Madrid. Nicolás Anelka conectó a las primeras de cambio con Raúl y el Real Madrid, en un soberbio partido, aplastó ayer 2-0 al Bayern Munich, que pudo llevarse algún gol más en una noche de gran futbol que permite a los merengues tener licencia para soñar con la final de la Liga de Campeones el 24 de mayo en París.
Anelka se metió por fin en un partido serio. Como ya ocurrió en Montjuic, en la Liga, el francés tuvo a Raúl de surtidor. Para los inocentes que incluso antes del partido creían que no había química entre Anelka y Raúl, este encuentro les sacó de dudas. Raúl se hartó de enviar balones al hueco a Anelka, para que interpretase su futbol: ruptura, desmarque y gol.
Una cosa es que Anelka no sea un tipo que despierte gran simpatía fuera del campo al personal. Pero en el césped no hay enemigos. Todos quieren estar en la final de París. Y ahí el equipo es una piña. Todos luchan por un objetivo común. Para tocar la gloria, todo el mundo se da la mano. Anelka se entusiasmó tanto, que acostumbrados a verle caminar sin sangre, ayer incluso se atrevió a gesticular y protestar, por ejemplo, una decisión del árbitro asistente.
Seriedad
El Madrid estuvo serio. Es decir, jugó al estilo europeo. Con las pilas puestas desde el primer minuto, con agresividad, con dos centrales Iván Campo y Karanka, apoyados por un tercero, Iván Helguera, que arropa esa zona de la defensa, y cuyo concurso le convierte en un punto de referencia insustituible en el Madrid.
El Bayern nunca evidenció ser un equipo alemán. Ni por presencia ni por sacrificio. Este Bayern fue una caricatura si se compara con el que tumbó al Madrid hace dos meses en el Bernabéu. Sin Matthaus, pero sobre todo sin Effenberg, el Bayern se encuentra a años luz del feroz enemigo que siempre es para el Real Madrid.
Vicente Del Bosque acertó con su apuesta arriesgada. Anelka y Morientes arriba y Raúl convertido, entre líneas, en un afluente que puso un punto de locura a Babbel, a Fink y Linke, despistados toda la noche.
El gol tempranero de Anelka dio sosiego al Real Madrid. A los 21 el árbitro anuló un tanto a Morientes y a los 32 un nuevo túnel de Raúl a Tarnat permitió a Michel Salgado, en colaboración con Jeremies, aumentar la cuenta.
Hasta los 36 minutos, con un lanzamiento de Tarnat desde fuera del área que llevaba veneno, el Bayern no metió el miedo en el cuerpo a Iker Casillas. Fue un primer tiempo para el olvido del Bayern, que echó de menos la verticalidad de Mehmet Scholl.
En la segunda mitad bajó un poco el ritmo tan intenso del primer acto. El objetivo del Real Madrid era no encajar un gol. Y lo consiguió.