aniquilar personas”. Sustenta su tesis la ausencia de nexo entre las víctimas.
Este lucrativo negocio le permitió a Ántrax tener un numeroso equipo, cada cual con su especialidad. Además, como la mayoría de sicarios eran procedentes de Siquirres, viajaban al Área Metropolitana solamente para ejecutar los homicidios, de manera que ningún testigo tenía referencias de los gatilleros.
“Contaban con dos menores de edad que, justamente, eran la ‘carne de cañón’ perfecta para la comisión directa de los homicidios, tomando como ventaja su violencia, volatilidad y disposición inmediata para cometer hechos graves y bizarros", detallaron los investigadores.
Toda la información en este artículo consta en el expediente del “Caso Agencia”. Revista Dominical consultó el estado del caso, pero hasta la publicación de este artículo, no se obtuvo respuesta.
Autoridades responden a ola de delitos cometidos por menores
Hace un par de décadas, los delitos cometidos por menores eran diferentes. Nada que se comparara con el panorama actual. Randall Zúñiga, director del OIJ, con su experiencia en la Policía Judicial, ha visto de cerca el cambio radical en la naturaleza del crimen juvenil.
“Hace unos 20, 25 años, cuando yo era investigador, los menores de edad se dedicaban a robar bicicletas, a robar perros, loras, meterse en una casa y se robaban el televisor o algo así por el estilo. Eso es lo que teníamos en la Costa Rica de hace unos 20, 25 años”.
Pero hoy el crimen se sofisticó. Y también se volvió más violento. Lo que antes era travesura o delito menor, ahora es gatillo fácil y sangre fría.
“De un tiempo para acá, los menores han visto que tienen más rentabilidad económica formando parte de grupos criminales, ser gatilleros. Como son menores de edad, pues lo máximo que van a pasar en prisión, en promedio, van a ser diez años. Entonces, alguien de 14 años mata a una persona, o puede matar a dos, tres, cuatro, cinco personas, y le van a meter como máximo 15 años. A la vuelta de 21 años va a salir de prisión”, declaró Zúñiga.
Las estadísticas del OIJ confirman sus palabras. Cada vez es más común que los jóvenes —algunos casi niños— estén involucrados en homicidios como autores materiales. Pero detrás de esas cifras frías, hay vidas marcadas por la marginación, el abandono y una promesa tan tóxica como seductora: la del ascenso social inmediato a través del crimen.
Zúñiga lo conoce desde adentro. Lo ha vivido.
“Yo soy de Puntarenas, entonces hay que vivir en el barrio, hay que vivir en un lugar en tan malas condiciones que no hay una esperanza de futuro para el menor. Entonces, dicen: ‘¿Qué estoy haciendo acá? Tengo la posibilidad de vivir una vida corta, pero intensamente, o vivo una vida larga pero consumido en unas limitaciones tremendas‘”, lamentó.
Y hay algo más. Algo aún más perverso: el crimen vende una ilusión que los hace pensar por momentos que el mundo está en sus manos.
“La droga, el narcotráfico, venden una ilusión que no es real. ¿Cuál es esa ilusión? Que usted en corto tiempo se va a hacer multimillonario. Entonces, venden esa imagen de éxito instantáneo y muchos menores la compran. Ven que el vecino, que antes era igual a ellos, ahora anda con unas tenis muy caras, con una cadena, o con un carro”, agregó.
La escena se repite con matices, pero con una constante que aterra: jóvenes cada vez más pequeños son absorbidos por la maquinaria del crimen organizado. Algunos apenas cruzan los 13 años cuando ya sostienen un arma, conocen los códigos del silencio y comienzan a escribir, con sangre ajena, su breve historia delictiva.
En Costa Rica, este fenómeno llegó tarde, pero ya no parece tener marcha atrás. Así lo admite el ministro de Seguridad Pública, Mario Zamora, quien observa con preocupación cómo el país repite un patrón ya vivido en otras latitudes de América Latina.
No es casual. Las organizaciones los prefieren por una razón estratégica: la ley penal juvenil ofrece garantías que, en la lógica de estos grupos, funcionan como escudos. Eso los convierte, sin quererlo, en piezas funcionales para una maquinaria que no respeta ni la infancia.
Al igual que Zúñiga, Zamora recordó la provincia de Puntarenas y ofreció uno de los retratos más nítidos de esta realidad. Allí, un adolescente conocido como alias Chiquilín fue vinculado con más de diez homicidios antes de cumplir los 18 años. Su historial criminal empezó a los 15. A los 17, su historia terminó de la forma en que suelen terminar estos cuentos: la banda rival lo encontró y ejecutó. No fue una excepción, sino un ejemplo del nuevo perfil de sicarios: niños reclutados, formados y descartados.

Frente a esta oleada, el Ministerio de Seguridad Pública intenta resistir desde lo que tiene a mano. La estrategia es clara: llegar primero que el narco, ofrecer sentido de pertenencia antes de que lo haga la pandilla, tender una mano antes de que llegue el arma.
No se trata solo de operativos y capturas, reconoce Zamora, sino de equilibrar la balanza con programas sociales que hagan contrapeso al poder seductor de las bandas.
“Estamos luchando de forma reactiva, con nuestras operaciones, pero también de manera preventiva”, resume.
Tanto el relato de Zamora como el de Zúñiga sobre el sistema reflejan una falla más profunda: el tejido social, educativo y económico que debe proteger a los niños hoy, pero resulta insuficiente.
La pregunta que surge ahora es: ¿cómo detener este patrón antes de que el próximo gatillero sea, otra vez, un niño?

