Gabriel solo tiene cuatro años, pero su gusto por el fútbol es notorio. Desde que se bajó del carro que lo trasladaba junto a su padre, el presidente de la República Carlos Alvarado, y su madre, la primera dama Claudia Dobles, sus pies no dejaron de saltar hasta llegar al Scotiabank Arena, gimnasio donde estaban los seleccionados.
El pequeño llegó vestido con camisa de la Tricolor, pantaloneta del cuadro patrio y medias rojas. El hijo del mandatario fue uno de los invitados de la Federación Costarricense de Fútbol para asistir a la juramentación oficial del equipo que representará al país en Rusia 2018.
Desde que arribó comenzó a mostrar su deseo por ir a saludar a los futbolistas; se levantó una y otra vez de su asiento, intentó hacer arranque para cruzar frente a la tarima principal en varias ocasiones, empero le faltó el último impulso y no lo hizo.
Su padre, Carlos, sentado en la mesa principal escuchó con atención cada uno de los tres discursos que pasaron, mientras su madre Claudia alternaba su mirada entre la persona que hablaba y su hijo.
Gabriel encontró en un librito sobre los Derechos Humanos, distribuido entre los asistentes, el juguete para evitar el aburrimiento.
El niño vio cada una de las fotografías, señaló a cada jugador, le dio vuelta al libro por delante y por detrás, pero en un momento se acabó. Cinco minutos fueron suficientes para que él lo entendiera a su manera.
En un momento determinado, su mirada se concentró en una botella de agua. El menor de la familia presidencial tenía sed y la botella la tenía su mamá.
Doña Claudia, clara en que el sentimiento de madre puede más que el respeto por el protocolo, le hizo una seña a su hijo de que subiera a la tarima donde estaba ella y así lo hizo.
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El niño, ya en los regazos de su madre, tomó un trago... Lo inesperado ocurrió, la tapa de la botella cayó al suelo y la Primera Dama empezó a ver cómo se las ingeniaba para continuar con su hijo alzado y juntar el pequeño objeto. Al final lo logró.
A Gabriel, la Federación le tenía una sorpresa: una camisa de la Selección Nacional con su nombre. Se la entregó Bryan Ruiz y ahí se dio el primer paso para romper el hielo: un chóquela fue suficiente para que el capitán le sacara una sonrisa.
Con el fin del acto oficial, de nuevo llegó el duelo interno del pequeño entre la timidez y las ganas de compartir con los seleccionados.
Más por impulso de sus padres que por iniciativa propia, el chico llegó al frente de Celso Borges y el volante del Deportivo la Coruña se encargó del resto; fuerte saludo con la mano y una caricia en su cabeza.
Don Carlos también aprovechó para desear por última vez éxitos a los futbolistas; así compartió con Bryan Oviedo, Kendall Waston, Bryan Ruiz, Christian Bolaños, entre otros.
Curiosamente, este viernes al igual que cuando la Nacional visitó Casa Presidencial, el presidente no pudo compartir con Keylor Navas, quien se ausentó de la actividad con permiso.
Pero el portero que atajó directamente en el corazón de Gabriel fue Patrick Pemberton.
El cuidapalos de Alajuelense entró en un juego con el chiquitín. El primogénito del jerarca costarricense no aguantó la risa cada vez que Patrick intentaba agarrarlo y él le huía, al final encontró resguardo en los brazos de su mamá.
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Gabriel también cumplió con los actos oficiales, posó a su manera en las fotos, siempre buscó a la Primera Dama y alzado por ella fue que abandonó el Proyecto Gol.
Así fue como el hijo del presidente de la República conoció a la Selección Nacional. Al final la timidez quedó de lado, los chineos de su madre no faltaron y los juegos con Pemberton hicieron que valieran la pena los largos minutos de los discursos.
